Selene entró en la imponente sala del concilio de ancianos, su presencia irradiaba una majestuosidad que llenó el lugar. A su entrada, todos los presentes se pusieron de pie de inmediato, cuando esta comenzó a caminar por el interior de la sala, los lobos presentes se inclinaban en reverencia ante sus pasos, reconociendo su posición como la diosa de la luna, aquella creadora que, cumpliendo su palabra, había vuelto para reunirse con ellos. Sin embargo, entre la multitud que se postraba ante ella, destacaba el anciano Paul, cuyos ojos no reflejaban el mismo respeto hacia ella que el de los demás.
Selene avanzó con gracia hacia el centro de la sala, su mirada tranquila pero penetrante, escrutando cada rincón, de cierta forma dejando en claro que es capaz de leer los pensamientos de cada lobo presente. Cuando sus ojos se encontraron con los del anciano Paul, notó el leve destello de recelo en su mirada, un gesto que no pasó desapercibido para ella.
El anciano Paul permaneció erguido en su asiento, sin ceder ante el impulso que estaba llevando a su lobo a inclinarse ante su diosa. Su postura, aunque tranquila, dejó en claro para todos los presentes que, hasta cierto punto, está desafiando la autoridad de Selene. Los murmullos de los demás lobos llenaron la sala mientras observaban con sorpresa la audacia del anciano líder del consejo.
Selene en todo momento mantiene su elegancia y compostura, su expresión imperturbable mientras se acercaba al aciano con pasos deliberados. Cuando estuvo frente a él, su voz resonó en la sala con una calma poderosa.
— Anciano — dice con voz suave pero firme —, ¿por qué te sigues negando a mostrar el respeto que merece mi presencia?
Los ojos del viejo lobo se estrechan ligeramente, su lobo instándole y rasgando su interior en disconformidad ante su osadía y negación a doblegarse ante su creadora, pero la parte humana del anciano, se mantiene firme en su posición de inclinarse ante ella, no permitiendo que su lobo le haga retroceder. En su lugar, respondió con firmeza.
— No niego su poder y posición, mi señora — son las palabras expresadas por el anciano en su tono de voz profunda —, pero permítame mantener mi propia posición y convicción ante sus motivaciones.
Los murmullos inquietos se vuelven mayores y recorren la sala mientras los demás lobos observaban la interacción entre la diosa y el anciano. Por su parte, Selene mantuvo la calma, su mirada fija en el anciano, evaluando cada palabra que salía de su boca.
— Gracias por tu sinceridad. — responde con un tono amable y menos a la defensiva que antes. — No vine para imponer mi voluntad, sino para guiarles y protegerlos ante la inminente presencia de la oscuridad que quiere ceñirse sobre todos mis hijos. —Fijando su mirada en el hombre, Selene deja que su mirada se torne ambarina, dirigiéndose al lobo interior del viejo alfa. — Eres libre de actuar por ti.
Aquellas palabras calman un poco la tensión que se había instaurado en la sala.
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Becka corría por los sombríos pasillos de los calabozos sin permitirse dejar a sus piernas flaquear, su pecho ardiendo por la falta de aire y sintiéndose ya casi sin aliento. El sonido de sus propios pasos resonaba en sus oídos mientras el miedo le hacía latir el corazón con aún más fuerza y de manera totalmente desbocada. Sabía que no podía detenerse; hacerlo significaba acercarse un poco más a la muerte a manos del lobo maldito que la perseguía.
Sus pulmones ardían con cada bocanada de aire que inhalaba mientras sus pies golpeaban el suelo de piedra con desesperación. Los pensamientos de escape llenaban su mente, pero sabía que estaba perdiendo la batalla contra el tiempo. La confirmación de aquella idea llegó cuando el sonido de las garras raspando contra la piedra la hizo apurar su paso. Girando su cabeza solo un momento, lo hizo justo a tiempo para ver al lobo maldito emergiendo de entre las sombras, sus ojos brillando con una ferocidad salvaje mientras se abalanzaba hacia ella.
