Hansen se abalanza con furia desenfrenada contra Lían; sus garras afiladas brillan a la luz de la luna mientras busca infligir un golpe final al alfa. Lían, herido, debilitado y aún sin procesar lo ocurrido, apenas logra esquivar el ataque mortal de Hansen. Sin embargo, aunque logra esquivar el ataque directo, recibe un golpe profundo en su costado derecho que lo hace tambalearse.
El alfa cae al suelo, su respiración entrecortada por el dolor mientras lucha por mantenerse consciente. Hansen se prepara para asestar el golpe final, su mirada llena de malicia y pudiendo saborear el triunfo buscado por tanto tiempo. Sin embargo, antes de que pueda llevar a cabo su plan, Zven y Allan irrumpen en la escena con ferocidad. Los dos lobos se lanzan contra Hansen con una determinación clara: herirlo o matarlo. Sus cuerpos chocan con el del anciano envolviéndose en un torbellino de furia y violencia.
Hansen se ve obligado a retroceder ante el repentino contraataque, sorprendido por la intervención de los dos centinelas. El combate se convierte en un caos frenético, con los tres lobos enredados en una danza mortal de garras y colmillos. El sonido de los gruñidos y los rugidos llena el aire, mezclado con el olor acre de la sangre.
Lían, aprovechando el breve respiro que le brinda la aparición de su hermano y su mejor amigo, lucha por ponerse de pie; su lobo trabaja rápidamente para regenerar su debilitado cuerpo por las heridas. Su lobo interior ruge con furia, instándole a levantarse y unirse a la pelea una vez más. Sin embargo, apenas logra dar unos pasos antes de que sus rodillas cedan bajo el peso de su cuerpo herido.
El alfa cae de rodillas en el suelo, su respiración agitada y su visión comenzando a nublarse por la pérdida de sangre. En medio de todo ese caos, y mientras la oscuridad amenaza con reclamarlo, Lían se sumerge en un conflicto interno con su lobo. Por primera vez, sus mentes se entrelazan en una danza de autoacusaciones y reproches, cada uno culpando al otro por su debilidad y su incapacidad para derrotar a Hansen.
"¡Eres débil, Lían!" —, gruñe su lobo, su voz resonando con ferocidad. — "Deberías haber sido capaz de detenerlo antes de que esto llegara tan lejos. Eres incompetente, y ahora toda la manada sufre por tu fracaso."
Lían aprieta los dientes, la ira ardiendo en su pecho mientras lucha por contener la furia que amenaza con desbordarse. — "¡No somos diferentes, tú también eres débil!" —, responde, su voz llena de amargura. — "Eres un Dominante y, aun así, no pudiste imponerte al maldito anciano. ¿Por qué no acabaste con su vida antes de llegar a este punto?!"
La pelea interna alcanza su punto máximo en el momento que Lían y su lobo comienzan a enfrentarse en un choque de voluntades.
Pero en medio del tumulto de sus pensamientos, una voz suave y desconocida se abre paso.
“No es el momento para la autodestrucción”, — susurra la voz, y aunque desconocida para el hombre, el lobo se muestra anhelante al encontrar en ella un tono ligeramente familiar.
Solo esas palabras, no se necesitó más para que Lían y su lobo se miren el uno al otro. Hombre y animal ceden lo necesario para poder encontrar de nuevo su armonía.
Las heridas de su cuerpo no habían terminado de regenerar, especialmente aquella última que tan grave se siente; aún así, haciendo un nuevo esfuerzo, logra ponerse de pie y abalanzarse contra Hansen justo antes de que éste logre darle un golpe mortal a Zven.
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Cillian entró en el castillo justo en el momento en que la pelea parecía totalmente perdida para su antigua manada. El estruendo de colmillos y garras llenaba el aire, y el olor a sangre impregnó sus sentidos. Con un aullido amenazador, el viejo alfa captó la atención de todos los lobos presentes, incluso de los malditos.
Los ojos de Cillian barrían la escena caótica en busca de cualquier señal de sus hijos. Pero entre el caos de la pelea, era difícil distinguir algo con claridad segura. Sentía el peso de la incertidumbre sobre el destino de su familia, haciéndose mayor el temor de perder a otro de ellos.
Sin duda alguna, todos los lobos recién llegados se unieron a la pelea, y mientras unos se unieron a los lobos del sur para someter a los malditos, otros se apresuraron hacia las jaulas para liberar a las sacerdotisas y sacarlas de allí. Cillian no dudó en apartar todo lo que se cruzara en su camino mientras se abría paso.
