LA LLAVE (parte 2)

III

 Kirskuk, Federación Rusa (poblado rural en la frontera ruso—ucraniana).

 Dos meses después.

 Don Samael y yo arribamos a la escena en un automóvil negro de tipo Volga una noche de cuarto creciente. La nieve caía copiosamente y el inclemente frío adormecía la piel y acalambraba los huesos. El auto llegó a las inmediaciones de un desolado centro militar ruso, abandonado hacía años, donde el ejército y la policía rusos observaban un cuerpo desenterrado en medio de la nieve y la helada tierra.

 Los soldados dejaron penetrar nuestro vehículo cuando don Samael les enseñó su insignia de la INTERPOL. Una vez dentro del improvisado campamento, se nos acercó un viejo y curtido general.

 —Bienvenido, detective Valerio –dijo en ruso, lengua que tanto Samael como yo hablábamos. –Gracias por venir. ¿Quién es su acompañante?

 —Mi asesora –explicó don Samael– la doctora Katherine Lovecraft, antropóloga. Le presentó al general Nicolai Leschenko –me dijo y le estreché la mano.

 —Adelante, bienvenidos ambos. –Bajamos del auto fuertemente abrigados. —¿Son ambos de México? –preguntó el militar, don Samael asintió. –Deben tener frío proviniendo de un país tropical.

 Llegamos hasta las cercanías de la improvisada cripta donde un olor acre se filtraba entre las ráfagas de aire helado. Cuando nos aproximamos lo suficiente para observar el interior de la mórbida tumba divisé un cuerpo casi momificado y recubierto de nieve. Debía tener al menos un mes de muerto, y el estado de congelamiento disminuía el mal olor. El cuerpo cadavérico debió pertenecer a un militar como su uniforme delataba.

 Leschenko dio unas órdenes en ruso a sus subordinados quienes de inmediato llamaron a una joven vestida de negro que fumaba un cigarrillo a un costado de la tumba. Esta lanzó el cigarrillo a la nieve y se volteó.

 La mujer era hermosa, con un cuerpo escultural. Su piel era muy blanca, pero contrastaba con su cabello negro y lacio. Utilizaba anteojos oscuros aunque era de noche, sin embargo, se podía deducir la razón de esto; a pesar de las gafas, resaltaba una cicatriz muy notoria en su ojo derecho. Usaba una chaqueta, pantalón de cuero, guantes y botas de color negro.

 —La agente especial Drej –explicó Leschenko. –Una de las mejores agentes en su... campo. Su padre era un excelente agente de la KGB... es una lástima lo que le pasó a esa pobre mujer. Pero dicen que todo sucede, por una razón.

 —Katrina Karakirovac Drej –dijo don Samael refiriéndose a la mujer— es agente de la INTERPOL, como yo. Y al igual que yo, es de la Sección Paranormal. Como ya debes saber, a estas alturas, todo gobierno del mundo tiene una policía especial de asuntos sobrenaturales. Y toda organización internacional también. Pero normalmente son secretas. También es miembro de la Logia del Pentagrama. La agente Drej es... particularmente buena en lo que hace, es una nigromante...

 —Quiere decir... –recalqué— que esa mujer es capaz de extraerle secretos a los muertos...

 —Con sólo tocarlos, es capaz de tener visiones de cómo murieron y vivieron...

 Drej se lanzó sobre el cadáver, sentándose a horcajadas como una amante necrófila. Removió sus guantes negros dejando al descubierto manos de dedos largos y huesudos, cuya piel era tan blanca como la de su rostro. Aferró la cara desfigurada del muerto con sus manos y una impresión psíquica pareció impactarla.

 Quizás por mis propios poderes psíquicos, fui capaz de observar esporádicos flashes de las visiones que concurrían a la mente de Drej. Confusas imágenes de sexo y lujuria. Sin duda, poco antes de morir el militar había retozado con alguna joven rusa, parecía ser una prostituta adolescente. Pero, las escenas sexuales se vieron interrumpidas por imágenes de persecución y terror, hasta que finalmente, el sujeto aparece muerto por una especie de fiera salvaje...