Becka sabía que no podía correr más. Con el corazón en la garganta, se preparó para defenderse con su magia rúnica de control, aunque su cuerpo se sintiera débil y agotado por el esfuerzo de la huida y por haber usado esta magia prohibida durante el ataque a la manada del sur. Levantó sus manos temblorosas, invocando las runas antiguas en un intento desesperado por detener al lobo.
Pero antes de que pudiera lanzar su hechizo de control, una figura imponente apareció de entre las sombras. Era Josh, el alfa, con su pelaje oscuro brillando a la luz parpadeante de las antorchas, las mismas que hacían sombra a la sangre que le cubría. Con un gruñido feroz, se interpuso entre Becka y el lobo maldito, su mirada ardiendo con determinación asesina mientras se preparaba para enfrentar al enemigo. Los dos lobos se lanzaron el uno contra el otro en una danza mortal, sus colmillos chocando con un estruendo atronador.
Becka apenas podía creer lo que veía. A diferencia de su padre y su hermano, Josh siempre fue más calmado, y aunque su rasgo dominante le hacía ser más fuerte que otros lobos, él nunca fue de los interesados por las peleas o por entrenarse en ellas; por ello, verlo pelear con aquella fiereza fue algo que nunca pensó ver. Sin bajar la guardia, la sacerdotisa se quedó allí, observando la batalla con los ojos abiertos de par en par, sin atreverse a apartar la mirada por temor a perder a Josh. Si debía perder su último aliento en ayudarlo de alguna manera, lo haría.
La lucha fue feroz y despiadada. Becka sintió que su alma abandonaba su cuerpo cuando el lobo maldito cayó sobre Josh, sus fauces prestas para destrozar a su enemigo. El aullido de dolor y el charco de sangre que se formaron tras aquel ataque helaron la sangre de la mujer, las lágrimas brotando de sus ojos ante la idea de haber perdido al alfa. Por un momento ninguno de los dos lobos se movió, pero cuando el maldito comenzó a moverse, Becka se preparó para defenderse. Sin embargo, cuando el lobo negro se quitó de encima el inerte cuerpo del maldito, Becka sintió paz al ver que era Josh quien emergía victorioso de su pelea.
Con pasos vacilantes, Becka se acercó a Josh. Con un gesto de afecto, colocó una mano temblorosa sobre el ensangrentado pelaje negro, sintiendo el latido del corazón del lobo bajo la piel. Ante aquel gesto, Josh regresó a su piel humana y es en ese momento cuando la sacerdotisa se dejó llevar por la tormenta de emociones que la invadían y terminó por envolver el lastimado cuerpo en un marcado abrazo mientras se permitía llorar su temor.
— Yo… temí perderte —susurró Becka con voz temblorosa y cortada por las lágrimas.
Josh la miró con ojos cálidos y comprensivos, su corazón latiendo de forma desbocada, pero no por la pelea, sino por tener la oportunidad de abrazar a la mujer que amaba y que el destino le negó. Aferrándose a ese breve momento, dejó una suave caricia en los negros cabellos de la mujer mientras se permitía disfrutar de ese segundo de paz.
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Zven, Allan y Lían se enfrentaban a Hansen. Los tres lobos se movían con ferocidad y totalmente negados a darle algún tipo de tregua al anciano. Sus colmillos y garras impactaban contra el cuerpo de Hansen en búsqueda de causar el mayor daño posible y dejarle heridas de gravedad. Pero, contrario a sus planes, Hansen había comenzado a estar rodeado por esa misteriosa aura de oscuridad; parecía impenetrable, sus ojos brillaban con una malevolencia intensa que seguramente terminaría por helar la sangre en las venas de más de un lobo. Cada vez que Zven, Allan o Lían intentaban atacarlo, la sombra que lo rodeaba se retorcía y se contorsionaba, absorbiendo cualquier golpe que intentaran asestarle. Aun así, los tres lobos luchaban con todas sus fuerzas, cada uno de ellos determinado a acabar con la vida de Hansen.