Sin embargo, conforme avanzaba por los enrevesados pasillos del lugar, también se sentía cada vez más desconectado de Lían, como si el lazo que los unía se desvaneciera lentamente. El temor se apoderaba de él cuando la posibilidad de también perder a Lían cruzaba por su mente. Su testarudo hijo, al igual que sus hermanos, era su gran orgullo. No podía permitir que algo pasara o que incluso él mismo muriera sin haber logrado arreglar antes su situación.
Sabía que sus dos cachorros estaban en peligro, un peligro que se hacía más palpable cuando la conexión con ellos se volvía cada vez más lejana, pero no podía permitirse perder el control. Con determinación, se adentra en el corazón del castillo, buscando desesperadamente a sus hijos.
El rugido de la pelea retumba a su alrededor mientras avanza por pasillos oscuros. Cada paso lo acercaba más a ellos, puede sentirlo, y cuando una luz se muestra al final de aquel largo pasillo, solo una duda se apodera de él: ¿habría llegado a tiempo para salvar a sus hijos, o sería demasiado tarde?
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Anne corría, ya casi sin aliento, por el denso bosque. Su corazón late con fuerza y puede sentirlo desbocado dentro de su pecho, pero en esta oportunidad no hay dolor ni ausencia de aire; es la primera vez en su vida que se siente de esa manera. Mientras algunas de las ramas se arremolinan a su alrededor como dedos amenazadores tratando de detenerla, había una urgencia en su interior, un impulso que la empujaba hacia adelante.
Mientras se abre camino entre los árboles, sus pensamientos se centraban en Lían, el lobo tonto que la arrancó de su mundo y había cambiado su vida para siempre. Cada fibra de su ser estaba impregnada con el deseo de encontrarlo, reunirse una vez más con él y asegurarse de que estuviera a salvo en medio de todo el infierno que se había desatado.
De repente, el bosque pareció estrecharse a su alrededor, como si el mismo aire se volviera más denso y pesado. El sonido de un aullido más cercano la hizo detenerse en seco, y su instinto la llevó a cambiar de dirección; sus piernas la llevaron hacia el lugar del que proviene aquel aullido que momentos atrás resonó en la distancia y que parecía llamarla con un eco familiar. Es entonces cuando de entre los árboles emerge un enorme lobo negro, su pelaje brillando con la luz dappled de la luna que se filtra entre las hojas. Pero a diferencia de las veces anteriores, esta vez Anne no retrocedió y no se sintió acorralada.
Sus ojos se encontraron con los del lobo, y por un momento, pareció que el tiempo se detenía a su alrededor. En ese instante, Anne se dio cuenta de que ya no temía al lobo frente a él; por el contrario, se siente más que lista para enfrentarlo, lista para lo que fuera que el destino tuviera reservado para ella al enfrentarla al animal.
Selene entró en la imponente sala del concilio de ancianos, su presencia irradiaba una majestuosidad que llenó el lugar. A su entrada, todos los presentes se pusieron de pie de inmediato, cuando esta comenzó a caminar por el interior de la sala, los lobos presentes se inclinaban en reverencia ante sus pasos, reconociendo su posición como la diosa de la luna, aquella creadora que, cumpliendo su palabra, había vuelto para reunirse con ellos. Sin embargo, entre la multitud que se postraba ante ella, destacaba el anciano Paul, cuyos ojos no reflejaban el mismo respeto hacia ella que el de los demás. Selene avanzó con gracia hacia el centro de la sala, su mirada tranquila pero penetrante, escrutando cada rincón, de cierta forma dejando en claro que es capaz de leer los pensamientos de cada lobo presente. Cuando sus ojos se encontraron con los del anciano Paul, notó el leve destello de recelo en su mirada, un gesto que no pasó desapercibido para ella. El anciano Paul permaneció erguido en
El lobo mostró sus intenciones de acabar con ella; pero en esa oportunidad, no retrocedió. Lejos de sentir que estaba atrapada, la idea de que era ella quien había acorralado al lobo y le llevó hasta su terreno cruzó su mente y se instaló con fuerza en ella. Nuevamente fue rondada por el animal; sus pesados pasos se hundían entre el follaje caído del bosque, aplastando las ramas y hojas secas bajo sus patas. Anne interpretó aquello justo como lo que es: la amenaza del lobo de que la aplastaría de esa misma forma.— Si fueras inteligente, te marcharías mientras aún puedes hacerlo — suelta en un tono frío mientras se mantiene firme ante la ronda del lobo.El lobo escucha las palabras de la mujer, y con sus ojos penetrantes fijos sobre Anne, gruñe con desdén antes de responder.“Estúpida humana ¿Por qué debería obedecer las órdenes de alguien como tú? ¿Qué te hace pensar que tienes algún tipo de poder sobre mí?”Anne se queda en un breve silencio, pero no duda en hablar con la misma firm