 Salí del estupor que me provocaron las leves visiones, al tiempo que Drej despertaba de un profundo trance que la dejó agitada y sudorosa –a pesar del clima.

 —Yo... –dije— tuve visiones...

 —Lo sé, yo también –respondió don Samael. –Pero te aseguro que las visiones de Drej fueron tan claras y concisas para ella como si fueran vividas en carne propia.

 —¿Qué pasó aquí?

 —Este cuerpo –me respondió Leschenko— fue encontrado por un grupo de obreros revisando una cañería. El cadáver muestra señales de haber sido asesinado por alguna fiera salvaje. Lobos, probablemente.

 —¿Es eso inusual? –pregunté.

 —No... salvo porque los forenses no encontraron evidencia de un solo cabello o saliva de ningún tipo de animal...

 Drej se aproximó hasta donde nosotros. Saludó a don Samael con un beso en la mejilla relativamente afectuoso.

 —¿Qué descubrió, querida agente Drej? –preguntó don Samael.

 —No sé que lo mató. No pude verlo. Sólo puedo ver lo que los ojos del muerto vieron antes de morir. Sintió mucho dolor al ser descuartizado. Creo que quizás fue un grupo de byakhees...

 —¿De que...? –preguntó Leschenko.

 —Seres mitológicos –respondí— supuestamente monstruosos seres alados que viajan entre dimensiones. –Drej me miró curiosa.

IV

 —Bueno –dije a don Samael y a Drej en una cálida habitación de un hotel moscovita, frotándome los ojos cansados por la investigación sobre libros y la pantalla de la computadora. –Investigué, como me pidió, don Samael, los textos encontrados en la residencia del militar ruso fallecido... ese tal Gregori Dreverikov. Sin duda son textos de los Khlystis, la secta a la que pertenecía Rasputín, y algunos elementos de mitología eslava y gitana. Antiguos tratados sobre los mongoles y los kazares y sus costumbres chamánicas. Mi ruso no es perfecto así que no lo descifré todo. 

 —No importa. ¿Está segura que es material Khlysti?

 —Positivamente. ¿Cómo ayudan mis conocimientos antropológicos a la INTERPOL en un caso de asesinato?

 —Una serie de misteriosos homicidios se han sucedido en todo el mundo –dijo don Samael –El padre Julián Valenciano, nuncio papal en Bulgaria, murió atravesado misteriosamente por una gárgola metálica que se desplomó del techo de una iglesia. Una joven y famosa psíquica americana llamada Mary Lovemoon, que vivía en La Florida, murió estrangulada por una manguera de su patio trasero. El militar que encontramos en Kirskuk, cuya muerte evidentemente es extraña, era un Khlysti.

 —¿Cómo se conectan? –consulté extrañada.

 —Los tres estaban escribiendo un tratado sobre una antigua secta apocalíptica perdida en el tiempo –respondió Drej.

 —Verá, Dra. Lovecraft –me dijo don Samael— como antropóloga es de suponer que conoce usted mucho sobre el zoroastrismo...

 —Por supuesto, una de las religiones más antiguas del mundo. Originaria de Persia, fundada por el sabio Zarathustra hace 10.000 años, según la leyenda.

 —El zoroastrismo, como ustedes dos saben, habla de un drama cósmico. Una lucha entre dos fuerzas universales equivalentes e independientes una de la otra. El Bien y el Mal. El dios del Bien, es llamado Ahura Mazda, el espíritu maligno, rey del Abismo, es llamado Arihmán. Pero ambos son igual de poderosos, independientes uno del otro, cual si fueran dos caras de una misma moneda. Esta dicotomía, este dualismo esotérico, practicado por los zoroastrianos, inspiró gran cantidad de sectas religiosas. Entre ellas, muchos grupos gnósticos precristianos y cristianos, así como los yezidis kurdos, adoradores de Lucifer que hoy son 200.000 individuos. O bien, los maniqueos. El maniqueísmo es creación del persa Mani, quien crea una secta fundamentalista con un dualismo radical; el espíritu es el Bien absoluto, y la materia el habitáculo del Mal. Mani murió crucificado, pero dejó muchos seguidores. La secta maniquea, una derivación zoroástrica, generó una serie de grupos esotéricos en toda la Europa medieval; los albiguenses, los bogomilos, los priscilianos, aunque todos eran conocidos genéricamente como los cátaros.

