El segundo disparo le agujereó el otro pie y el hombre gritó de dolor. —Y que una cucaracha rastrera como tú —gruñó con rabia poniendo el cañón contra su mano—, se atreva a poner un dedo sobre mi familia y crea que yo lo voy a dejar pasar... bueno, ese es otro gran error. El tercer disparo le hizo
Nahia ni siquiera lo miró mientras subían en el ascensor, pero de vez en cuando le daba vuelta en la mano a aquella sartén y Aaron la miraba de reojo, como si no creyera que de verdad fuera tan violenta. Sin embargo apenas entraron a la habitación cuando ella le apuntó con aquel sartén con más conv
A lo lejos, el reloj marcaba las ocho de la mañana y Nahia alcanzó el control remoto que corrió completamente las cortinas de la habitación. —Para mí la noche no se ha terminado —murmuró y Aaron sintió que se le aflojaban las rodillas por primera vez desde que se había subido a aquella jaula. —Nah
—Claro que hay mucho más... hay todo un cielo allá arriba y yo quiero que tú lo alcances conmigo, nena —lo escuchó decir Nahia mientras se derretía entre sus brazos. —Entonces voy a comprar todos los pasajes en ese avión, Robocop —contestó besándolo de nuevo. Aaron levantó a Nahia, la hizo enredar
A Aaron se le hinchó el pecho solo de escuchar aquello y la besó con desesperación, como si fuera un sueño que pudiera escapársele. Pero la felicidad, que parecía que podía durar para siempre, pronto se vio amenazada por una buena noticia. No una mala, no, una buena noticia. —Todo parece indicar q
Nahia sintió que estaba dejando ir un pedacito de su alma cuando Aaron se despidió de ella. —Pórtate todo lo bien que puedas —le sonrió él, ya en la puerta, mientras tomaba sus labios con un beso suave. —¿Estás asumiendo que me voy a portar mal? —Por supuesto, pero eres una chica grande y sé que
—Pues... en Gales, ya te lo dije ayer —murmuró Aaron sin entender el motivo de la pregunta y ella apretó los dientes—. Creo que estoy cerca de dar con la pista de Martin, quizás el próximo fin de semana ya pueda estar de regreso. A Nahia se le llenaron los ojos de lágrimas, pero la voz no le tembló
Tres semanas después. Nahia estaba regresando. Le faltaban pocos kilómetros para llegar a su departamento cuando recibió aquella llamada de su madre. Algo había pasado con Martin Prescott, había atacado a Maddi y a unos bebés y la necesitaban, así que de inmediato se desvió y tomó la carretera haci