Sentía ese pasillo muy largo y por más que corría este no acababa y lo peor de todo es que las fuerza se me estaban agotando antes de llegar a Abel, antes de ver al hombre que amo en una cama recostado en medio de aquel lugar frío que era el quirófano y lo que más me quitaba el aliento es sentirme impotente al no poder hacer nada para salvarle la vida.
Siento como cada segundo que pasa, la vida de Abel se va apagando y la desesperación de volverlo a ver con los ojos abiertos se va desvaneciendo.Llevo sin ir a casa desde aquel amargo día que por culpa de su hermana ahora Abel está luchando mediante un respirador por su vida, mis ojos se cierran, pero la actitud de mantenerlos abierto por un milagro persiste, ¿un milagro?, intento engañarme a mí misma, me aferro a esa palabra para consolar mi pobre corazón destrozado. —No insistas, José, lo tengo decidido, si en dos semanas no aparece un donante para mi esposo, entonces lo seré yo.—¿Y qué hay de tu vida, Chloé?, ¿y de tus seres queridos?, ¿no te importa en absoluto el sufrimiento que nos vas a causar?Sé que mi familia no se lo tomará bien al igual que lo hizo José, pero es mi decisión y no hay nada ni nadie que me haga cambiar de idea. A veces pensamos que una persona inconsciente no siente, que simplemente duerme y que no hay nada más allá, pero no era así, Abel durante su lucha interminable con la muerte, su mente vagaba en un doloroso y profundo sueño.Abel —Nene, no sabes cómo te extraño—lloro mientras toco el dorso de su mano —. ¿Sabes Abel?, quería agradecerte el haber cumplido tu promesa. Descubriste a las personas responsables que me acusaron injustamente.Suelto un suspiro mirando hacia arriba para evitar que las lágrimas cayeran nuevamente por mi rostro.—Me hubiera gustado oírtCapítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
El nexo que me une con la criatura que llevo dentro de mí hace que mis planes de salvar a Abel se conviertan en una misión imposible porque ante todo va la vida de nuestro bebé.—Este es el milagro que he estado esperando—dice José después de salir en estado de shock.
Y aun así era incapaz de creer lo que decían esas letras escritas en aquel papel blanco que sostenían mis manos, mi mente de alguna manera se le hacía difícil asimilar, de que la única persona que me ha amado desde el minuto uno que lo conocí había muerto y la causa de esa muerte era por mi felicidad.Salí corriendo con el alma encogida rumbo al hospital donde podría confirmar que el nombre del donante de corazón de Abel no era José, que todo esto era una broma de mi amigo. Me sentía sin fuerzas, impotente por no salir detrás de ella y que me diga ¿Qué era lo que le pasaba conmigo?, quiero saber si había sucedido algo más, que no llegaba a acordarme para que ella tuviera esa actitud, pero no podía moverme de aquella cama porque mi pecho ardía a no poder, apenas podía alzar un poco la cabeza.—¿Qué le pasa a Chloé? —pregunto a mi madre que era la única que se había quedado en la habitación donde estaba, ya que Mario salió detrás de ella.—No te preocupes, hijo, ahora tienes que sanarte y todo volverá a la normalidad.¿Sanarme?, pero ¿cómo es posible eso cuando ella es la razón de querer recuperarme?, ella es la que abre mis heridas y las sutura con tan solo una mirada.—Solo llámala, madre necesito de ella—le pido y ella asienCapítulo 46
He estado viviendo una mezcla de sentimientos amargos durante tantas semanas que volver a mi vida de antes cogida de la mano del hombre que amo es algo que siento raro, ya que para mantener nuestro matrimonio unido tuvieron que salir muchas personas de nuestra vida, y entre ellas mi amigo, pero estuve pensando y decidí intentar mantener siempre una sonrisa en mi rostro aunque en el fondo me duela, quiero darle sentido a su muerte y para eso tenía que intentar ser feliz con Abel que no ha habido día que no me hizo reír con sus locuras.—Amor ¿Cómo quieres el café? —pregunté desde la cocina mientras él est