LA INVESTIGADORA PARANORMAL
LA INVESTIGADORA PARANORMAL
Por: Demian Faust
CAPÍTULO I: LA LLAVE

Cuando la Tierra era joven, muchos eones antes de que los humanos existieran, el planeta entero era gobernado por malévolos dioses sin piedad alguna. Entidades poderosísimas de una crueldad incontenible y un sadismo insaciable, como Belial, el demonio que gobernó con su trono sobre un Lago de Fuego donde sumergía las almas de los que le desagradaran, y que regía sobre 13.000 legiones de demonios. Ó como Molloch, malévola deidad del desierto sentada sobre un trono de huesos encima de una montaña de cadáveres, cual isla en un mar de sangre. Ó como Pazuzu, espíritu del aire, cuya mayor satisfacción era la dispersión de las peores pestes.

 Todos estos, y muchos más demonios de naturalezas execrables y tan espantosas que es mejor no recordar siquiera, atormentaron sobre las especies primitivas que habitaban tales tiempos. Los hombres reptiles de Valusia, los enanos tcho-tcho y los espantosos gules. Cuando algunos de estos antiguos pueblos hubieron invocado a dioses portentosos de recónditos parajes cósmicos muy lejanos, y éstos acudieron en su ayuda, la Rebelión tuvo éxito y los diversos demonios fueron exiliados a otras dimensiones infernales, dejando atrás a sus séquitos y legiones servidoras.

 Estos demonios de menor categoría, continuaron gobernando por muchos eones más, bajo la égida de las deidades oscuras que acudieron en su salvación. Cuando los dioses más benévolos crearon a la Humanidad, y los primeros simios parlantes chillaron erguidos en las estepas africanas, en principio los demonios esclavizaron a los humanos. Pero poco a poco, los humanos se rebelaron, y los más listos entre esta especie robaron el conocimiento mágico de los demonios. Destruidos y exiliados, los diversos demonios y sus civilizaciones cayeron en decadencia hasta sumergirse gradualmente en el olvido.

El Libro de Dagoch.

El primer ataque de los hijos de la luz será lanzado contra la porción de los hijos de las tinieblas, contra el ejército de Belial

Profecía de los Rollos del Mar Muerto.

I

En realidad no pensé que la pesadilla que viviría esa noche sería tan espantosa. Los eventos acontecidos todavía resuenan en mi mente como sombras tenebrosas que no cesan. Escucho los alaridos estruendosos y la escalofriante voz que susurraba en mi oído. Y pensar que tan horrible experiencia sería sólo el comienzo.

 —¡Apresúrate, Katherine! –decía mi amiga Victoria. –No tenemos toda la noche.

 Mi amiga y yo viajábamos en un carro de color azul oscuro hacia una casa de clase media situada en las afueras de Mérida, en México. La casa estaba casi en absoluta oscuridad, encerrando lóbregos secretos entre las penumbras. Era una casa de cemento, de dos pisos, con un amplio jardín.

 Cuando aparcamos el vehículo en las afueras de la residencia, en medio de la noche, y nos encaminamos dentro de la propiedad, sentí un escalofrío en mi espalda. Una ineludible advertencia de mi sofisticada intuición. Un fuerte viento movía las trenzas de gruesos mechones de cabello negro y rizado de mi amiga, su suéter de cuero negro y su falda larga y multicolor. El mismo viento movía mis largos cabellos de color negro –teñido— y mi gabardina gris, sobre una blusa blanca y una falda oscura corta. Tocamos el timbre.

 —Pasen –nos dijo secamente el dueño de la casa, abriéndonos la puerta cordialmente. Dentro de la residencia sólo unas cuantas candelas servían de iluminación a un grupo de ancianas realizando las rutinarias letanías de un rezo. El dueño de la casa era un hombre de unos 40 años, gordo y calvo. Se notaba en su rostro demacrado una mirada de Damontia y de dolor.

 —Don Samael –dijo a un hombre que estaba sumido en las sombras. –Vinieron las muchachas que usted solicitó.

 De la oscuridad salió un hombre moreno, de unos 50 años, vestido con un traje negro, corbata roja y camisa blanca. Sus cabellos rizados eran grises y aunque tenía un cierto sobrepeso se veía fornido y robusto.

 —¿Es usted la doctora Katherine Lovecraft, antropóloga? –me preguntó.

 —Así es. –Respondí percibiendo algo mágico en su mirada profunda.

 —Así que usted debe ser la señorita Victoria Salazar, periodista de la revista esotérica “Era de Acuario”. –Mi amiga asintió, silente.

 —No estoy de acuerdo con exhibir el padecimiento de mi hijo en una revista amarillista... –reclamó el dueño de la casa.

