Rex se sentó en su cama con cansancio. El sol ya había salido y él apenas había podido dormir. A ver, era un mujeriego, pero algo de vergüenza sí que tenía, y se sentía apenado porque Gloria hubiera hecho aunque fuera un mínimo escándalo en la exposición de Abby, al final ninguna de las dos era nada
—Tú ensúciame sin pena —respondió Abby alargando la mano y el tipo la estrechó con un ronroneo. —Connan —se presentó. —¿Como El Bárbaro? —Peor que él —se rio el hombre y Rex estaba a punto del colapso. La había llevado para resolver su problema y ella estaba coqueteando descaradamente en sus nari
(Antes de comenzar a leer el capítulo, por favor busca la canción "Ella" de Ricardo Arjona. Tenla lista, ya sabrás cuándo pasarla) Treinta y siete años, dueño de un equipo de fútbol, sexy, amable, con una herramienta poderosa con la que trabajar y una sonrisa moja bragas que ya había conquistado a
La besó en cada semáforo en el que se detuvieron, la vio cerrar los ojos y gemir mientras la tocaba. La besó en el ascensor mientras subían. La besó en el corredor frente a su departamento mientras trataba de meter el código en el panel de la puerta. Con un hormigueo de excitación, Abby siguió a Re
Le tomó una hora, una de las más amargas de su vida, encontrar por fin uno de sus puñeteros amigos que lo había etiquetado en uno de los mejores bares de la ciudad, y condujo hacia allá como si el diablo le pisara los talones. El lugar estaba animado a aquella hora de la madrugada, las mesas de bil
Hagamos una aclaración válida: Rex Lanning tenía un corazón enorme. Amaba, amaba mucho, solo que jamás se había enamorado de una mujer. Había sido así desde que era muy joven, por suerte o por desgracia era bien parecido, así que chicas que asaltaran su cama era lo que le sobraba. Tampoco intentaba
Y en parte tenía razón, porque mientras Rex conducía su auto a toda velocidad, solo podía pensar en que aquella mujer lo estaba volviendo completamente loco. Condujo en círculos pensando a dónde demonios llevarla, a su departamento no iba a regresar y tampoco sabía dónde se estaba quedando ella, así
Abby sintió que se estremecía mientras Rex la estrechaba contra su cuerpo y la besaba con posesividad. Sabía a hombre grande y dominante, y ese era un afrodisiaco natural. Por más que tratara de resistirse, era evidente que los dos se traían unas ganas demasiado grandes. —Rex... en serio ¿qué haces