YAMILA KAYÁDespués que hablé con Aarón para informarle que su hermano había estado en el hospital prácticamente amenazandonos a ambos, no volví a escuchar su voz por el resto de la tarde. La verdad es que la tarde en el hospital se había complicado mucho. Estuve más de dos horas preparando pacientes para cirugías, y me tomó mucho más tiempo del que esperaba. Así que por eso no extrañe tanto su ausencia. Casi al marcharme, Melisa me propuso algo, y ella tenia absoluta razón: quizás especializarme en alguna área específica me evitaría que constantemente me movieran por las salas del hospital.Me faltaba poco para terminar mi curso y ser Licenciada en Servicios de Enfermería, y cuando eso ocurriera, podía pensar en una especialización.Amed iría directamente a casa de Camil al salir de la guardería, y yo solo tendría que esperar que Aaron viniera por mi. De nuevo no tenía el coche conmigo.Richi bajó conmigo, y cuando me disponía a llamar a mi “novio”… «sonaba raro llamarlo as
YAMILA KAYÁA la mierd@ Andrés y la desconfianza. A la mied@ se podía ir todo lo que habia dicho para tratar de hacerme desconfiar de él hombre que hacía todo por conquistarme. Allí, recostado en su coche, con los brazos cruzados sobre el pecho estaba Aarón Bianchi, con un sex appeal tan fuerte a su alrededor que haría que se mojara el desierto del Sahara, y que se derritiera de calor la cima del Everest. —Si no lo quieres tú… ¿Me lo puedo quedar yo?— preguntó Richi con la voz ronca, era evidente que hasta él se había excitado solo con mirarlo. —Si mal no recuerdo, dijiste que odiabas a los tipos que tenían «algo que hacer»— le recordé sonriendo y sacando el cinturón de seguridad deseando bajarme para echarme a los brazos de ese hombre que aguardaba por mi. Él era candente, sexy, hermoso. Las facciones de su rostro parecían hechas por los mismos ángeles. Tenía un cuerpo increíble, como si hubiera nacido en un gimnasio, y a pesar de ser terriblemente atractivo, no era eso
YAMILA KAYÁ Él se acercó y comenzó a besarme el cuello, encendiendo otra vez esa llama de pasión, que me hacía arder como una cerilla al viento. Estábamos solos, y eso hacía que no hubiera reservas. Se aferró a mis caderas, y me pegó a él haciendome su turgente ereccion sobre mi abdomen. Creo que él sabía que me derretía las piernas cuando hacía eso. Solo sentirlo tan duro por el deseo que despertaba en él, y eso bastaba para que me sintiera la püta reina del mundo. Yo antes de él no tenía vida sexual, mi experiencia con los hombres había sido atroz, así que mi nueva fantasía sexual era este hombre se tomaba su tiempo en estimularme, en satisfacerme, en hacerme sentir su hembra. Con él no había tabúes, ni había timidez y mucho menos vergüenza… ni inhibición. Solo fluíamos como un solo cuerpo. El alcanzó mis labios, y su lengua despacio acarició la mía, haciéndome probar el sabor de su aliento fresco. Sus manos apretaban mi trasero amasándolo, preparándome para él. Sabia que me
YAMILA KAYÁ Me tomó más de diez minutos recuperarme de aquel vórtice de sensaciones provocadas por Aarón, y que me habían arrastrado más al centro mismo del torbellino de emociones que surgían cuando lo tenía cerca. Él se había quedado allí tendido, conmigo entre los brazos sobre el colchón, húmedo por nuestros cuerpos sudados. Me observaba en silencio, y su expresión era hermosa. Parecía que iba a estallar en carcajadas, pues yo no estaba precisamente presentable después de que él había metido sus manos en mi cabello negro y largo y adema había tirado con él a su antojo. Yo me sentía extasiada y en paz, en ese pequeño rincón de mi cuarto… escondida de los ojos del mundo, con la certeza de que mi hijo estaba bien con sus tíos; y con un hombre al cual podía llegar a amar sin reservas. Para mi fue bueno saber que no se había arruinado la magia por lo que ahora sabíamos… Aaron no era un completo extraño, sino el tío biológico de mi pequeñuelo, y además estaba dispuesto a asumir una p
