Nathan insistió en que volviera a subir la escalera primero, y ella finalmente cedió con una risa. Él la siguió de cerca, con sus manos recorriendo su cuerpo a medida que avanzaban. Solo cuando estuvieron a salvo en la privacidad del avión, se permitió besarla de verdad, profunda y apasionadamente.
—¡Más! ¡Más, por favor! —gimió Meli y Nathan sonrió extasiado, decidido a complacer a aquella mujer para el resto de su vida. La agarró por la cintura y comenzó a moverse con más fuerza, sacándola de su mundo de sensaciones para envolverla en una tormenta de placer donde no había nada más que los d
Viajar era espectacular, pero no había nada, absolutamente nada como esa sensación de regresar a casa. En cuanto Nathan y Meli atravesaron la puerta, se vieron envueltos en una oleada de abrazos y besos de sus hijos. Felices de estar de vuelta, los dos pasaron el resto del día poniéndose al día con
Nathan llevaba un traje negro y Meli un vestido azul de seda que le llegaba hasta los pies. Nathan estaba ansioso e irritable. No podía dejar de pensar en la última vez que habían interactuado con los Wilde, hacía ya dos años. Aquiles y Heather eran gente despreciable, miserables ladrones, y Stepha
Thomas Bharon pasó por todos los colores del arcoíris mientras Amelie lo miraba a los ojos. —¿Está segura de lo que está diciendo, señora King? —siseó entre dientes y Meli achicó los ojos—. Usted parece una mujer inteligente, ¿le parece inteligente enemistarse con el gobernador? Meli sonrió con in
—Lo sé, pero no la capturaron llevando a los niños, solo tiene en contra la declaración de varias personas al azar, y por desgracia Rex no pudo ver la cara de quien lo apuñaló —le explicó el fiscal, frustrado también. —¡Pero ella confesó! ¡Ella confesó, lo hizo delante de mí, delante de las cámaras
—¿Sabes cuál es el problema de la gente como Thomas Bharon? —¿Cuál? —Que son demasiado arrogantes como para dudar de sí mismos, creen que la gente tiene que obedecerlos solo porque ellos lo dicen, y no pueden aceptar que otras personas sean más inteligentes. ¿Qué crees si le damos a Bharon una pro
El problema con la opinión pública era justamente ese: no había que tener pruebas, solo bastaba con que una madre comprometida como la señora King abriera la boca para hacer semejante denuncia, para que todo el mundo la escuchara, porque todos en aquella ciudad habían estado pendientes del secuestro