Capítulo 40

Siento como cada segundo que pasa, la vida de Abel se va apagando y la desesperación de volverlo a ver con los ojos abiertos se va desvaneciendo.

Llevo sin ir a casa desde aquel amargo día que por culpa de su hermana ahora Abel está luchando mediante un respirador por su vida, mis ojos se cierran, pero la actitud de mantenerlos abierto por un milagro persiste, ¿un milagro?, intento engañarme a mí misma, me aferro a esa palabra para consolar mi pobre corazón destrozado.

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