 —Don Gustavo –dijo Samael— le recuerdo que accedí ayudarlo sin costo alguno. Sólo solicité que estuvieran presentes una científica experta en rituales humanos, y una periodista profesional que documente el evento. Permítanme presentarme –dijo dirigiéndose a nosotras. –Soy Samael Valerio, detective de la Sección de Investigación Paranormal de la Policía Internacional, así como de la misma sección de la PGR mexicana, experto en temas parapsicológicos. El evento que vamos a presenciar está noche es algo horrible, espantoso. No puedo obligarlas a participar, si no lo desean.

 —Usted no tiene idea de la clase de monstruosidades que he visto y sufrido, don Samael. –Le dije.

 —Veo en sus ojos que es así. –Me respondió enigmático. –Ahora, subamos. —Samael, Victoria y yo subimos las escaleras. El Detective llevaba consigo un maletín negro. Nos acercamos a un cuarto al fondo del pasillo, desde cuyo interior resonaban gritos degarradores. –Antes de entrar, encomiéndense a cualquier deidad a la que tengan fe. Hagan todo lo que yo diga, y no se dejen engañar por el poseído.

 Entramos al interior de la habitación, donde un joven de unos 15 años, desnudo, se retorcía furioso en la cama. Atado de pies y manos, gritaba incoherencias y dispersaba espumarajos por la boca. Además de la cama, sólo había un buró con un vaso de agua, una ventana con cortina rojas, y un armario.

 En el preciso momento que entramos a la habitación, la puerta se cerró de golpe de forma autónoma. El joven comenzó a gritar más enfurecidamente, al tiempo que todo el cuarto comenzaba a retumbar.

 —¿Está temblando? –preguntó Victoria.

 —No... –respondió don Samael.

 El joven volvió el rostro hacia nosotros, un rostro desfigurado por una mueca de ira y odio incontenibles. Dispersó un grito inhumano, y súbitamente comenzaron a rajarse las blancas paredes de cemento, sin causa aparente. De las cuatro paredes surgían ruidosas grietas, y de las grietas comenzó a brotar sangre.

 El joven continuó hablando incoherencias, al tiempo que de su pecho surgieron heridas como cortaduras en la piel, dejando rojas marcas en su carne. Su cuerpo se convulsionaba en formas imposibles para un humano, dislocándose piernas, brazos y columna. El cuarto retumbó más terriblemente, haciendo crujir los cimientos. Las grietas se incrementaron y ensancharon. Un torrente de moscas ruidosas brotó de las rajaduras.

 —Está hablando en sumerio –dijo don Samael. –Dice algo sobre la Venida del Maestro, y sobre el retorno de la Oscuridad que nos consumirá a todos.

 —¿Entonces es una genuina posesión demoniaca? –preguntó Victoria con rostro nervioso pero con un desliz de curiosidad periodística en sus ojos.

 —Lo es. –Explicó don Samael. –Esta familia no es católica, así que en primera instancia recurrieron a un chamán indígena, pero fracasó. Luego prosiguió con un pastor evangélico que huyó aterrado. Y finalmente, cuando la Iglesia Católica envió un exorcista, un sacerdote traído del mismo Vaticano, un profesional con 34 años de practicar exorcismos... bueno, el sacerdote fue asesinado por él. –Dijo señalando al poseído.

 —¿Y usted se cree capaz de liberarlo? –pregunté.

 —Soy uno de los mejores exorcistas del mundo, Dra. Lovecraft. –Me contestó. Victoria encendió la grabadora. –El ritual que estoy por realizar es sumamente violento y peligroso. Ustedes dos no deben hablar con el demonio. Una vez que lo saqué del cuerpo del niño, querrá un nuevo anfitrión, así que no deben mantener la mente sin pensamientos. Si les ordeno que salgan del cuarto, lo hacen. Cualquier cosa que yo ordene deberán hacerla o sus vidas correrán peligro.

 Don Samael creó un círculo en el suelo con una arena amarilla y pesada que sacó de un bolso rojo en su maletín. Dibujó con una tiza un símbolo esotérico, el Sello de Tubalcaín, y procedió a hacer invocaciones en latín y arameo.

 Conforme las invocaciones se intensificaban, el olor a sangre y podredumbre también. Los alaridos y las convulsiones espasmódicas del poseído se hacían peores. Exudaba gruesas gotas de sangre, y las cortadas en su carne formaban letras hebreas y arameas. El vaso sobre el buró explotó dispersando fragmentos de vidrio alrededor.

 —¡Dime tu nombre, demonio! ¡Tu nombre!

 —Todos ustedes arderán en el infierno pronto. ¡Pronto! –dijo con una voz cavernosa y gutural. La cama donde estaba atado comenzó a elevarse sobre el piso, subió 10 centímetros y llegó hasta a un metro sobre el suelo. Luego cayó de golpe.

 A mi lado, de la pared brotó un rostro espantoso y demoniaco. Me alejé de inmediato, mi amiga Victoria gritó asustada. Se abalanzó hacia la puerta pero no pudo abrirla. El buró comenzó a crujir y a quebrarse. La ventana explotó, dejando entrar un frío torrente de viento, que desprendió las cortinas.