La luna continúa iluminando el claro del bosque, bañando todo en una luz pálida espectral que se muestra como testigo silencioso de la metamorfosis sufrida por la mujer y el enfrentamiento que esta se encuentra teniendo con el imponente lobo negro. Anne, ahora transformada en un majestuoso lobo blanco, se mueve con agilidad y gracia natural de quien ha nacido lobo, al tiempo que muestra la misma ferocidad y rasgo de uno, cosa que sorprende al cazador.Los ojos de Annette brillan con feroz rencor al observar al lobo que la había estado acechado duranteAmbos lobos se miraron fijamente, cada uno evaluando la fuerza y debilidad del otro. El recién despertado lobo de Anne sabe que esta es su única oportunidad de terminar con la amenaza que representa el enorme lobo negro. Sin estar dispuesto a darle un poco de margen para que la dañe, se abalanza hacia él con un gruñido bajo y gutural, gesto que el lobo oscuro responde con un aullido desafiante.El choque fue inmediato y brutal. Anne salt
En otra parte del bosque, la oscuridad de la noche apenas si puede ocultar la velocidad con la cual se mueven lo que resta de los lobos de la manada del sur. Sus cuerpos se deslizan entre los árboles con una velocidad casi sobrenatural, sus patas apenas tocando el suelo mientras avanzan en una carrera frenética, haciendo uso de las pocas fuerzas que aún les quedan. La urgencia en sus movimientos es palpable, deben apresurarse en llegar y atender a los que tienen heridas más graves, cada segundo cuenta.Lían yace totalmente inconsciente sobre el lomo del lobo en el que se ha transformado Josh. Su cuerpo está tan cubierto de heridas, que la sangre que fluye de ellas mancha el pelaje de Josh, ya ni siquiera el sello de contención de Becka ayuda a retener el flujo. Allan se encuentra en un estado similar, pero la preocupación por su hermano lo consume más allá de sus propias heridas. Por su parte, Josh no disminuye su velocidad y aunque sus músculos se tensan con cada zancada, el lobo est
**— Lían, ¿Quieres escuchar una historia?Las palabras suaves de su madre captan la atención del niño. Dejando de lado su comida, el pequeño con emoción, se cruza de piernas sobre el banco y fija su mirar en su progenitora.— ¿Una sobre guerreros?— Sí. — responde mientras se sienta en el banco frente a su hijo. — Un guerrero tan poderoso que logró robar el corazón de la Madre Luna.Y aquello bastó para que un inmenso e inocente brillo se instalara en los grisáceos ojos del pequeño, esa es la inequívoca señal de que su madre tenía toda su atención.Cuanta la leyenda, que la Madre Luna era pretendida por otros Dioses, pero sin importar lo que hicieran, ninguno podía conquistar su corazón, ella podía ver que sin importar las promesas que le hicieran, Madre Luna notó que lo único que realmente querían era su poder y someter su libertad. Cansada de los inmortales, la Diosa fijó su mirada en los cambiantes, su amada creación, y vio como entre ellos si existía el verdadero amor, entonces,
Selene observa el horizonte y nota como una inmensa nube oscura se cierne sobre las tierras a lo lejos. Manteniendo su mirada fija en el espacio puede notar como las sombras mueven amenazantes hacia el poblado humano a las afuera del territorio de la Manada.“Aléjate de ellos…aun no es tiempo”Sus palabras salen con un claro tono de amenaza. Recorriendo la inmensa distancia en solo una fracción de segundos, su luz chocando con aquellas sombras que retroceden momentáneamente ante la presencia de la deidad.“Son míos! No tienes poder sobre ellos.”Es la repuesta que recibe, y aunque sabe que es verdad, que los humanos están fuera de su dominio o resguardo se mantiene firme sobre su orden. Dejando que su aura viaje hasta posarse sobre el territorio humano, ve como esto hace que la nube de oscuridad se disipe.— Mi señora, — llama Eli a sus espaldas. — El alfa Lían se encuentra luchando contra Hansen.Ante las palabras de la sacerdotisa, Selene se da la vuelta y la mira fijamente antes de