—Lo veo muy mal, quizás deberíamos de salir. No creo que esa gente siga allí —pedí—tenemos que ir a un hospital por favor.Enrique seguía sudando, se veía realmente mal. Tengo miedo de que algo malo le pase, si se muere yo... no podría resistirlo. Quise llorar en ese momento.—No llores —limpió una lagrima—no me gusta verte triste por mi culpa.—Entonces hazme caso, no quiero seguir aquí. Tiene que haber una manera de salir.—¿Te lastimaría perderme? —me pregunta y no puedo creer que me esté preguntando eso cuando sabe... bueno, quizás no lo sabe.—Claro que si —susurré—hazme caso por favor.—Isa, eres tan hermosa.—Ya empezaste a delirar.—Es la verdad, muy hermosa. Me gustas tanto...Bajé la mirada, en el fondo me sentía apenada.—Pero está bien, salgamos. Siento que no podré resistir más y no me siento listo para dejarte sola—lo ayude a ponerse de pie. No se oía nada de nada allá arriba. —Ven por acá—lo seguí hasta un camino dentro del sótano, hasta llegar a una puerta. La abrió si
—Está bien, Isabella, te daré el permiso. Si necesitas algo me avisas, ¿esta bien? —pidió.—Claro, muchas gracias.Enrique rodó los ojos.Guardé el celular y lo miré.—Listo. Quisiera darme un baño —le dije.—Yo quisiera irme para mi casa.La puerta se abre y aparece el médico.—Buenos días, ¿cómo está, señor Enrique?—Me siento bien, ¿me puedo ir ya?—Relájate, Enrique, deja de hable el médico.—Tendrá que comprar algunas medicinas pero sí, ya está dado de alta. Tiene que guardar reposo en casa y no hacer esfuerzos mayores, ¿entendido? Sino lo miraremos de nuevo por aquí muy pronto.—Está bien.—La policía está aquí y quieren hacerle unas preguntas —nos dice.—Claro —asentí pero Enrique no dijo nada. El doctor salió y al ratito entraron dos oficiales que se presentaron como el oficial Santos y el oficial Mendoza.—Anoche recibimos una llamada de la mansión Laurentis, varias personas reportaron disparos y varios resultaron heridos, ¿ustedes estaban allí?—Si, —respondí.—Yo responderé
Subí las escaleras, di un pequeño brinco en el mismo lugar debido a un rayo que se escuchó casi cerca. Me daban mucho miedo las tormentas, avancé hacia mi habitación, pero antes escuché a Enrique hablar por teléfono. —¿Sabes por qué fue el apagón? Silencio. —Está bien, revísalo cuánto antes. Cortó. Avancé de nuevo para que no me pillara escuchando conversaciones ajenas, pero creo que fue muy tarde. —¿Isabella? Me giré, llevándome una mano al pecho. —¿Sí? —¿Que haces?—Voy a mi cuarto, ¿necesitas algo?—No, nada. Oye yo… —se rascó la nuca medio nervioso—… sé que te aterran estas cosas y me sentiré mas seguro si te tengo cerca. Fruncí el ceño, casi no le veía la expresión por falta de iluminación. —¿Quieres decir que…?—Me puedo quedar en el sofá —murmuró. —Es solo para que… —bufó—mejor olvídalo. —No, no, espera —lo detuve— si lo que quieras es decirme que durmamos juntos esta bien. Y si, sería bueno que te acuestes en el sofá. Es grande y amplio, estarás bien allí. —Está b
—¿Se encuentra bien, señorita?— una mujer se me había acercado para ayudarme con los restos de la taza.Avergonzada respondí.—Si, lo siento mucho por haber causado este desastre— me coloqué de cuclillas para recoger los trozos de cerámica de la taza.—No hace falta— me dice mientras— para eso es mi trabajo— recogió los trozos y los echó en una bolsa.—De verdad, lo siento mucho— asentí para luego caminar lentamente hacia esa oficina. Tenía curiosidad por lo que estuviera pasando. No soy chismosa, pero aún no conecto el por qué de esa conversación.Doy unos cuantos pasos hacia la puerta y me cercioro para que nadie me esté viendo en este momento. No quiero que nadie me descubra. Coloco el oído a la puerta y escucho algunas palabras que no puedo distinguir muy bien.—A como te digo, pienso que es la mejor oportunidad que te ha salido y deberías de aprovecharla.— esa era la voz de Enderson.—Claro… lo dices porque estás en ventaja— ahora fue Enrique quien habló, pero se le podía escucha
