“¡Por fin…!”
Lara dejó caer la mano con que tapaba su boca y sintió cómo una sonrisa subía por su rostro. Frente a ella su incógnita personal la observaba con un semblante entre aterrorizado y dichoso, y ahora sabía que no era un fantasma. Era tal como lo había imaginado. No debía pasar de los veinticuatro o los veinticinco años, apenas un joven con un rostro que parecía cargado de una tristeza demasiado antigua.
Se fijó en cada detalle de su cara, de un blanco alabastro, blanco de nieve ahora que se recortaba contra las luces vibrantes de la tarde. Su cabello semejaba un oro opaco, fino y lacio que llegaba casi a tocarle los hombros en una desaliñada cascada rubia.
Su complexión se perdía en la ancha gabardina de cuero negro que casi rozaba las puntas afiladas de las rocas, pero Lara sabía cómo era: las piernas musculosas, pro
Faro del AlbirKhan lanzó un rugido de impotencia que estalló a lo largo del bosquecillo a sus espaldas. Y volvió a repetir su bramido una y otra vez, como pidiendo a la hembra la ayuda que él mismo no podía dar, hasta que el sonido de su desesperación retumbó como un eco inapagable por todo el farallón.Dominic escuchó el primer rugido a pesar de que ya varios kilómetros lo separaban del animal y la muchacha, y al instante supo que algo grave pasaba. Luchar por su vida pasó en ese instante a un segundo plano y ni siquiera se detuvo a pensarlo, reclinó su cuerpo sobre las rodillas y saltó hacia atrás, pasando su espalda sobre el lomo de la tigresa que casi lo alcanzaba.Su cuerpo giró en el aire, contorsionándose para dejar caer su peso nuevamente sobre los tobillos flexionados. Concentró su mirada en el suel
Villa de las MercedesLa enorme ventana de cristal seguía abierta de par en par, dejando entrar un poco del aire frío del atardecer. Apenas a treinta metros de la casa Khan se desvió a la derecha y desapareció mientras Silver Moon pasaba a su lado y dirigía la marcha hasta la parte baja de la habitación de Lara.Dominic ni siquiera se molestó en tratar de descifrarlo, los tigres estaban bastante grandecitos como para tomar las decisiones correctas, o al menos eso habían demostrado ese día.Sintió una aprensión extraña cuando vio aparecer la sombra inmensa del costado de la villa; la vista que tenía enfrente era un recordatorio de sus frustraciones de cuatro meses. Se detuvieron por un segundo a metro y medio de la edificación, la tigresa empujó con sus patas traseras y de una sencilla sacudida estaba ya agazapada sobre el alfei
Las manos del cazador se aferraron a sus rodillas, mientras sus uñas crecían y cortaban como punzantes navajas la tela de su pantalón. Silver Moon comprendió: la batalla se desarrollaba ahora al interior del sorian con tal intensidad que sus músculos comenzaban a temblar. Su cuerpo estaba rígido sentado al borde de la cama, esperando que la tigresa terminara por matarlo.En un instante la expresión de Lara se relajó por completo, su respiración se acompasó poco a poco y suspiró: el dolor había pasado. Pero el cazador junto a ella seguía luchando. Sintió cuando las fauces de la tigresa se cerraron sobre su nuca y tiraron de él con suavidad hacia atrás, tumbándolo de espaldas sobre el colchón.Dominic no hizo ningún esfuerzo por moverse.Entonces Silver Moon dejó caer todo su peso sobre el cuerpo del sorian: elegía cont
El sonido estridente de una alarma sobresaltó a todos en la habitación.— ¡Demonios! — farfulló enojado.Registró el cesto de ropa sucia hasta encontrar el celular en un bolsillo de los pantalones de Lara y al revisar la pantalla del teléfono y se dio cuenta de que había olvidado cubrir un aspecto bastante importante. Su mirada se dirigió al pedazo de papel pegado aun al espejo del tocador que había sido el causante de aquella alerta en el teléfono.“10:00 pm: Escribe un mensaje para saber que estás bien -y voy a pensar que no te dormirás muy tarde-”Todavía faltaba una hora para las diez, pero Dominic no quiso dejar de asegurarse de que Emma recibiera el consabido mensaj
Villa de las MercedesDe frente a la ventana, observando la oscuridad sin prestarle verdadera atención, el cazador se concentraba en cada murmullo de la alcoba. Habían pasado más de cuatro horas desde que Lara cayera bajo el efecto de las toxinas, era casi media noche y aún no despertaba, pero esa era la menor de sus preocupaciones.La toxina paralizante de un sorian no era una ciencia exacta, su efecto podía durar más o menos en dependencia de la fuerza de la víctima, y la obvia debilidad de Lara haría el proceso aún más largo, así que nadie estaba demasiado asustado por eso: tenía toda la noche para recuperarse y despertar.Dominic no se le había acercado en todo ese tiempo. De cuando en cuando examinaba las heridas para asegurarse de que estaban bien, que no seguían sangrando, pero siempre manteniendo la distanci
Lara entornó los ojos y negó con la cabeza sonriendo. Dominic la secundó, incapaz de resistirse a su primera muestra real de alegría esa la noche.— Sí — aceptó Lara — Estuve… preguntando un poco por ti. Sentía un poquito de interés acerca de tu enfermedad mental.El ceño de Dominic se arrugó, dándole una expresión tan graciosa que Lara habría pasado de la sonrisa a la carcajada si no le hubiera dolido tanto el cuerpo como para siquiera hacer el intento.— ¿Enfermo mental? ¿Crees que estoy loco? ¿Luzco loco para ti? — abrió mucho los ojos y los giró a todos lados.— A ver, no me malinterpretes — la chica intentó minimizar sus palabras sin conseguirlo mucho, el lenguaje extra verbal de aquel hombre seguía haciéndole gracia.Dominic lo supo y fingió a
Sierra de AitanaEl amanecer asomó con desgana por sobre los árboles y Dominic abrió los ojos, por primera vez en muchas semanas, a su propia vida. Tenía a Lara más cerca de lo que nunca hubiera podido imaginar y ella estaba batallando en aquella semi inconciencia que no le permitía arrastrarlo a sus ojos.Se desperezó en silencio y se aproximó a la cama donde la muchacha dormía aún, no plácidamente, pero al menos el dolor no la había despertado en la madrugada de modo que era poco probable que se diera cuenta de su ausencia en los próximos sesenta minutos. Se dejó caer por la ventana intentando no mirar atrás, era posible que si lo hacía no le alcanzara la voluntad para alejarse ni siquiera por una hora.El bosquecillo lo recibió con sus acostumbrados ruidos y Dominic se dirigió con
Villa de las MercedesAbrió los ojos tan despacio como le fue posible y aun así la claridad de la mañana le hirió las pupilas.La luz entraba débil por la ventana y se sentía incluso más frágil que la noche anterior, como si el sueño hubiera estado preparando su cuerpo para un reposo definitivo. Un atisbo de memoria le devolvió un pedazo de conversación sobre toxinas y sedantes, pero no se inquietó demasiado por eso, era obvio que se sintiera enferma después de todo lo que había pasado.Se desperezó con cuidado, sin mover demasiado los brazos y miró alrededor: por la altura del sol no serían más de las nueve de la mañana y la casa estaba silenciosa.Repasó lo que recordaba de la noche anterior y se detuvo en las vendas, sus tigres no podían vendar, así que Dominic&nbs