—¿Tienes... tienes una hija? —preguntó él con voz ronca y un poco ahogada. —Sí —respondió Nahia sin inmutarse. —¿Y qué... qué edad tiene? Quería que la tierra se lo tragara, solo de pensar que Nahia podía haberse quedado embarazada de él sin que lo supiera en todo aquel tiempo le estrujaba el cor
Aaron miró aquellos documentos por centésima vez en la madrugada. Ni siquiera quería leerlos o saber qué demandaba Nahia, sabía que obtener su libertad era lo único que podía interesarle de él. —Agárrala con la otra mano, que con la fuerza que traes en esa vas a hacerla estallar en pedazos —rio una
Aaron asintió en silencio y sobra decir que no logró dormir en toda la noche. No dejaba de pensar en Nahia, no había querido verla más, ni saber de ella, ni buscarla, porque estaba seguro de que tarde o temprano terminaría lastimándola aún peor. Pero al día siguiente no le quedó más remedio que arr
Durante todo el vuelo de regreso a Inglaterra, Nahia no había podido dejar de pensar en las palabras de Katerina. Era difícil aceptar que todo había terminado así. Si era honesta Nahia debía reconocer que esperaba que durara para toda la vida... pero eso parecía completamente imposible. Apenas lleg
Los paramédicos lo sacaron lleno de sangre y con la cara morada, y para cuando llegó de regreso a la mansión Orlenko al día siguiente ya traía todo hinchado. —¿¡Y a ti qué demonios te pasó!? —rugió Aaron, que jamás había tolerado que alguien golpeara a su hermano—. ¿¡Quién fue!? ¡Que te juro que lo
Nahia venía tomando su café. Venía tomando su café, tranquila. Venía tomando su café caliente. Y todo lo escupió en el momento en que abrió aquella puerta y se encontró a Aaron semidesnudo frente a ella. ¡A ver... lo semidesnudo no era lo peor! Hasta pantalón llevaba, solo se había quitado la cam
Nahia apretó los labios. Podía entenderlo, pero tener a Aaron cerca, aunque fuera por la causa más noble del mundo, era difícil para ella. —¿No podías hacer todo esto en Ucrania? —lo interrogó y él negó mirándola a los ojos. —El equipo médico que hace la cirugía está aquí, en Inglaterra —murmuró—.
Aaron frunció el ceño. Definitivamente no recordaba que hubiera ninguna cafetería por allí, pero exactamente a los quince minutos vio un edificio que por fuera decía HOT CAFFÉ. Entró para pedir un capuchino de caramelo y pestañeó tres veces cuando lo que le entregaron fue a un moreno de uno ochenta.