—Te dije que no te acercaras a ella —Enrique vino a pasos apresurados hacia nosotros y tomó a Enderson del cuello. —¿Es que acaso no me entendiste?—El que no me entendió fuiste tu —Enderson lo quitó—Aquí la única que tiene derecho a decidir es Isabella —ambos me miraron. —¿Pero qué demonios les pasa? —exclamé, el enojo se estaba abriendo paso en mi. Primero porque Enderson me besó sin mi consentimiento y ahora Enrique que se cree con derechos. —¡Basta! Señor Enderson, si estoy acá con usted es exclusivamente por trabajo, no sé qué le hizo pensar que me puede besar. Si le di a entender otra cosa lo siento mucho pero si esto seguirá así entre nosotros yo prefiero renunciar. —tomé mi bolso y sin decir nada más salí de allí. Odiaba que los hombres se comportaran así conmigo, como si tuvieran algún tipo de derecho. ¿Que demonios les pasaba? En definitiva estaba muy enojada justo ahora. Caminé por las calles de la ciudad cuando un auto se estacionó a mi lado. —Isabella… —era Enrique. Ro
Trabajar para alguien tan obsesivo como Enderson era difícil y más por sus actitudes, todo el tiempo se la pasaba viéndome de los pies a la cabeza, me sentía desnuda ante su mirada, lo peor de todo es que no podía hacer absolutamente nada en ese momento, ese sujeto era tan fuerte y emanaba un aura bastante extraña cada vez que estábamos cerca, y a pesar de que yo seguía amando a Enrique como ningún otro hombre, había algo que este hombre despertado en mí y a veces quería averiguarlo, pero otras veces simplemente quería dejar las cosas a como estaban.Era cierto, necesitaba el dinero y no por tener ingresos, sabía muy bien que contaba con Enrique y que él podía darme trabajo, pero todo el tiempo me estuvo acostumbrando a eso: a ir dependiente de él, lo cual yo no quería que siguiera pasando, más que todo esto era por una simple razón, era más que todo por orgullo, no me gustaba estar a dispensas de otra persona, yo podría hacer las cosas y podría ganar mi propio dinero.Además, se qued
No podía creerme aún que Enrique y yo hayamos llegado a este punto. Me gustó, claro, pero nosotros no podíamos estar haciendo esto. No deberíamos. Por la noche me quedé en mi habitación porque no quería bajar a cenar, ¿estaba evitándolo? Quizás. Además no quiero que Enrique luego piense que soy “de su propiedad” y pueda estarse metiendo en mi vida todas las veces que se le da la gana. La puerta se abre y él entra.—¿No bajaras a comer? —me pregunta—la cena ya está lista.—Hmm no tengo hambre —mentí, volviendo la vista a la tablet. Recordé el tipo que estaba en el patio anoche, sentía que nos observaban. ¿No se supone que Enrique tiene buena seguridad?—¿Que pasa? Te noto un poco extraña.—No me pasa nada. ¿La seguridad es buena? —le pregunté.—¿A que viene tu pregunta? —se sentó en el borde de la cama.—Solamente quiero saber, digo, al menos así me puedo sentir más segura.No estoy segura de si decirle que anoche miré a alguien en el patio, siento que Enrique se alarmará, sin embargo,
NUEVE AÑOS DESPUÉS...—¡Enrique! ¡¡Enrique!! ¡Enrique! — Unas cuantas personas corearon en su apoyo mientras le veían tomar su sexto y último trago de alcohol servido en vasitos de cristal mientras su competidor ni siquiera se le acercaba.Levantó la última copa victorioso.—¡He ganado! — Exclamó al mismo tiempo y todos le vitorearon antes de que la bajara.—Esta noche invito yo—. Ofreció en voz alta y los gritos para él se hicieron más fuertes. Suspiró y se volvió hacia su competidor. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras le ponía una mano en el hombro.—Nunca pierdo. Recuérdalo siempre antes de volver a desafiarme—. Le dijo con una breve sonrisa antes de levantarse de su asiento. Sus ojos se desviaron por un segundo mientras se sentía ligeramente mareado.La pista de baile brillaba con rayos rojos, azules y blancos, como las luces de una discoteca. Todos los presentes movían el cuerpo al ritmo de la música que pinchaba el DJ a través de los altavoces.Enrique asintió con la ca