 —Sí, he escuchado hablar de los cátaros –respondí— se mortificaban flagelándose, realizaban severos ayunos, y no tenían sexo.

 —Eran un grupo gnóstico y esotérico, que como todo grupo contrario a la doctrina católica, fue brutalmente perseguido por la Iglesia. La Inquisición erradicó a los cátaros, hombres y mujeres, con torturas y ejecuciones espantosas. Una rama muy radical de estos cátaros, fue fundada por Humberto Camborio, en Italia del Sur en 1614. Cuando su esposa e hijos fueron quemados vivos por las autoridades católicas, se volvió loco y se convirtió en una especie de monje que predicó un profundo odio por la Humanidad. Estaba convencido de que el mundo era un lugar de perdición y putrefacción, que debía ser destruido. Obsesionado con el fin del mundo, fundó la herética Iglesia del Apocalipsis, una secta esotérica abocada a provocar el Armagedón. Durante 400 años, la Iglesia del Apocalipsis ha intentado destruir al mundo utilizando objetos mágicos de gran poder y rituales catalizadores de la destrucción. En 1915 se reporta que la Iglesia del Apocalipsis contaba 150.000 miembros en todo el mundo. Fue en 1917 cuando la Logia del Pentagrama descubrió que la Iglesia del Apocalipsis planeaba utilizar el llamado Ojo de Shiva, un poderoso medallón escondido en el Himalaya de la India, capaz de destruir el planeta. Se detuvo a la secta en medio de una sangrienta contienda.

 —Gregori Dreverikov era miembro de la Iglesia –intervino Drej. –La rama rusa de la secta fue el alma máter de los Khlystis, grupo cuyo “Papa” fue Rasputín. Creemos que Dreverikov quería dejar la secta y hacer públicas sus prácticas... pero no sobrevivió el intento.

 —Si entiendo lo que están diciendo –mencioné— las personas que han querido denunciar o exponer a la Iglesia del Apocalipsis, han muerto misteriosamente...

 —Hay algo más –dijo don Samael extrayendo un libro grande y grueso, de pasta dura y papel apergaminado de entre su equipaje. Me mostró un gravado medieval de una extraña pieza metálica con forma de estrella de seis puntas. –La llaman la Llave de los Infiernos. Un objeto forjado en las mismas llamas del Infierno, según dicen. Creada por el Diablo para poder abrir cualquier puerta del Universo. No sólo puertas físicas, sino además, puertas a cualquier dimensión. Creemos que la Iglesia del Apocalipsis desea abrir una puerta a algún reino infernal para así destruir al mundo. El exorcismo que presenciamos en México no es coincidencia. El joven poseído habló sobre el Señor de las Moscas que regía sobre 13.000 legiones. Pues bien, hace millones de años el mundo era gobernado por el malévolo demonio Belial, que gobernaba sobre 13.000 legiones de espíritus demoniacos y quien fue desterrado a otra dimensión tras la rebelión de otros dioses. Fue adorado como Baal o Beel—Cebú por ciertos pueblos del Medio Oriente, quienes sacrificaban niños a su altar. Por eso lo llamaban el Señor de las Moscas, por la proliferación de estos animales en sus altares debido a la sangre. Todo apunta a que la Iglesia del Apocalipsis planea usar la Llave de los Infiernos para traer a Belial de vuelta.

 —Las condiciones astrológicas –interrumpió Drej— son propicias para el retorno de Belial.

 —Bien... –dije— ¿qué haremos?

 —Por lo pronto –respondió don Samael— viajar a Bulgaria, a la iglesia de donde murió Valenciano. Es probable que dejara algunos indicios pues estaba investigando a la secta. Partiremos temprano pasado mañana. Sobra decirles a ambas que se cuiden mucho, hay fuerzas oscuras, muy malignas y poderosas, detrás de todo esto. Y nosotros las estamos combatiendo.

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