Nahia sentía que tenía los sentidos embotados mientras se sentaba en la cama y se quedaba mirando al vacío, tratando de ubicarse sin mucho éxito. Le dolía el cuerpo y se sentía demasiado cansada, pero si seguía en la cama eso no iba a mejorar. Y cuando miró a su lado, donde Aaron dormía profundamen
La siguió más lentamente, intentando frenar sus celos, pero fue en vano. Vio a un chico acercarse a ella y leyó en su rostro una expresión divertida que solo podía significar que intentaría conquistarla. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad justo delante de él, pero antes de que hiciera un
Aaron Orlenko tenía que ser honesto en algo: estaba loco por aquella chica. Pero lo que más loco lo estaba volviendo era el hecho de que Nahia no parecía reaccionar. Aquello no era una coraza, era un bunker antimisiles lo que tenía alrededor del corazón. No hubo ni una sola mención después del epis
Enseguida vio a la señora King dirigir una mirada acusadora a su hija y a Nahia ponerse colorada hasta la raíz del cabello. Diez minutos después mientras la familia debatía los pormenores de la construcción, ella lo arrinconaba en una esquina de la cocina. —¿¡Cómo se te ocurrió!? —lo acusó Nahia c
Cuando Aaron Orlenko decía la palabra "juguetón", nadie más que él podía imaginarse las maldades que tenía en la cabeza. Pero a la dependienta de la tienda solo le interesaba que le pagaran así que le preparó la versión más perversa de aquellos modelos de lencería se lo entregó. —Controle aparte, p
—Déjeme adivinar. También me lo manda la señorita —siseó. —Pues sí. Y yo es por meterme pero todo esto me parecen muchas indirectas —se rio el cantinero. —Deme acá eso —dijo Aaron agarrando la copa y llevándosela a los labios—. ¡Y encima está bueno para el espectáculo! ¿Ella quiere un orgasmo chil
Nahia no era capaz de describir lo que estaba experimentando en aquel momento. Era como si una corriente eléctrica atravesara todo su cuerpo, paralizándola y a la vez haciéndola disfrutar como nunca en su vida. —¡Suelta eso, Aaron! —exclamó intentando alcanzar el pequeño control remoto que tenía en
—¡Qué sucio eres! —rezongó riéndose. —Pero me gustas también, y quiero intentarlo. No te dejaré ir, Nahia. Ya sé que soy complicado pero esto solo demuestra mi determinación. ¿Tú no quieres intentarlo? Nahia pasó saliva, pero ¿qué diablos iba a comenzar a negar a aquella hora? —Solo un poquito...