Nahia no era capaz de describir lo que estaba experimentando en aquel momento. Era como si una corriente eléctrica atravesara todo su cuerpo, paralizándola y a la vez haciéndola disfrutar como nunca en su vida. —¡Suelta eso, Aaron! —exclamó intentando alcanzar el pequeño control remoto que tenía en
—¡Qué sucio eres! —rezongó riéndose. —Pero me gustas también, y quiero intentarlo. No te dejaré ir, Nahia. Ya sé que soy complicado pero esto solo demuestra mi determinación. ¿Tú no quieres intentarlo? Nahia pasó saliva, pero ¿qué diablos iba a comenzar a negar a aquella hora? —Solo un poquito...
Aaron sonrió al ver a Nahia dormida en aquel sofá. Era tan linda la condenada que le daban ganas de quedarse abrazándola para siempre, pero la verdad era que todavía había mucho entre los dos que ella debía saber. La levantó en brazos y se la llevó a la cama, y procuró portarse como un caballero.
Tres excusas después Aaron le colgó a su asistente y se giró hacia Nahia, que lo miraba con curiosidad. —¿Me cuentas? —le pidió. —Te cuento lo que quieras, Nahia, pero tengo que ir a Londres de inmediato —respondió él con tono asustado y la muchacha lo miró con preocupación. —¿Pasó algo malo? —lo
—No, no, no, no no... no es seguro a donde voy, Nahia —dijo Aaron abriendo mucho los ojos—. No puedo estar buscando a Jared y preocupándome por ti a la misma vez... —Es que no vas a tener que preocuparte por mí... a menos que creas que el acosador de mi cuñada puede estar en Bulgaria —replicó ella.
—¿Y por qué la mafia se llevaría a una periodista? —Bueno, en esta ciudad la mafia controla al gobierno —replicó Aaron, si ella tenía algo interesante que pudiera afectarlos... creo que se trataba más que de un simple caso de mala praxis. Nahia asintió y echó a andar el auto para alejarse de allí.
Nahia se quedó petrificada cuando vio a Aaron entrar en el club. No necesitaba escucharlos, la expresión de los dos gorilas gritaba "Sí, señor" y "Perdón, señor" más alto que cualquier palabra. Lo vio subir a uno de los reservados del segundo piso y se le quedó observando. Aaron, por su parte, ense
—Trato hecho —sentenció—. Te doy cuatro horas para reunir a tus peleadores. En la madrugada... empezaremos. Los dos hombres estrecharon las manos para cerrar el acuerdo, pero antes de que Aaron hiciera cualquier movimiento, aquellos cuatro hombres armados se lo llevaron a un cuarto y por todo el cl