Mientras tanto, Lían luchaba internamente con su propio cuerpo. El alfa buscaba mantenerse de pie y seguir en la pelea a pesar de sus heridas, pero, aunque su herido termine herido, debe aceptar que la pérdida de sangre había comenzado a debilitar su fuerza y su resistencia. Estaba comenzando a sentir cada movimiento como un esfuerzo agonizante, y cada golpe que recibía de regreso por parte de Hansen lo acercaba un poco más al borde del colapso.
Aunque Lían intentó que no fuese notoria su situación, Zven y Allan no pudieron pasar por alto la precaria situación de su Alfa. Pero, aunque quisieran ayudarle o sacarle de allí para obtener atención médica, ambos estaban demasiado ocupados tratando de contener a Hansen como única opción para poder ayudarlo. Sin embargo, a medida que la lucha se prolongaba, la preocupación de ambos por el estado de Lían se volvía cada vez más apremiante en sus mentes.
Los tres lobos se lanzaron contra Hansen en un ataque coordinado, sus rugidos llenando el aire mientras intentaban romper la defensa oscura que lo rodeaba. Pero incluso juntos, parecían impotentes contra aquella esencia desconocida.
Lían se tambaleó, sus fuerzas agotadas y su visión nublada por la pérdida de sangre. Miró a Zven y Allan con ojos fatigados, sabiendo que su debilidad estaba poniendo a su hermano y mejor amigo en peligro. Sin embargo, no podía permitirse rendirse, no cuando tanto estaba en juego.
El lobo mostró sus intenciones de acabar con ella; pero en esa oportunidad, no retrocedió. Lejos de sentir que estaba atrapada, la idea de que era ella quien había acorralado al lobo y le llevó hasta su terreno cruzó su mente y se instaló con fuerza en ella. Nuevamente fue rondada por el animal; sus pesados pasos se hundían entre el follaje caído del bosque, aplastando las ramas y hojas secas bajo sus patas. Anne interpretó aquello justo como lo que es: la amenaza del lobo de que la aplastaría de esa misma forma.— Si fueras inteligente, te marcharías mientras aún puedes hacerlo — suelta en un tono frío mientras se mantiene firme ante la ronda del lobo.El lobo escucha las palabras de la mujer, y con sus ojos penetrantes fijos sobre Anne, gruñe con desdén antes de responder.“Estúpida humana ¿Por qué debería obedecer las órdenes de alguien como tú? ¿Qué te hace pensar que tienes algún tipo de poder sobre mí?”Anne se queda en un breve silencio, pero no duda en hablar con la misma firm
La luna continúa iluminando el claro del bosque, bañando todo en una luz pálida espectral que se muestra como testigo silencioso de la metamorfosis sufrida por la mujer y el enfrentamiento que esta se encuentra teniendo con el imponente lobo negro. Anne, ahora transformada en un majestuoso lobo blanco, se mueve con agilidad y gracia natural de quien ha nacido lobo, al tiempo que muestra la misma ferocidad y rasgo de uno, cosa que sorprende al cazador.Los ojos de Annette brillan con feroz rencor al observar al lobo que la había estado acechado duranteAmbos lobos se miraron fijamente, cada uno evaluando la fuerza y debilidad del otro. El recién despertado lobo de Anne sabe que esta es su única oportunidad de terminar con la amenaza que representa el enorme lobo negro. Sin estar dispuesto a darle un poco de margen para que la dañe, se abalanza hacia él con un gruñido bajo y gutural, gesto que el lobo oscuro responde con un aullido desafiante.El choque fue inmediato y brutal. Anne salt
