Altea
Las semanas pasaron aprisa desde la llegada de los Sanders a la Costa Blanca, se consumió el verano y las playas llenas de bulliciosos estudiantes fueron quedando poco a poco silenciosas. El único lugar que permanecía activo era la Villa de las Mercedes. Para el final de la estación veraniega, con todos los proyectos aprobados, la casa se convirtió en un hervidero de camiones de materiales y obreros que entraban, rompían, reparaban y salían.
Rara vez las chicas veían a su padre durante más tiempo que el justo para cenar, pero era un mal necesario al que ya se habían acostumbrado. Una vez que la obra negra de algunas partes de la casa estuviera terminada comenzaría el verdadero trabajo de Hatch: elevar a calidad artística aquellos trozos de paredes blancas.
Tres veces por semana Emma recibía a dos muchachas de Alt
— ¿Sí?— Dominic no se percató de la llamada hasta que Lara tuvo el celular pegado a la oreja, y como en tantas otras ocasiones sintió una extraña preocupación. La muchacha no solía ser distraída pero de todas formas no le hacía gracia que fuera a descuidar un poco el volante y acabara accidentada, aunque eso le hubiera ahorrado los problemas de conciencia respecto a matarla.— Dianne a este lado— se escuchó por el auricular la voz cantarina.— ¡Ah! Dianne, ¿Qué pasa?— Necesito que me justifiques en el colegio, no voy a poder ir hoy.— ¿Por qué, estás enferma? — y el tono de Lara fue de completa burla, con unas pocas semanas de conocerla sabía que Dianne no se ausentaba de la escuela precisamente por enfermedad.— ¡No, claro que no! Es que estoy organizando un campamento&he
— Tres. — respondió Lara con voz pausada, intentando minimizar el hecho de que probablemente pareciera propensa a las alucinaciones.— Siempre de lejos, cuando por raras circunstancias mis correrías con los cachorros se extienden demasiado fuera de casa.— ¿Y…? — la instó Marissa.— Y siento como si estuviera muy cerca, juraría que ha estado fuera de mi ventana más de una vez… ¡Es una locura! — se rio de sí misma — Desde hace cuatro meses he esperado encontrarlo en cualquier vuelta de esquina y ahora resulta que he estado buscando a un fantasma. ¡Eso sí es mala suerte!Marissa le lanzó una mirada condescendiente y le quitó la botella vacía de refresco para echarla a la basura, mientras las tres salían de la cafetería para seguir sus clases.— Querida, — le dijo — n
Villa de las MercedesEl sábado amaneció con una deliciosa temperatura otoñal, perfecta para pasar el día vagando entre los innumerables juegos y puestos de comida de la Feria de los Artesanos. Ligeros remolinillos de viento arrastraban las doradas hojas bajo su ventana anunciando a gritos el cambio de estación, y Lara se despertó con la extraña sensación de vacío en el estómago que la asaltaba cada vez que algo importante estaba por suceder.Quizás porque era la primera noche que se quedaba sola fuera de casa, o quizás porque Jens estaría merodeando y posiblemente Marissa no pudiera resistirse a hacer de casamentera, o quizás fuera sencillamente que la furiosa bestiecilla en su interior había permanecido dormitando por algunas semanas. De cualquier forma el día se anunciaba delicioso y un poco de soledad con los tigres y el bosque ser&
— ¡Basta! Khan… ¡Déjame en paz, no seas majadero!Lara hubiera querido que su voz tuviera un tono de regaño, pero cuando se trataba de sus tigres sólo acentos risueños había en sus palabras.Silver Moon se había recostado en el diván de frente a los grandes ventanales, contemplando la extensión de tierra que tenía delante como si quisiera devorarla con la mirada. Y Khan, después de dar angustiosas vueltas por la habitación, se había tumbado al lado de Lara, haciendo un hueco allí donde su enorme cuerpo se apoyaba en el colchón.— ¡Vamos! ¡Estate quieto!— contra su espalda, la enorme cabeza blanca seguía presionando. La cacería era el único choque de adrenalina que tenían los tigres para desahogarse de la pasividad en que vivían, y estaban ansiosos por salir.Con un adem&
Faro del Albir“¿Qué demonios te pasa, eh?” - gritó para sus adentros, desatando una rabia que había contenido ya por demasiado tiempo.- “Matarla no es la mejor opción… ¡es la única que tienes! No puedes controlar el vínculo, no puedes controlarla a ella.”— A menos…Lo que en un principio había sido una resolución se había ido debilitando a lo largo de aquellos cuatro meses sin que se diera cuenta de cómo había ocurrido. Saber que tendría tiempo suficiente para matar a Lara y romper definitivamente la conexión le había hecho desear que hubiera otro camino, una manera diferente en que pudiera liberarse de sus lazos sin arrancarla permanentemente de su vida.— Y quizás la haya, quizás haya otra manera, yo… puedo llevar
“¡Por fin…!”Lara dejó caer la mano con que tapaba su boca y sintió cómo una sonrisa subía por su rostro. Frente a ella su incógnita personal la observaba con un semblante entre aterrorizado y dichoso, y ahora sabía que no era un fantasma. Era tal como lo había imaginado. No debía pasar de los veinticuatro o los veinticinco años, apenas un joven con un rostro que parecía cargado de una tristeza demasiado antigua.Se fijó en cada detalle de su cara, de un blanco alabastro, blanco de nieve ahora que se recortaba contra las luces vibrantes de la tarde. Su cabello semejaba un oro opaco, fino y lacio que llegaba casi a tocarle los hombros en una desaliñada cascada rubia.Su complexión se perdía en la ancha gabardina de cuero negro que casi rozaba las puntas afiladas de las rocas, pero Lara sabía cómo era: las piernas musculosas, pro
Faro del AlbirKhan lanzó un rugido de impotencia que estalló a lo largo del bosquecillo a sus espaldas. Y volvió a repetir su bramido una y otra vez, como pidiendo a la hembra la ayuda que él mismo no podía dar, hasta que el sonido de su desesperación retumbó como un eco inapagable por todo el farallón.Dominic escuchó el primer rugido a pesar de que ya varios kilómetros lo separaban del animal y la muchacha, y al instante supo que algo grave pasaba. Luchar por su vida pasó en ese instante a un segundo plano y ni siquiera se detuvo a pensarlo, reclinó su cuerpo sobre las rodillas y saltó hacia atrás, pasando su espalda sobre el lomo de la tigresa que casi lo alcanzaba.Su cuerpo giró en el aire, contorsionándose para dejar caer su peso nuevamente sobre los tobillos flexionados. Concentró su mirada en el suel
Villa de las MercedesLa enorme ventana de cristal seguía abierta de par en par, dejando entrar un poco del aire frío del atardecer. Apenas a treinta metros de la casa Khan se desvió a la derecha y desapareció mientras Silver Moon pasaba a su lado y dirigía la marcha hasta la parte baja de la habitación de Lara.Dominic ni siquiera se molestó en tratar de descifrarlo, los tigres estaban bastante grandecitos como para tomar las decisiones correctas, o al menos eso habían demostrado ese día.Sintió una aprensión extraña cuando vio aparecer la sombra inmensa del costado de la villa; la vista que tenía enfrente era un recordatorio de sus frustraciones de cuatro meses. Se detuvieron por un segundo a metro y medio de la edificación, la tigresa empujó con sus patas traseras y de una sencilla sacudida estaba ya agazapada sobre el alfei