St. Armitage era una de las galerías más famosas y respetadas de Boston, tenía seis salones y exposiciones casi todos los días, muchas de ellas de arte contemporáneo. Rex atravesó las puertas, listo para comenzar a indagar sobre la loca que lo había dejado medio desquiciado y medio lisiado la noche
—¡Wow! Eres más inteligente de los pareces —sonrió Abby pasando junto a él. Rex la vio irse y aquellas palabras se quedaron rondando en su cabeza. "¿Alimento para mascotas?" —¿Acaba de decirme "perro"? —murmuró sorprendido y corrió tras ella—. ¡Oye...! —¡Rex, no! —dijo Abby girándose con impacie
Rex respiró profundo, hizo acopio de maldad y se dirigió a la galería, donde ya se estaba desarrollando la exposición. Escuchó atentamente la presentación de la anfitriona y sobre las cabezas de la gente, su mirada se encontró con la de Abby, vivaz y divertida. Esperó un tiempo prudencial para acer
Rex se sentó en su cama con cansancio. El sol ya había salido y él apenas había podido dormir. A ver, era un mujeriego, pero algo de vergüenza sí que tenía, y se sentía apenado porque Gloria hubiera hecho aunque fuera un mínimo escándalo en la exposición de Abby, al final ninguna de las dos era nada
—Tú ensúciame sin pena —respondió Abby alargando la mano y el tipo la estrechó con un ronroneo. —Connan —se presentó. —¿Como El Bárbaro? —Peor que él —se rio el hombre y Rex estaba a punto del colapso. La había llevado para resolver su problema y ella estaba coqueteando descaradamente en sus nari
(Antes de comenzar a leer el capítulo, por favor busca la canción "Ella" de Ricardo Arjona. Tenla lista, ya sabrás cuándo pasarla) Treinta y siete años, dueño de un equipo de fútbol, sexy, amable, con una herramienta poderosa con la que trabajar y una sonrisa moja bragas que ya había conquistado a
La besó en cada semáforo en el que se detuvieron, la vio cerrar los ojos y gemir mientras la tocaba. La besó en el ascensor mientras subían. La besó en el corredor frente a su departamento mientras trataba de meter el código en el panel de la puerta. Con un hormigueo de excitación, Abby siguió a Re
Le tomó una hora, una de las más amargas de su vida, encontrar por fin uno de sus puñeteros amigos que lo había etiquetado en uno de los mejores bares de la ciudad, y condujo hacia allá como si el diablo le pisara los talones. El lugar estaba animado a aquella hora de la madrugada, las mesas de bil