En otra parte del bosque, la oscuridad de la noche apenas si puede ocultar la velocidad con la cual se mueven lo que resta de los lobos de la manada del sur. Sus cuerpos se deslizan entre los árboles con una velocidad casi sobrenatural, sus patas apenas tocando el suelo mientras avanzan en una carrera frenética, haciendo uso de las pocas fuerzas que aún les quedan. La urgencia en sus movimientos es palpable, deben apresurarse en llegar y atender a los que tienen heridas más graves, cada segundo cuenta.Lían yace totalmente inconsciente sobre el lomo del lobo en el que se ha transformado Josh. Su cuerpo está tan cubierto de heridas, que la sangre que fluye de ellas mancha el pelaje de Josh, ya ni siquiera el sello de contención de Becka ayuda a retener el flujo. Allan se encuentra en un estado similar, pero la preocupación por su hermano lo consume más allá de sus propias heridas. Por su parte, Josh no disminuye su velocidad y aunque sus músculos se tensan con cada zancada, el lobo est
**— Lían, ¿Quieres escuchar una historia?Las palabras suaves de su madre captan la atención del niño. Dejando de lado su comida, el pequeño con emoción, se cruza de piernas sobre el banco y fija su mirar en su progenitora.— ¿Una sobre guerreros?— Sí. — responde mientras se sienta en el banco frente a su hijo. — Un guerrero tan poderoso que logró robar el corazón de la Madre Luna.Y aquello bastó para que un inmenso e inocente brillo se instalara en los grisáceos ojos del pequeño, esa es la inequívoca señal de que su madre tenía toda su atención.Cuanta la leyenda, que la Madre Luna era pretendida por otros Dioses, pero sin importar lo que hicieran, ninguno podía conquistar su corazón, ella podía ver que sin importar las promesas que le hicieran, Madre Luna notó que lo único que realmente querían era su poder y someter su libertad. Cansada de los inmortales, la Diosa fijó su mirada en los cambiantes, su amada creación, y vio como entre ellos si existía el verdadero amor, entonces,
Selene observa el horizonte y nota como una inmensa nube oscura se cierne sobre las tierras a lo lejos. Manteniendo su mirada fija en el espacio puede notar como las sombras mueven amenazantes hacia el poblado humano a las afuera del territorio de la Manada.“Aléjate de ellos…aun no es tiempo”Sus palabras salen con un claro tono de amenaza. Recorriendo la inmensa distancia en solo una fracción de segundos, su luz chocando con aquellas sombras que retroceden momentáneamente ante la presencia de la deidad.“Son míos! No tienes poder sobre ellos.”Es la repuesta que recibe, y aunque sabe que es verdad, que los humanos están fuera de su dominio o resguardo se mantiene firme sobre su orden. Dejando que su aura viaje hasta posarse sobre el territorio humano, ve como esto hace que la nube de oscuridad se disipe.— Mi señora, — llama Eli a sus espaldas. — El alfa Lían se encuentra luchando contra Hansen.Ante las palabras de la sacerdotisa, Selene se da la vuelta y la mira fijamente antes de
Hansen se abalanza con furia desenfrenada contra Lían; sus garras afiladas brillan a la luz de la luna mientras busca infligir un golpe final al alfa. Lían, herido, debilitado y aún sin procesar lo ocurrido, apenas logra esquivar el ataque mortal de Hansen. Sin embargo, aunque logra esquivar el ataque directo, recibe un golpe profundo en su costado derecho que lo hace tambalearse.El alfa cae al suelo, su respiración entrecortada por el dolor mientras lucha por mantenerse consciente. Hansen se prepara para asestar el golpe final, su mirada llena de malicia y pudiendo saborear el triunfo buscado por tanto tiempo. Sin embargo, antes de que pueda llevar a cabo su plan, Zven y Allan irrumpen en la escena con ferocidad. Los dos lobos se lanzan contra Hansen con una determinación clara: herirlo o matarlo. Sus cuerpos chocan con el del anciano envolviéndose en un torbellino de furia y violencia.Hansen se ve obligado a retroceder ante el repentino contraataque, sorprendido por la intervenció