(Antes de comenzar a leer el capítulo, por favor busca la canción "Ella" de Ricardo Arjona. Tenla lista, ya sabrás cuándo pasarla) Treinta y siete años, dueño de un equipo de fútbol, sexy, amable, con una herramienta poderosa con la que trabajar y una sonrisa moja bragas que ya había conquistado a
La besó en cada semáforo en el que se detuvieron, la vio cerrar los ojos y gemir mientras la tocaba. La besó en el ascensor mientras subían. La besó en el corredor frente a su departamento mientras trataba de meter el código en el panel de la puerta. Con un hormigueo de excitación, Abby siguió a Re
Le tomó una hora, una de las más amargas de su vida, encontrar por fin uno de sus puñeteros amigos que lo había etiquetado en uno de los mejores bares de la ciudad, y condujo hacia allá como si el diablo le pisara los talones. El lugar estaba animado a aquella hora de la madrugada, las mesas de bil
Hagamos una aclaración válida: Rex Lanning tenía un corazón enorme. Amaba, amaba mucho, solo que jamás se había enamorado de una mujer. Había sido así desde que era muy joven, por suerte o por desgracia era bien parecido, así que chicas que asaltaran su cama era lo que le sobraba. Tampoco intentaba
Y en parte tenía razón, porque mientras Rex conducía su auto a toda velocidad, solo podía pensar en que aquella mujer lo estaba volviendo completamente loco. Condujo en círculos pensando a dónde demonios llevarla, a su departamento no iba a regresar y tampoco sabía dónde se estaba quedando ella, así
Abby sintió que se estremecía mientras Rex la estrechaba contra su cuerpo y la besaba con posesividad. Sabía a hombre grande y dominante, y ese era un afrodisiaco natural. Por más que tratara de resistirse, era evidente que los dos se traían unas ganas demasiado grandes. —Rex... en serio ¿qué haces
"Maldición, Rex, has corrido desnudo por el estadio, esto no te puede dar pena", se dijo. Así que cuando llegó al mostrador disparó. —Mi chica tiene el periodo. ¿Cómo la ayudo? —¡Huye por tu vida! —dijo el hombre que estaba en la fila detrás de él. —¡No, solo los cobardes huyen, los hombres vali
Lo único que había en la mente de Rex mientras conducía en el tráfico de pesadilla de Nueva York, era que ella había tratado de decirle algo respecto a aquella propuesta y él no la había dejado, solo le había insistido una y otra vez para que la tomara, porque necesitaba una excusa para que ella se