Capítulo 29

Intenté ocultar las ganas que tengo de soltar una enorme carcajada cuando esta se come el suelo con ese cuerpo de mosquita muerta, pero dejo que mi seriedad fluya.

— ¿Eres idiota o qué? — se levanta con ayuda de Abel que le ofrece la mano.

— ¿Idiota?, no amiga, te aconsejo que vayas con un oftalmólogo, al parecer tienes pérdida de visión.

— Tú la viste, Abel.

— Yo no vi nada, Casandra.

— Puedes irte tranquila, no tienes ni un hueso roto— vuelvo hablar.

— Esto no se va a quedar así— dijo y se fue hecha una furia.

La puerta es azotada por ella mientras dirijo mi mirada a la de Abel, que me observa con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

— No debiste, pequeña.

— La que no debió de amenazarme fue ella, quien me busque, me acaba encontrando.

Este se v

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