ATLANTA

La pasión, la necesidad, el deseo; eran casi palpables e indelebles.

Detesté mis propios pulmones y resentí el oxígeno que me obligó a alejarme de él solo para inhalar. En términos más simples, aborrecí la fragilidad de mi débil humanidad.

El deseo en sus ojos era innegable, y sé que él puede ver el mismo deseo en los míos.

Damián inclina su frente hacia la mía mientras respira pesadamente.

—Si vuelvo a besarla, no podré controlarme —susurró sobre mis labios.

—Y-yo tampoco podré hacerlo —confesé con la voz entrecortada.

Me aparte un momento con la intención de ver su rostro y en cuanto lo miré, me arrepentí de haberlo hecho.

Había duda en sus ojos de Damián, pero no solo eso, también había remordimiento y culpa.

Algo dentro de mi, me decía que había algo que lo detenía, y ese algo era el recuerdo de su esposa.

No estaba dispuesta a seguir con esto en esas circunstancias, así que decidí liberarlo de esa carga.

—Buenas noches, señor Sanders —pronuncié antes de darle un delicado beso sob
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