Chloé
Estar ahí sentada entre cuatro paredes ha sido muy difícil, mi mente ha estado recordando cada resultado de la mujer que falleció, esa señora que no padecía de ningún problema y que ahora soy acusada por negligencia médica y mi carrera depende de un hilo.
Caminaba tranquila tomando mis fotos y agarrándome fuerte a la mano de Abel, dreno la ansiedad que sentía en su agarre, pero cuando vi La libertad guiando al pueblo de Delacroix ahí sí que perdí la compostura, estallé. Observé cada detalle de aquella pintura que tanto había visto estampada en papel.—
Si ella sigue comportándose de esta forma, debe entender que tarde o temprano las consecuencias serían nefastas.—Las heridas que se causó la señorita no son graves, pero aun así les aconsejo que la lleven a un psicólogo—habla mi compañero con mis suegros y Abel.
Negaba aceptar la realidad completamente, no aceptaba las palabras de José.—Será mejor que nos dejemos de ver por un tiempo—añadí sin mirarlo.
ChloéDejar de ver a José no significa dejar de ser amigos, lo quiero demasiado para que nuestra amistad deje de existir. Solo necesito asimilar la situación, digerir todo lo sucedido estos últimos días.
Sentía ese pasillo muy largo y por más que corría este no acababa y lo peor de todo es que las fuerza se me estaban agotando antes de llegar a Abel, antes de ver al hombre que amo en una cama recostado en medio de aquel lugar frío que era el quirófano y lo que más me quitaba el aliento es sentirme impotente al no poder hacer nada para salvarle la vida. Siento como cada segundo que pasa, la vida de Abel se va apagando y la desesperación de volverlo a ver con los ojos abiertos se va desvaneciendo.Llevo sin ir a casa desde aquel amargo día que por culpa de su hermana ahora Abel está luchando mediante un respirador por su vida, mis ojos se cierran, pero la actitud de mantenerlos abierto por un milagro persiste, ¿un milagro?, intento engañarme a mí misma, me aferro a esa palabra para consolar mi pobre corazón destrozado. —No insistas, José, lo tengo decidido, si en dos semanas no aparece un donante para mi esposo, entonces lo seré yo.—¿Y qué hay de tu vida, Chloé?, ¿y de tus seres queridos?, ¿no te importa en absoluto el sufrimiento que nos vas a causar?Sé que mi familia no se lo tomará bien al igual que lo hizo José, pero es mi decisión y no hay nada ni nadie que me haga cambiar de idea. A veces pensamos que una persona inconsciente no siente, que simplemente duerme y que no hay nada más allá, pero no era así, Abel durante su lucha interminable con la muerte, su mente vagaba en un doloroso y profundo sueño.Abel Último capítuloCapítulo 40
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