—Te dije que no te acercaras a ella —Enrique vino a pasos apresurados hacia nosotros y tomó a Enderson del cuello. —¿Es que acaso no me entendiste?—El que no me entendió fuiste tu —Enderson lo quitó—Aquí la única que tiene derecho a decidir es Isabella —ambos me miraron. —¿Pero qué demonios les pasa? —exclamé, el enojo se estaba abriendo paso en mi. Primero porque Enderson me besó sin mi consentimiento y ahora Enrique que se cree con derechos. —¡Basta! Señor Enderson, si estoy acá con usted es exclusivamente por trabajo, no sé qué le hizo pensar que me puede besar. Si le di a entender otra cosa lo siento mucho pero si esto seguirá así entre nosotros yo prefiero renunciar. —tomé mi bolso y sin decir nada más salí de allí. Odiaba que los hombres se comportaran así conmigo, como si tuvieran algún tipo de derecho. ¿Que demonios les pasaba? En definitiva estaba muy enojada justo ahora. Caminé por las calles de la ciudad cuando un auto se estacionó a mi lado. —Isabella… —era Enrique. Ro
Trabajar para alguien tan obsesivo como Enderson era difícil y más por sus actitudes, todo el tiempo se la pasaba viéndome de los pies a la cabeza, me sentía desnuda ante su mirada, lo peor de todo es que no podía hacer absolutamente nada en ese momento, ese sujeto era tan fuerte y emanaba un aura bastante extraña cada vez que estábamos cerca, y a pesar de que yo seguía amando a Enrique como ningún otro hombre, había algo que este hombre despertado en mí y a veces quería averiguarlo, pero otras veces simplemente quería dejar las cosas a como estaban.Era cierto, necesitaba el dinero y no por tener ingresos, sabía muy bien que contaba con Enrique y que él podía darme trabajo, pero todo el tiempo me estuvo acostumbrando a eso: a ir dependiente de él, lo cual yo no quería que siguiera pasando, más que todo esto era por una simple razón, era más que todo por orgullo, no me gustaba estar a dispensas de otra persona, yo podría hacer las cosas y podría ganar mi propio dinero.Además, se qued
No podía creerme aún que Enrique y yo hayamos llegado a este punto. Me gustó, claro, pero nosotros no podíamos estar haciendo esto. No deberíamos. Por la noche me quedé en mi habitación porque no quería bajar a cenar, ¿estaba evitándolo? Quizás. Además no quiero que Enrique luego piense que soy “de su propiedad” y pueda estarse metiendo en mi vida todas las veces que se le da la gana. La puerta se abre y él entra.—¿No bajaras a comer? —me pregunta—la cena ya está lista.—Hmm no tengo hambre —mentí, volviendo la vista a la tablet. Recordé el tipo que estaba en el patio anoche, sentía que nos observaban. ¿No se supone que Enrique tiene buena seguridad?—¿Que pasa? Te noto un poco extraña.—No me pasa nada. ¿La seguridad es buena? —le pregunté.—¿A que viene tu pregunta? —se sentó en el borde de la cama.—Solamente quiero saber, digo, al menos así me puedo sentir más segura.No estoy segura de si decirle que anoche miré a alguien en el patio, siento que Enrique se alarmará, sin embargo,
NUEVE AÑOS DESPUÉS...—¡Enrique! ¡¡Enrique!! ¡Enrique! — Unas cuantas personas corearon en su apoyo mientras le veían tomar su sexto y último trago de alcohol servido en vasitos de cristal mientras su competidor ni siquiera se le acercaba.Levantó la última copa victorioso.—¡He ganado! — Exclamó al mismo tiempo y todos le vitorearon antes de que la bajara.—Esta noche invito yo—. Ofreció en voz alta y los gritos para él se hicieron más fuertes. Suspiró y se volvió hacia su competidor. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras le ponía una mano en el hombro.—Nunca pierdo. Recuérdalo siempre antes de volver a desafiarme—. Le dijo con una breve sonrisa antes de levantarse de su asiento. Sus ojos se desviaron por un segundo mientras se sentía ligeramente mareado.La pista de baile brillaba con rayos rojos, azules y blancos, como las luces de una discoteca. Todos los presentes movían el cuerpo al ritmo de la música que pinchaba el DJ a través de los altavoces.Enrique asintió con la ca
