LA LUNA Y EL ALFA
LA LUNA Y EL ALFA
Por: Liseth Torrealba
CAPÍTULO 1

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— Lían, ¿Quieres escuchar una historia?

Las palabras suaves de su madre captan la atención del niño. Dejando de lado su comida, el pequeño con emoción, se cruza de piernas sobre el banco y fija su mirar en su progenitora.

— ¿Una sobre guerreros?

— Sí. — responde mientras se sienta en el banco frente a su hijo.  — Un guerrero tan poderoso que logró robar el corazón de la Madre Luna.

Y aquello bastó para que un inmenso e inocente brillo se instalara en los grisáceos ojos del pequeño, esa es la inequívoca señal de que su madre tenía toda su atención.

Cuanta la leyenda, que la Madre Luna era pretendida por otros Dioses, pero sin importar lo que hicieran, ninguno podía conquistar su corazón, ella podía ver que sin importar las promesas que le hicieran, Madre Luna notó que lo único que realmente querían era su poder y someter su libertad. Cansada de los inmortales, la Diosa fijó su mirada en los cambiantes, su amada creación, y vio como entre ellos si existía el verdadero amor, entonces, tomó la decisión de volverse una con ellos. Desafiando todas las normas establecidas, bajó a la tierra y se encarnó en el cuerpo de una loba.

— ¿Madre Luna también es un lobo? — pregunta el pequeño con gran emoción.

— No, lo fue por un largo tiempo, pero ya no. — responde mientras acomoda los rebeldes mechones que cubren el rostro de su pequeño.

Mientras vivió entre nosotros, un bravo y poderoso guerrero fue ganando su atención, hasta que un día, finalmente se dejó llevar y entregó su corazón al poderoso guerrero. Pero, desde el norte comenzó a surgir una inminente amenaza, el señor de la oscuridad no podía aceptar que otro se quedara con el amor de Madre Luna, y sabiendo cuando esta amaba a los seres que creó, comenzó a corromperles, hasta que poco a poco, los lobos fueron cayendo en la locura, criaturas sin control y con un irrefrenable deseo por la sangre.

— Los malditos...

— Así es, — concede al leve y asustado susurro del niño.

Madre Luna no soportaba el dolor de ver a sus hijos convertidos en algo tan horrible, así que busco la forma de detener lo que ocurría, pero, aunque podía volver a sus hijos a la normalidad, al estar en una piel terrestre, no podía hacer tanto como quisiera con sus poderes. Sabía que aquello no era más que una treta para hacerla volver a su cuerpo celestial, y aunque su amor por su creación era inmedible, ella había conocido el amor que se entrega únicamente con el alma y no quería perderlo.

Entonces, en un acto de valentía, el bravo guerrero decidió enfrentarse al Señor de la Oscuridad para proteger a Madre Luna. Se dice que la batalla fue feroz y despiadada, duro cinco días con sus noches, y cuando esta terminó, el grito de dolor retumbo en el mundo y lo hizo estremecerse. Aunque el amor del guerrero era más fuerte que cualquier maldición, su cuerpo no tenía la resistencia de un Dios, por ello terminó cediendo ante la absorbente oscuridad. Y aunque logró vencer a su enemigo, su cuerpo colapsó, y su alma fue arrastrada y aprisionada por el Dios de la oscuridad antes de que la Diosa pudiese evitarlo.

— ¿Entonces, murió?

— Sí. Lían, en ocasiones, los héroes deben dar sus vidas para inspirar a otros.

**

El grupo de lobos seguían retenidos en la oscuridad del pasadizo, cada uno de ellos sintiéndose al borde de la desesperación por salir de allí y poder tomar revancha. El inquietante silencio se rompe solo por el eco de los pasos que se escuchan al final de paso y por el latido acelerado de sus corazones, latido que se acelera al ver como la única salida de aquel espacio les fue cerrado, estaban a uno paso de actuar cuando las palabras de Allan les llegan a todos.

Al saber que no fueron traicionados, sus sentidos se calman un poco, pero no por ello dejan de estar alertas, atentos ante cualquier ápice de peligro o de la señal que les daría el punto de ataque. Entonces, un alboroto estridente resonó al final del túnel, un rugido de batalla. Esa era la señal que habían estado esperando.

