Nathan bajó la cabeza con rapidez y se apoderó de su boca, besándola como si aquel fuera a ser su último beso. Meli sintió sus lágrimas en sus mejillas y las de él en sus labios, pero no podía hacer nada para detenerlo. No era justo que ella lo amara tanto cuando sabía que nunca podría ser suyo. Se
Marilyn sentía que le sonaban los oídos, como si tuviera un largo y estridente silbato de tren en los oídos. —¿Tu qué? —balbuceó. —Mi hermanito, Meli me dijo que había pasado la prueba para traerme uno —escuchó decir a su hija con seguridad—. ¡Ya quiero saber cuándo va a llegar! La mujer miró a t
Meli la abrazó mientras permitía que las lágrimas rodaran por sus mejillas. —No te preocupes, mi amor, te prometo que voy a irme. Yo me encargo de todo, ¿entendido? Ahora vamos a irnos de aquí, ¿sí? No te quiero ver más triste. ¿Dónde está tu mamá? Sophia señaló al palco privado y Meli tomó su man
Meli lo pensó un poco y luego trató de sonreír, después de todo Rex tenía razón, daba lo mismo una ciudad que otra si tenía que irse de allí. Boston era tan buen lugar como cualquiera. —Está bien —accedió—. Supongo que tendré que poner algunas cosas en orden antes de irme, hablar con el señor Harri
—Así es, pero yo me tomaré mi tiempo primero. —Está bien, le agradezco mucho el detalle, señora Wilde, me aseguraré de tener todo en orden y nos veremos en Boston en dos semanas. Rex y Meli se despidieron de él y la muchacha salió con la cabeza un poco aliviada, era bueno tener hombres como aquell
—¿¡Qué!? —Me voy de la ciudad, me voy con Rex a Boston. Él va a jugar en los Patriots y yo voy a estudiar en la universidad allá. Nathan sintió como si le hubieran vertido un cubo de hielo encima. Tiró de su mano y la abrazó con fuerza mientras negaba. —Te amo, Meli, no me hagas esto, por favor.
Temblaba. Se ahogaba. La opresión en su pecho era tan grande que Nathan ni siquiera podía articular un solo sonido. Las lágrimas no son solo algo que sale de los ojos, en ese momento se dio cuenta de que es una sensación de dolor que sube por la garganta, se apodera del rostro y simplemente se esc
Nathan sintió un dolor tan profundo como jamás había sentido en su vida, pero separó a Sophia de él y tomó su pequeño rostro entre las manos. —No, mi amor, claro que no. Escúchame, ¡escúchame! Meli no se fue por tu culpa, te lo aseguro. Nosotros acordamos que podíamos vivir todos juntos —mintió Nat