La cajita era pequeña y delicada. Al abrirla, Meli vio un anillo de oro blanco con un zafiro en el centro. Era simple, pero hermoso y cuando lo tomó en su mano no pudo evitar que sus ojos se humedecieran. La verdad era que ni siquiera se atrevía a ponérselo, porque no estaba acostumbrada a usar joya
—¿Está mal ser explícito? —Jajajajaja "2:35 pm. Pastilla para follarme salvajemente a mi novia" —leyó Meli muerta de risa—. Además de sucio y pervertido vas a parecer impotente. —¡Oye! ¡Respétame! —protestó Nathan haciéndose el digno. —¿En serio? ¿Quieres que te respete? —preguntó ella echando at
Aquel "por favor" derritió completamente a Nathan y un segundo después estaba sonriendo. —Está bien —accedió. —Además, lo mejor para marcar territorio es traerme a la escuela y besarme apasionadamente antes de dejarme salir de tu auto —lo provocó ella y Nathan la rodeó con un gesto posesivo para t
Era un idiota, nadie tenía que decírselo. Era un idiota insensible, pero el solo hecho de imaginar que Amelie pudiera ver todos aquellos recuerdos... era como si de repente Nathan fuera transparente y ella pudiera ver a través de él. Y no podía soportarlo simplemente porque había demasiadas cosas de
Siguió al auto que las llevaba a la escuela y Nathan la vio poner exactamente la misma sonrisa para sus amigos. —¡Maldición! —gruñó desesperado antes de dirigirse hacia la empresa. De verdad tuvo que hacer un esfuerzo para no gritarle a medio mundo ese día, pero cuando Paul Anders entró a su ofici
Nathan sintió como si alguien lo hubiera golpeado en el pecho con más fuerza de la que podía soportar. Se apoyó en el respaldo de una de las butacas, porque era como si de repente hubiera perdido todo el aire. —¿Se fue...? ¿Cómo que se fue? —balbuceó y el abuelo se le quedó mirando con atención al
—Me gustaría hablar contigo un momento. ¿Tienes tiempo? —Por supuesto —dijo ella con un suspiro suave y se quedó perpleja cuando Nathan se sentó en la alfombra junto a ella, pasó su brazo tras su espalda para apoyarlo en la silla y le puso en las manos el mismo álbum de fotos por el que le había gr
Meli le acarició el rostro y le apartó un mechón de cabello de la cara. Se veía tan guapo así, descalzo, con aquel pantalón de algodón y una playera simple, como un dios pobremente disfrazado de mortal. —Nathan, desde el primer día que te conocí me di cuenta de que no eras perfecto, eso me quedó mu