Aaron lo miró de arriba abajo. Era un poco más alto que él, y físicamente todo lo opuesto: rubio, ojos claros y cara de presidente de la maldit@ república. Vaya, lo que se llamaba un hombre de su casa, pero bien formado y con un arma. —Buenas tardes, señor Orlenko —lo saludó con respeto el guardaes
—¡No puedo creer que de verdad te estés portando así por ella! Solo eres su guardaespaldas —gruñó Vanessa—. ¿Qué nadie te habló nunca de clases sociales? ¡Esa sangre azul de los King no se mezcla, cielo! La gente poderosa no se fija en sus empleados más que para usarlos. Aaron respiró profundo y se
Tenía dos opciones, rendirse o persistir. No estaba en la naturaleza de un Orlenko rendirse, pero ¿cómo podía persistir sabiendo que simplemente se había equivocado? Para eso tenía que empezar por perdonarse la burrada que había hecho y tratar de conseguir el perdón de Nahia pero no era tan simple.
—Sí, eso es exactamente lo que estoy haciendo —sentenció él—. Tienes veinticuatro horas para alejarte, y esa será la única oportunidad que te dé —dijo Aaron con el ceño fruncido—. Pero si sigues molestando a Nahia, si intentas dañarla de alguna forma o simplemente la incomodas, te garantizo que te s
Aaron sostuvo a Nahia porque se veía que las náuseas apenas la dejaban tenerse en pie. —Vamos nena, levanta la cabeza, por favor, mírame... mírame —le suplicó. La muchacha trató de agarrarse de algo, pero sentía que estaba a punto de desmayarse. Había vómito sobre su ropa y eso le daba más asco to
—Bueno... me equivoqué... —contestó Jared—. Provoqué un incidente... —Lo sé, pero si piensas hacer carrera como guardaespaldas sin equivocarte y sin incidentes, entonces elegiste la profesión equivocada —replicó Aaron—. Solo tienes que aprender de esto y seguir. De hecho ya tenía preparada para ti
Debían ser quizás las nueve de la mañana cuando Vanessa intentó pasar su credencial de estudiante por la entrada al estacionamiento universitario, solo para ver una larga línea iluminada en rojo en el aparato, rechazando su tarjeta. —¿¡Qué demonios!? —Se bajó del auto y volvió a pasar la tarjeta ot
—Por favor, nena, tienes que tomar algo. —No quiero... —murmuró ella con un puchero. Aaron suspiró con resignación. —Ya sé que no tienes ganas, pero te deshidrataste, si no empiezas a beber tendrás que seguir con sueros —dijo con suavidad mientras tomaba asiento en el borde de la cama. Nahia mir