—Es mejor prevenir ¿no? —murmuró. —Bueno, como quieras. Solo procura traer a alguien agradable. Para Rex Lanning conseguir quien lo acompañara no era precisamente un problema, aunque últimamente aquella larga lista de mujeres en su agenda telefónica había dejado de enorgullecerlo. Llamó a varias
Las manos le temblaban, el pecho le dolía. El mundo daba vueltas a su alrededor como si se estuviera destruyendo poco a poco. A lo lejos alguien gritaba su nombre y de repente en su campo de visión, que solo incluía el blanco borroso del techo, se colaron un montón de rostros preocupados. —¡Rex, Re
—Señor Lanning, por favor —le dijo Will con la mayor amabilidad del mundo, abriéndole la puerta de la camioneta que él estaba conduciendo. —No... no quiero molestar —murmuró Rex mesándose los cabellos—. Además tengo que pasar por una farmacia para comprar las medicinas que me mandaron y... —¡Ningu
Rex sintió que el corazón se le encogía, nueve años después era capaz de recordar esas palabras. Esas mismas que habían salido de su boca cuando le había propuesto sumarse a aquella orgía que ya tenía con otras tres mujeres. —¿Estás haciendo esto para vengarte de mí? —le preguntó mirándola a los oj
—¿Esssss mi impresiónnnn... o tú estás tratando de noquear a Willllllcito? —le preguntó Nathan en un susurro, arrastrando la lengua. —¡Cállate que esto es por tu culpa! —gruñó Rex—. ¿Cómo se te ocurrió dejarlos dormir solos? —¿Y qué te crees que hacccccccen en Europa? ¿Jugar a las casitasssssss...
Sophia abrió mucho lo ojos cuando Meli dijo aquello: —¡¿Y por qué no se casan aquí?! —¿Eh? Pero si ella casi había escupido el café, Rex se había quemado con él hasta el esófago y a alguien no le había pasado desapercibido. —Mamá, entonces tendríamos que hacer una boda doble —respondió Sophia—.
—Sí, claro —asintió Rex porque no podía decir otra cosa. Así que mientras comenzaban los preparativos para la boda, él se disculpó y se retiró a su habitación, contemplando a todos a través de la ventana. No sabía qué era lo que sentía, quizás era un poco de envidia, muchos celos, tal vez tristeza,
—¿Y para cuántos invitados? —preguntó este último. —Pues... ya veremos, igual solo será la familia —respondió Will con alegría. —¿Y si seguimos buscando? —preguntó Rex viendo que aquella decisión se tomaba demasiado rápido—. ¿Quizás podamos encontrar algo mejor? —¿Algo mejor? —Will arrugó el ceño