Aaron frunció el ceño. Definitivamente no recordaba que hubiera ninguna cafetería por allí, pero exactamente a los quince minutos vio un edificio que por fuera decía HOT CAFFÉ. Entró para pedir un capuchino de caramelo y pestañeó tres veces cuando lo que le entregaron fue a un moreno de uno ochenta.
Nahia puso los ojos en blanco y rezongó. —¡Ya baja eso, papá! ¡No le vas a disparar a nadie! —espetó Nahia. —¡Oye, yo podría! —¡Y él podría esquivar perfectamente la bala, así que no te molestes! —A ver a ver —replicó Nathan—. ¿Cómo es que esquivar una bala? Es Robocop, no Superman, tampoco te e
Hubiera preferido los cartuchos de Nathan, por desgracia esa era la verdad. Ya no había tiempo para las discusiones, las bromas y la rabia que llevaba al sexo de reconciliación, porque de ese ya no habría más. —¡Nahia, espera! ¡Por favor espera...! —la detuvo—. Por favor... Ella apretó los labios
—¿Puedo ir a conocerlo? —preguntó. —Sí, claro —accedió Meli y Aaron estrujó su chaqueta con nerviosismo acercándose a él. El chico miraba a un pequeño lago que había a unos treinta metros, pero mientras los demás chicos jugaban cerca, él no lo hacía. Aaron empujó la silla hasta el pequeño muelle
Nahia y Aaron se miraron por un solo segundo antes de salir corriendo hacia el edificio central. Los murmullos y la estela de niños asustados los dirigió a la cocina para encontrarse a Meli y a Maddison desesperadas frente a la puerta de la nevera. —¿Qué pasó? —le gritó Nahia llegando. —¡Camille,
—¡Gracias a Dios! —exclamó Maddi. —A Dios y a Robocop —murmuró James—. Mamá, ¿por qué no hablas con él para que venga? Creo que se lastimó. Meli asintió pero antes miró a su hija y Nahia asintió. —Yo me ocupo —dijo corriendo de regreso a la cocina. Por su parte, apenas los King habían salido, Aa
Nahia no se sorprendió de que aquel lugar pareciera más un bunker de guerra que un hogar. La casa era enorme, pero la decoración era minimalista, sin un solo toque de color, y ella sabía que eso no era solo porque Aaron fuera un hombre práctico, sino porque no se sentía a gusto allí. —¿Cuánto tiemp
Quería decirle que no volviera a hacer algo como eso, que no volviera a asustarla de aquella manera, pero sabía que para Aaron era imposible ver el peligro y no lanzarse de cabeza a él. —Me tranquiliza saber que estarás bien... —murmuró—. Si me necesitas, ya sabes dónde encontrarme. Salió de allí