YAMILA KAYÁ —¡No puedes regalarnos una casa, Aaron! — susurre para que Amed no me escuchara pues me mataría si supiera que yo no quería aceptar su semejante regalote; seguí repasando con la vista cada detalle realmente encantada— ¡Ni siquiera una tan linda! — pero sin dudas era un gesto demasiado hermoso que alguien quisiera compartir algo con mi hijo, si no estuviera tan abrumada por tantas emociones, ahora mismo pudiera sentare en el piso a llorar al respecto. «Amed tenía un padre, uno que estaba dispuesto a compartir todo con él, a legarle todo a él»—¡No te estoy regalando una casa, Bonita!— respondió en mi oído abrazándome por detrás, mientras que ambos veíamos a Amed explorar el enorme vestíbulo decorado en tonos blancos y grises… Sentir ese cuerpo duro tras de mi, no estaba ayudando en absoluto.—¿!Ah no!?¡Se parece bastante a una casa!— bromee y él olió mi cuello en respuesta.—¡Les estoy regalando un lugar seguro!— respondió y se quedó en silencio por un instante—¡Dios!¡Ese
YAMILA KAYÁComimos divertidos, como la verdadera familia qué queríamos ambos formar, disfrutando de las ocurrencias del niño, y de su forma tan peculiar de elegir los alimentos. Aunque si, le encantó todo lo que dejaron preparado para la cena. Amed se mostró fascinado con la larga lista de actividades que prometía Aarón en el itinerario de ellos para hacer todo al día siguiente, y estas iban desde la equitación hasta la pesca en un riachuelo cercano a la casa principal. Según le explicó a Amed, en el patio de la casa había una enorme caballeriza, con los más hermosos caballos.Después de la cena, los dos hombres de mi vida, se dispusieron a jugar video juegos para niños pequeños en la consola, sin dudas Aaron tenía que haberlos enviado a comprar, aunque para ser sincera Aaron Bianchi no parecía ser el hombre que perdía su tiempo con juegos de video, estaba convencida que sólo lo hacía para agradar a Amed, y para tener actividades juntos; una buena forma de ganar su confianza y su
YAMILA KAYÁ El nombre de la difunta me paralizó, y no fue precisamente por celos. No tenía ni un ápice de celos por aquella que cuya vida había sido tronchada a muy corta edad y siendo víctima de tan penosa enfermedad. El caso de Alba me provocaba más lástima y dolor, que celos. Pero las palabras del enfermo de Andres aún daban vuelta en mi mente, y el tatuaje con «ese» nombre estaba sobre la piel de Aarón, marcándola; y esa si era una razón poderosa para querer saber cada detalle de esa historia. No era la palabra «Yamila» la que marcaba la piel de mi hombre, sino otra bien distinta, así que me creía en derecho de saber por qué…Saludé a aquella señora, pero estaba segura que sobre todo Aarón había notado el cambio de carácter en mi. Por supuesto la cocinera, ella era encantadora, y yo me sentí terriblemente culpable por mi cambio de actitud; y para colmo la señora más dulce no podía ser… nada de una villana, sino una adorable ancianita a la que yo estaba mirando con
YAMILA KAYÁ—¿Andres tiene razón?— pregunté en un inexpresivo murmuro. Tenía que haber escuchado yo mal…Ni siquiera me dio tiempo a espantarme, o a reaccionar. Tampoco hice algún gesto por romper aquel abrazo, y las manos de Aaron sobre mi cintura, me sostenían sin ningún tipo de temor de mi reacción. Era más que claro que él tampoco pensaba soltarme a pesar de lo que acababa de decir. Su rostro y esos ojos azules continuaban apacibles, como si yo acabara de hablarle de un mal partido de póker de un grupo de solteras en de Tokio y no de su implicación en algún tipo de crimen. A él no le importó un ápice la acusación del desalmado, al parecer la había escuchado verías veces con anterioridad… «¡Esa era la única explicación que venía a mi mente!»—Yo túve la culpa de la muerte de Alba… o mejor dicho… yo no logré hacer nada para salvarla— susurró con profundo pesar.—¿Salvarla del cancer?— pregunté con un poco de retórica. La mayoría de la gente sabe que cuando una enfermedad com