—¡Gracias a Dios! —exclamó Maddi. —A Dios y a Robocop —murmuró James—. Mamá, ¿por qué no hablas con él para que venga? Creo que se lastimó. Meli asintió pero antes miró a su hija y Nahia asintió. —Yo me ocupo —dijo corriendo de regreso a la cocina. Por su parte, apenas los King habían salido, Aa
Nahia no se sorprendió de que aquel lugar pareciera más un bunker de guerra que un hogar. La casa era enorme, pero la decoración era minimalista, sin un solo toque de color, y ella sabía que eso no era solo porque Aaron fuera un hombre práctico, sino porque no se sentía a gusto allí. —¿Cuánto tiemp
Quería decirle que no volviera a hacer algo como eso, que no volviera a asustarla de aquella manera, pero sabía que para Aaron era imposible ver el peligro y no lanzarse de cabeza a él. —Me tranquiliza saber que estarás bien... —murmuró—. Si me necesitas, ya sabes dónde encontrarme. Salió de allí
Nahia sintió la tensión en la espalda de Aaron, pasó un poco de espuma tibia sobre ella y masajeó suavemente aquellos nudos de dolor. Él suspiró aliviado cuando la tensión muscular empezó a remitir. Nahia metió la mano en el agua tibia perfumada con lavanda y continuó el masaje, sintiendo cómo el ca
—Tú ganas... cinco... te los pago en cuotas. Sus manos bajaron desde sus caderas hasta las nalgas de Nahia y ella se estremeció mientras Aaron la apretaba contra la pared. Deslizó una mano hacia su cuello, acariciando su piel con ternura y pasándole los dedos por el cabello. Sus besos iban dejando
Nahia sentía que salía de la realidad mientras Aaron la besaba con pasión, sus manos recorrían su cuerpo con una mezcla de ternura y fuerza que la hacia desfallecer. Una era suave y delicada, la otra era fría y demandante, pero las dos eran suyas. Se movían juntos como si nunca se hubieran separado
—Lo sé... lo sé, pero esperaba... esperaba que al menos tuvieras una familia completa, que fueras feliz. —¿Esperabas que fuera feliz con otro? —lo increpó ella. —Creí que no podrías ser feliz conmigo —confesó él. —Eres un imbécil —rezongó Nahia. —Eso ya ha quedado demostrado en innumerables ocas
Nahia respiró profundo frente a la puerta de la casa de Aaron. Tocó un par de veces y él le abrió con una sonrisa que habría derretido los polos. —Señora supervisora, por favor pase —le dijo echándose a un lado y Nahia se fijó en que llevaba aquel arnés bien apretado. —¿Por cuánto tiempo te lo man