Lían siente como su cuerpo queda libre, ya nada evita que pueda moverse, por lo que, sin perder tiempo, ordena a sus lobos moverse y atacar a matar, si había una oportunidad de acabar con Hansen, era esta y no pensaba dejarla pasar. Con un movimiento rápido y coordinado, todos avanzaron hacia la fuente final de luz, emergiendo del pasadizo en un amplio espacio subterráneo que les daba una dantesca imagen de lo que es aquel lugar, un recinto de tortura y muerte.

Lo que encontraron, perfectamente puede ser descrita como una escena aterradora. Frente a ellos se muestra un grupo de criaturas horribles, retorcidas y deformadas, es como si la maldición hubiese terminado de corromper a aquellos lobos. La desquiciante risa de Hansen se deja escuchar mientras observa lo que pasa desde lo alto. Las criaturas, que una vez habían sido lobos, para luego quedar perdidos en demencia, ahora eran grotescos engendros de pesadilla, con furia y una sed de sangre aun mayor inyectada en sus ojos, algunos de ellos tenían entre sus garras los cuerpos desgarrados de algunas sacerdotisas.

Lían solo pudo sentir como su odio y desprecio por Hansen se incrementan mientras esquiva los ataques de aquellas criaturas.

¡Hansen! — grita con fuerza mientras vuelve a su piel humana y con determinación deja salir sus garras, atacando a una de aquellas criaturas que se arrojó contra él y logra darle muerte.

La siniestra risa de Hansen no hace más que aumentar al notar la presencia de aquel bastardo alfa. — ¡Oh, Lían! — dice con tono burlón. — Esperaba que estuvieras llorando la muerte de tu patética hermana o intentando encontrar a tu Luna. — Agrega mientras observa complacido como dos de aquellos monstruos se van sobre Lían, pero la ayuda de Zven logra sacarle a uno de ellos, por lo que Lían regresa a su piel de lobo y logra darle muerte al otro.

La mención de Alice con tanto desprecio, no hace sino incrementar su odio aún más, pero lo que capta su atención, es que al igual que lo hiciera su propio círculo, Hansen también menciona a su Luna.

— ¿Sabes? Disfrutaré quedarme con ella y hacerla mía una vez que estés muerto.

Escuchar aquello logra hacer hervir su sangre, aunque su mente no logra encontrar el recuerdo de aquella que todos dicen es su Luna, su corazón se siente fuertemente oprimido ante la idea de que Hansen pueda llegar a tocarla. Es en ese momento que la imagen de dos profundos y hermosos ojos azules cruzan por su mente.

..

..

El punzante dolor se intensifica en el momento que sus ojos intentan abrirse, es por ello que toma la decisión de quedarse en la posición que se encuentra. Otra de las razones para hacerlo es porque su propio cuerpo se niega a moverse, se siente como si hubiese sufrido una fuerte caída y su cuerpo hubiese llegado a ser golpeado en los lugares exactos para evitar que pueda moverse, además ¿qué es ese “algo” extra que siente? Es casi como si por un breve momento su cuerpo se sintiera diferente, casi como si no le perteneciera.

"Arriba, no estás segura"

Esa voz, ¿de dónde viene esa voz? Por un momento intenta identificarla, incluso casi puede asegurar que esa voz se encuentra en su cabeza, pero, no puede decir que es como la otra que ha escuchado antes, aunque ¿por qué no puede recordar cómo era esa voz anterior?

"¡Levántate!"

Insiste, su tono es de esos que no te dejan ninguna oportunidad de debatirlo.

Abriendo sus ojos, busca que estos se ajusten a la luz, tal vez cuando lo haga la punzada de su cabeza se irá o por lo menos disminuirá hasta un punto tolerable, pero simplemente no ocurre, al contrario, puede sentir como este aumenta. Cuando logra controlar la desorientación producida por la luz, pasea su mirada por el lugar en el que se encuentra, pero no logra reconocerlo. La espesa vegetación le deja en claro que está en una de las partes más profundas del bosque, lo que no sabe es cómo llegó hasta allí, y cuando intenta encontrar una respuesta lógica, lo único que consigue es un vacío en sus memorias.

"Si quieres vivir ¡corre!”

Y a esas palabras le siguieron un cercano aullido, aullido que le hizo helar la sangre. De nuevo se sintió perseguida, pero a diferencia de antes, ya no se siente acorralada, ahora siente como es capaz de defenderse de esa amenaza, pero aun así, prefiere escuchar aquella voz interna y ser prudente es por ello que colocándose de pie, comienza a alejarse de aquel lugar.

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