Aaron sostuvo a Nahia porque se veía que las náuseas apenas la dejaban tenerse en pie. —Vamos nena, levanta la cabeza, por favor, mírame... mírame —le suplicó. La muchacha trató de agarrarse de algo, pero sentía que estaba a punto de desmayarse. Había vómito sobre su ropa y eso le daba más asco to
—Bueno... me equivoqué... —contestó Jared—. Provoqué un incidente... —Lo sé, pero si piensas hacer carrera como guardaespaldas sin equivocarte y sin incidentes, entonces elegiste la profesión equivocada —replicó Aaron—. Solo tienes que aprender de esto y seguir. De hecho ya tenía preparada para ti
Debían ser quizás las nueve de la mañana cuando Vanessa intentó pasar su credencial de estudiante por la entrada al estacionamiento universitario, solo para ver una larga línea iluminada en rojo en el aparato, rechazando su tarjeta. —¿¡Qué demonios!? —Se bajó del auto y volvió a pasar la tarjeta ot
—Por favor, nena, tienes que tomar algo. —No quiero... —murmuró ella con un puchero. Aaron suspiró con resignación. —Ya sé que no tienes ganas, pero te deshidrataste, si no empiezas a beber tendrás que seguir con sueros —dijo con suavidad mientras tomaba asiento en el borde de la cama. Nahia mir
Nahia sentía que tenía los sentidos embotados mientras se sentaba en la cama y se quedaba mirando al vacío, tratando de ubicarse sin mucho éxito. Le dolía el cuerpo y se sentía demasiado cansada, pero si seguía en la cama eso no iba a mejorar. Y cuando miró a su lado, donde Aaron dormía profundamen
La siguió más lentamente, intentando frenar sus celos, pero fue en vano. Vio a un chico acercarse a ella y leyó en su rostro una expresión divertida que solo podía significar que intentaría conquistarla. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad justo delante de él, pero antes de que hiciera un
Aaron Orlenko tenía que ser honesto en algo: estaba loco por aquella chica. Pero lo que más loco lo estaba volviendo era el hecho de que Nahia no parecía reaccionar. Aquello no era una coraza, era un bunker antimisiles lo que tenía alrededor del corazón. No hubo ni una sola mención después del epis
Enseguida vio a la señora King dirigir una mirada acusadora a su hija y a Nahia ponerse colorada hasta la raíz del cabello. Diez minutos después mientras la familia debatía los pormenores de la construcción, ella lo arrinconaba en una esquina de la cocina. —¿¡Cómo se te ocurrió!? —lo acusó Nahia c