Rex aguzó la vista y se fijó entonces en un hombre que caminaba detrás de ella, siguiéndola entre la gente. En un segundo sintió un escalofrío que no pudo explicar, no supo si por la actitud del hombre o porque Abby no se había dado cuenta de que alguien la seguía, pero Rex dejó su copa de champaña
—¿Estás seguro de que quieres saberlo? ¡No, claro que no estaba seguro! ¿Cómo iba a querer escuchar la historia de cómo algún hijo de put@ le había roto el corazón a Abby? Sin embargo vivir en la ignorancia no lo ayudaría para nada a entender a aquella mujer y a ella de verdad quería entenderla. —
Rex sonrió con cierto alivio y luego suspiró. —OK, OK, regreso. ¿Cuándo llega? —En una semana. Vamos a ir todos al aeropuerto a recibirlos, con los globos, la música y el alboroto, así que ven lo más pronto posible. ¡Si te pierdes esto te juro que te voy a hacer vadú, Rex! —¡Vudú, tarada! —¡Eso
Un león en una jaula, recién traído del África, confundido y enojado, habría tenido mejor carácter que Rex Lanning. Aquella cuenta regresiva lo estaba matando, cada hora se le hacía un minuto, cada día se le hacía una hora. Ni siquiera era capaz de controlar la tensión tan grande que sentía mientras
—Es mejor prevenir ¿no? —murmuró. —Bueno, como quieras. Solo procura traer a alguien agradable. Para Rex Lanning conseguir quien lo acompañara no era precisamente un problema, aunque últimamente aquella larga lista de mujeres en su agenda telefónica había dejado de enorgullecerlo. Llamó a varias
Las manos le temblaban, el pecho le dolía. El mundo daba vueltas a su alrededor como si se estuviera destruyendo poco a poco. A lo lejos alguien gritaba su nombre y de repente en su campo de visión, que solo incluía el blanco borroso del techo, se colaron un montón de rostros preocupados. —¡Rex, Re
—Señor Lanning, por favor —le dijo Will con la mayor amabilidad del mundo, abriéndole la puerta de la camioneta que él estaba conduciendo. —No... no quiero molestar —murmuró Rex mesándose los cabellos—. Además tengo que pasar por una farmacia para comprar las medicinas que me mandaron y... —¡Ningu
Rex sintió que el corazón se le encogía, nueve años después era capaz de recordar esas palabras. Esas mismas que habían salido de su boca cuando le había propuesto sumarse a aquella orgía que ya tenía con otras tres mujeres. —¿Estás haciendo esto para vengarte de mí? —le preguntó mirándola a los oj