Los paramédicos lo sacaron lleno de sangre y con la cara morada, y para cuando llegó de regreso a la mansión Orlenko al día siguiente ya traía todo hinchado. —¿¡Y a ti qué demonios te pasó!? —rugió Aaron, que jamás había tolerado que alguien golpeara a su hermano—. ¿¡Quién fue!? ¡Que te juro que lo
Nahia venía tomando su café. Venía tomando su café, tranquila. Venía tomando su café caliente. Y todo lo escupió en el momento en que abrió aquella puerta y se encontró a Aaron semidesnudo frente a ella. ¡A ver... lo semidesnudo no era lo peor! Hasta pantalón llevaba, solo se había quitado la cam
Nahia apretó los labios. Podía entenderlo, pero tener a Aaron cerca, aunque fuera por la causa más noble del mundo, era difícil para ella. —¿No podías hacer todo esto en Ucrania? —lo interrogó y él negó mirándola a los ojos. —El equipo médico que hace la cirugía está aquí, en Inglaterra —murmuró—.
Aaron frunció el ceño. Definitivamente no recordaba que hubiera ninguna cafetería por allí, pero exactamente a los quince minutos vio un edificio que por fuera decía HOT CAFFÉ. Entró para pedir un capuchino de caramelo y pestañeó tres veces cuando lo que le entregaron fue a un moreno de uno ochenta.
Nahia puso los ojos en blanco y rezongó. —¡Ya baja eso, papá! ¡No le vas a disparar a nadie! —espetó Nahia. —¡Oye, yo podría! —¡Y él podría esquivar perfectamente la bala, así que no te molestes! —A ver a ver —replicó Nathan—. ¿Cómo es que esquivar una bala? Es Robocop, no Superman, tampoco te e
Hubiera preferido los cartuchos de Nathan, por desgracia esa era la verdad. Ya no había tiempo para las discusiones, las bromas y la rabia que llevaba al sexo de reconciliación, porque de ese ya no habría más. —¡Nahia, espera! ¡Por favor espera...! —la detuvo—. Por favor... Ella apretó los labios
—¿Puedo ir a conocerlo? —preguntó. —Sí, claro —accedió Meli y Aaron estrujó su chaqueta con nerviosismo acercándose a él. El chico miraba a un pequeño lago que había a unos treinta metros, pero mientras los demás chicos jugaban cerca, él no lo hacía. Aaron empujó la silla hasta el pequeño muelle
Nahia y Aaron se miraron por un solo segundo antes de salir corriendo hacia el edificio central. Los murmullos y la estela de niños asustados los dirigió a la cocina para encontrarse a Meli y a Maddison desesperadas frente a la puerta de la nevera. —¿Qué pasó? —le gritó Nahia llegando. —¡Camille,