Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo.
Altea.
La mirada perdida de Lara se enfocó durante un largo segundo en las dos cúpulas de azulejos blancos y celestes de L`Eglesia del Consol, erguidas sobre un cerro que dominaba una de las más fascinantes vistas de la costa. Innumerables calles empedradas serpenteaban hacia la cumbre, exhibiendo sus añejos cantos rodados, sus antiguas casas bajas pintadas de fresca cal, y sus tejadillos a dos aguas de pizarra rojiza.
Altea le abría su corazón a cada visitante con la concordia innata de la naturaleza de su gente… sin embargo, ese día un silencio lúgubre recorría las callejuelas. El invierno los había agredido como un invisible enemigo, y los niños y los ancianos se ocultaban en el interior de sus hogares; mientras que los adultos cerraban poco a poco
SEGUNDA IRA.LA TRAICIÓNLos Ángeles, California.Nueve meses antes.—Lara, baja ya o no llegaremos al aeropuerto a tiempo.La voz de su madre sonaba más calmada de lo que estaba en realidad, y Emma no era la clase de persona a la que alguien quisiera hacer enfadar.Su hija menor, Evelett, se distraía con cualquier cosa en que su atención de seis años se fijara, y Lara era extremadamente minuciosa cuando se trataba de recoger sus trastos para mudarse, de manera que ninguna de las dos estaba aportando mucha agilidad al viaje.—Estoy haciendo acopio de paciencia para no subir las escaleras y lanzar las maletas abajo de un puntapié —les advirtió.Escuchó a Lara revolver por centésima vez los cajones de su armario en busca del más pequeño objeto que pudiera
Mientras las últimas casas de la ciudad se alejaban Lara supo que no la extrañaría. Los Ángeles había sido su ciudad tanto como lo habían sido muchas otras: un lugar de estadía por no más de uno o dos años, un sitio donde alguna persona importante tenía su villa de descanso, su enorme mansión deshabitada cayéndose a pedazos; y llamaba entonces a sus padres para que la restauraran y administraran, para que la hicieran de nuevo próspera y envidiable. “Habitable”, por desgracia, no era un concepto coherente en el pensamiento de los ricos, todas y cada una de sus posesiones tenían que ser envidiables.Emma comprendió instantáneamente la mirada de Lara y la pregunta nació con una nota de intranquilidad.—¿En serio no echarás de menos este sitio?Lara había nacido en Boston, Massachussets; y a los cuatro añ
Una vuelta más de la carretera y el aeropuerto apareció delante de la camioneta como una inmensa masa de vidrio y acero. No pasó mucho tiempo antes de que alistaran todos sus documentos legales para el viaje, y después de dar varias vueltas por la sala de espera y ubicar con la mirada a su marido, Emma le añadió a su voz un toque de teatral misterio que no lograba disimular del todo su descontento.—Bien, Lara, cierra los ojos.—¿Qué pasa? —Intentó voltearse, pero la señora Sanders se lo impidió.—Pasa que tu papá ya está aquí y es hora de la sorpresa. Todavía no puedes abrir los ojos. ¡No hagas trampas!La sola mención de su padre hizo a Evelett dar la vuelta y correr a sus brazos. Solía ser una niña muy aislada, le gustaba jugar sola, no había que bañarla o darle de comer, su inde
Provincia de Valencia.EspañaEl insipiente verano del Mediterráneo, pesado y fresco, hizo que a Lara se le cerraran los ojos el tiempo suficiente como para perderse los primeros cincuenta kilómetros del viaje desde el aeropuerto de Valencia. Iban al norte por una carretera que bordeaba la costa, cruzando a veces pequeños poblados y otras rodeando las colinas que se levantaban caprichosamente junto al mar.Le gustaron las casas blancas de tejado a dos aguas, los techos de roja pizarra, el olor a océano tan vivo que desprendía aquel pedazo de mundo, las playas y los riscos, la gente desinhibida que se paseaba en traje de baño por los muelles, alistándose para salir en pintorescas barcazas. Todo parecía nuevo, y a la vez antiguo y exótico, como sacado de una novela.Lara miró con interés fuera de la ventana del auto cuando atrav
Villa de las Mercedes.AlteaCuando dejaron atrás la calzada y el Faro del Albir, las vistas de la costa y la sugestiva alucinación, Lara dedicó todo su interés a no perder detalle del camino a la casa. A ambos lados de la senda empedrada que unía la villa a la carretera principal, se alzaba una cortina densa de bosquecillo que abarcaba hasta donde la vista podía alcanzar. Contó cinco, seis kilómetros en el tablero de control de la camioneta y de pronto el descomunal edificio de piedra y cristal se mostró en todo su soberbio tamaño.Había crecido cerca de lugares increíbles, de mansiones, de chalets, de propiedades con miles de metros cuadrados, pero aquella era una perspectiva completamente diferente de lo que significaba construir. Los más de quince metros de altura empleados apenas en dos pisos la hicieron sentir pequeña y por un i
Algún lugar entre la Sierra de Aitana y la Villa de las MercedesA menos de ochocientos metros de la mansión, la silueta de un hombre comenzó a desdibujarse. Sus rasgos no aparentaban más de veinticinco años, pero en el mortal agotamiento de sus ojos se podían leer décadas de controlado instinto. Sin embargo había estado a punto de cometer un error doblemente peligroso: intentar una cacería diurna y dar rienda suelta a una naturaleza que de cuando en cuando no admitía represión.Por suerte el ataque de los mastines había llegado a tiempo para fijar sus pies a la tierra y su conciencia a la realidad.Hasta donde alcanzaba su conocimiento, la villa había estado deshabitada durante los últimos diez años, y lo menos que esperaba al levantarse esa mañana era la llegada de inquilinos tan excepcionales.Retrocedió
Villa de las Mercedes— Esto, sin discusión, es cien veces mejor de lo que imaginaba. — la mirada de Lara vagó indistintamente hacia los grandes ventanales— Debo concedértelo, madre, fue una sabia decisión venir aquí. Creo que me puedo acostumbrar a esto. — pero en el fondo sus palabras no eran más que un intento por parecer a gusto.Se dejó caer con aparente jovialidad sobre el enorme diván frente a las ventanas, que ofrecían el impactante paisaje de un atardecer. Estaba feliz… y triste… y la mezcla de terror y de sorpresa todavía no la había abandonado, pero intentaba disimularlo sacando a su conversación cualquier tema que no evocara la tragedia que había estado a punto de ocurrir.Dominic no podía escuchar una palabra, sin embargo aquella extraña zozobra que se hab&
Estaba seguro de que así sería. Toda su vida en adelante estaría condicionada por su conexión con aquella chica: su actividad, su descanso, su sueño, incluso las cacerías se verían interrumpidas porque si ella lo llamaba, él no podría negarse; lo había sabido desde que los límpidos espejos de sus ojos lo habían encontrado en los acantilados.Algunas de las personas que lo veían no lograban el vínculo, otras eran débiles y Dominic podía evitarlas, podía evadir sus ojos y sus vidas y esperar tranquilamente a que murieran para romper el vínculo, pero ese no era el caso de Lara. Lara no lo dejaría escapar, era fuerte, lo llamaría a su conciencia y a sus ojos aún sin saberlo, lo arrastraría a su vida y a sus emociones.No volvería a ser dueño de sí mismo hasta que no rompiera esa conexión; y has