Y en parte tenía razón, porque mientras Rex conducía su auto a toda velocidad, solo podía pensar en que aquella mujer lo estaba volviendo completamente loco. Condujo en círculos pensando a dónde demonios llevarla, a su departamento no iba a regresar y tampoco sabía dónde se estaba quedando ella, así
Abby sintió que se estremecía mientras Rex la estrechaba contra su cuerpo y la besaba con posesividad. Sabía a hombre grande y dominante, y ese era un afrodisiaco natural. Por más que tratara de resistirse, era evidente que los dos se traían unas ganas demasiado grandes. —Rex... en serio ¿qué haces
"Maldición, Rex, has corrido desnudo por el estadio, esto no te puede dar pena", se dijo. Así que cuando llegó al mostrador disparó. —Mi chica tiene el periodo. ¿Cómo la ayudo? —¡Huye por tu vida! —dijo el hombre que estaba en la fila detrás de él. —¡No, solo los cobardes huyen, los hombres vali
Lo único que había en la mente de Rex mientras conducía en el tráfico de pesadilla de Nueva York, era que ella había tratado de decirle algo respecto a aquella propuesta y él no la había dejado, solo le había insistido una y otra vez para que la tomara, porque necesitaba una excusa para que ella se
—Entonces ¿qué tengo que hacer para que te quedes? —Nada, simplemente debo seguir trabajando... lo lamento. Rex no insistió más, pero esa noche cuando llegó a su puerta no le pidió quedarse. Se marchó a su hotel mientras pensaba en todas las implicaciones de lo que había sucedido ese día y sobre t
—OK, un mes. ¡Pero solo un mes! Y para él empezar por un mes era perfecto. Pronte se dieron cuenta de que ninguno de los dos había tenido una relación seria en su vida, y contarse eso fue una forma de admitir que tampoco sabían cómo vivir juntos. Sin embargo, increíblemente, eso no fue un problema.
A Rex se le secó hasta la garganta. Le sostuvo la barbilla por un momento y la miró a los ojos. No pudo evitar sentir un aleteo de excitación en su pecho al mirarla. Era tan increíblemente hermosa que se sentía embriagado por ella, solo quería tocarla y sentir su cuerpo sudando contra el suyo. —¿Es
—¿Está bien, muñeca? —preguntó acariciando sus muslos con suavidad, dándole tiempo para que se adaptara. Sus bocas se unieron en un beso que subió de intensidad en un segundo y Abby enterró los dedos en su espalda mientras comenzaba a moverse sobre él despacio. La sensación era increíble, sus cuerp