El Convertible negro de Enrique se detuvo frente al alto edificio visiblemente formado por las gafas de espejo. Salió suavemente del coche vestido con traje azul oscuro de Armani, zapatos y una nueva edición de gafas de sol oscuras Ray-Ban. Llevaba el pelo cuidadosamente peinado hacia atrás en su habitual coleta, pero esta vez se esforzó por ocultar la cola dentro de la banda. Estaba tan guapo como siempre, con el vello facial corto y bien cuidado.—No tiene ni un rasguño—. Advirtió al guardia de seguridad, mientras le entregaba las llaves del coche antes de seguir caminando hacia el edificio.—Sí, señor—. Respondió el guardia mientras Enrique se alejaba. Subió unas escaleras hacia la entrada principal.—Buenos días, señor—. Los guardias de la entrada saludaron y él correspondió.—Buenos días—. Respondió también con una sonrisa antes de que un guardia empujara la puerta de cristal y él entrara en el edificio. Todo era principalmente de color blanco y gris; las paredes, la decoración e
Isabella se sentó nerviosa junto a otros cuatro aspirantes. Se frotó las palmas de las manos sudorosas y volvió a peinarse el pelo con la mano. La espera la estaba matando. Pensó en lo que haría si este trabajo no salía bien, pero, de nuevo, se aseguró a sí misma de que iba a salir bien. Tenía todos los certificados necesarios. Vestía adecuadamente. Todo lo que tenía que hacer era hablar con confianza y nada saldría mal.Echó un ligero vistazo a los cuatro aspirantes que esperaban su turno igual que ella, mientras el resto esperaba abajo. Subían de cinco en cinco para conocer al jefe. Por suerte para ella, estaba entre los cinco primeros. Nunca había conocido al director general en persona y no había tenido tiempo de investigar a fondo sobre él.No puede ser tan difícil tratar con él.se decía a sí misma mientras entraba en el edificio. Mientras miraba a los demás aspirantes, se dio cuenta de que iban mejor vestidos que ella. Mientras que su falda y su top mostraban que estaban hechos
Isabella respiró hondo mientras miraba durante un segundo a la joven que le abría la puerta. Después de asegurarse de que estaba bien, entró en el despacho dando pasos suaves. Al final, se detuvo, como congelada, mirando al hombre que estaba un poco más lejos de ella, con la cabeza inclinada, concentrado en su trabajo. De repente, la puerta se cerró tras ella sobresaltándola. Tras echar un vistazo detrás de ella, se dio cuenta de que la joven había cerrado la puerta sin avisarla.Qué grosera.concluyó Isabella en su interior. Suspiró mientras finalmente decidía marchar hacia adelante, sus zapatos la incomodaban un poco. Sus tacones no eran tan altos como cualquiera podría esperar, pero había una clara diferencia entre la talla de zapatos de ella y la de su compañera de cuarto. Isabella había convencido a su compañera de piso de que podría superar la entrevista poniéndose los zapatos. Su compañera de piso se había opuesto, pero Isabella no se echaría atrásPodrías haberte comprado unos
Mientras se miraban a los ojos, a él le parecía increíble que ella no pudiera reconocer quién era él. La miraba y la reconocía. ¿Por qué su situación no era la misma? Claro que él había cambiado mucho, pero para ser alguien que había pasado mucho tiempo con él, ella debería haber sido capaz de reconocerlo.Quizás lo había borrado completamente de su memoria. ¿Por qué no iba a hacerlo? Para empezar, nunca lo había tenido en mente. Borrarlo de sus recuerdos sería pan comido para ella. Parecía haberlo superado bastante bien. Una parte de ese pensamiento lo enfureció. Sintió que algo se encendía dentro de él.—Dígame, señorita Knight... ¿recuerda bien números, lugares y.… caras?Ella frunció ligeramente las cejas ante la inesperada pregunta. A veces se preguntaba si todo esto formaba parte de la entrevista. Sin embargo, no iba a darle nada de lo que quejarse.—Claro que si—. Contestó, haciendo todo lo posible por mantener la calma.Una extraña mueca apareció de repente en la comisura de s