Era como una patada en el estómago, una que le sacaba el aire y lo llenaba de rabia al darse cuenta de que aquella era la voz de Martin Prescott. —¿¡Qué le hiciste a Maddi!? ¿¡Dónde está!? —gritó furioso pero no necesitó preguntar dos veces porque el llanto de los bebés de fondo le decían que estab
James apretó los dientes. —De preferencia que pueda caminar hasta la cárcel —gruñó. —Haré lo que pueda —sentenció Aaron entregándole un audífono para que se lo pusiera—. Pero no le prometo nada. Echó a andar hacia el patio posterior mientras James subía las escaleras desde la entrada principal e
—¡Los bebés! —y aquellas dos palabras fueron una orden. James entró corriendo y se agachó junto a Maddi, que se había dejado resbalar por la pared de la impresión. —¡Nena! ¡Nena, mírame, estás bien! ¿Estás bien? La puso de pie, revisando rápidamente su ropa, que estaba intacta, pero ella parecía
James se quedó mudo cuando escuchó el grito, pero no vio a Martin intentando agarrarse del vacío frente a sus manos mientras caía. Corrió hacia el borde, pero en solo un par de segundos se escuchó aquel golpe seco contra el suelo. Se asomó al borde de la terraza y vio allá abajo el cuerpo de Martin,
—Entendido, señora. Ahora déjame ir a limpiar un poco antes de que regresen los niños. Mientras tanto Maddi iba muda en aquel auto que casi llegaba al hospital. Las manos le temblaban sin que pudiera evitarlo y las náuseas apenas la dejaban abrir los ojos. —Dime qué pasó, James. Tienes que decírme
James no supo cómo interpretar su expresión, pero cuando la vio respirar profundamente antes de hablar supo que estaba a punto de decir algo muy delicado. —Maddison... —dijo tomando una silla y poniéndola al otro lado de la cama para sentarse frente a ellos—. Tenemos que conversar sobre algo import
Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están muy bien! Son tres. ¡Y los tres están
La enfermera negó después de revisar la tablilla de indicaciones y luego se acercó a la parte posterior de la camilla, de donde colgaba el extremo de la vía de suero. —No, no creo que la hayan llevado a ningún lugar... creo que se fue. James sintió que el corazón se le subía a la garganta al escuc