 —¡Te ordeno que me digas tu nombre! –gritó don Samael.

 —Todo comenzó hace millones de años –dijo el Poseído— cuando el Señor de las Moscas gobernaba el mundo sobre 13 mil legiones infernales. Fue entonces cuando comenzó la Gran Purga, y 350.000 valusianos ardieron en el Lago de Fuego. Las almas de los sentenciados rondarán sin descanso por los eones de los eones. Los cadáveres vivientes se levantaron hambrientos. Y el Universo se estremeció ante la maldad del Señor de las Moscas, que se sienta sobre el trono de cráneos en medio del lago de sangre...

 Mientras hablaba, en las paredes se formaron palabras con sangre en el alfabeto hebreo y arameo. Los temblores se intensificaron y un helado frío invadió la habitación. Del pecho del Poseído surgió un rostro demoniaco y deforme. Y luego dos garras, como intentando romper la piel, sin hacerlo.

 —¡DIME TÚ NOMBRE! ¡EN EL NOMBRE DE THOT!           

 —Golgoroth –dijo el Poseído.

 —¡Maldita sea! –dijo Samael— Golgoroth es un Gran Duque del Infierno, gobernante del quinto infierno, comanda 14 legiones de espíritus demoniacos. Está en la lista negra del Vaticano como uno de los más peligrosos demonios, y de más alta jerarquía.

 El Poseído se liberó de sus ataduras rompiendo las cuerdas que lo atenazaban. Con un rostro repleto de tumores pululantes de pus, y con los ojos de un color rojo intenso y brillante, se abalanzó contra don Samael. Lo golpeó violentamente en el rostro, provocándole una estruendosa caída en el duro suelo. Samael parecía inconsciente. El Poseído se lanzó sobre él intentando estrangularlo. En ese momento tomé el bastón de don Samael y golpeé al poseído con toda la fuerza que el temor y la adrenalina me permitieron.

 El Poseído soltó a Samael y me observó fijamente. Movió su mano derecha hacia la izquierda, y súbitamente fui elevada por una fuerza invisible y colocada sobre la pared a dos metros de altura. Mis brazos estaban sostenidos por dos garras demoniacas que brotaron del cemento, en una posición similar a la cruz.

 El Poseído comenzó a acercarse a mí, resoplando sonoramente por la nariz, como un animal. Mi amiga intentó atacarlo para que no me lastimara, pero con un golpe de su mano, estrelló a Victoria contra la pared, dejándola inconsciente.

 Las puertas del armario se abrían y cerraban solas. El buró estalló en miles de astillas de madera. El armario cayó al suelo estrepitosamente. Las cortinas comenzaron a flotar a lo largo del espacio.

 —Cuando el Señor de las Moscas haya regresado y su Reino de Muerte esté establecido en esta miserable Tierra –me dijo el Poseído— los vivos envidiarán a los muertos. Sin embargo, después de matarte, y extraerte las vísceras, me adueñaré de tu alma, y la entregaré a mis legiones para un buen festín... –extendió sus manos como garras para desgarrar mi cuerpo.

 Súbitamente, el bastón de don Samael lo golpeó en la cabeza. Don Samael, sangrando copiosamente por la frente, se había levantado y ahora blandía el bastón con firmeza mientras recitaba una letanía en latín antiguo. De la energía que brotó del bastón, una fuerza chocó contra el cuerpo del Poseído, haciéndolo retumbar con ensordecedores alaridos. El Poseído vomitó un caldo verde con gusanos, agujas y cucarachas. Su columna vertebral comenzó a retorcerse en su espalda en medio de gritos guturales. Hasta que finalmente, de su cuerpo surgió una monstruosa aparición similar  a una sombra deforme. Con su bastón, que parecía ejercer una fuerza mágica sobre el demonio Golgoroth, don Samael acercó a la espantosa aparición hasta el círculo de arena. De su maletín extrajo una extraña caja de madera, con esmeraldas incrustadas y con sellos místicos gravados. Abrió la caja dentro del círculo, y el engendro infernal fue absorbido por la misma.

 Don Samael cerró la caja de inmediato, que comenzó a temblar. Recitó unas letanías y la caja pareció sellarse. Las garras que me sostenían desaparecieron, y caí al suelo con estrépito.

 El cuerpo del joven liberado yacía llorando desesperado en el suelo.

II

 —Usted dijo la verdad –le dije a Samael. Le habían curado la herida en la cabeza con una gasa. Mi amiga y yo recibimos algunos cuidados médicos. La familia del joven estaba tan agradecida que nos suministró toda la ayuda posible –es usted un gran exorcista.

 —He batallado fuerzas malignas desde antes de que usted naciera, Dra. Lovecraft.

 —¿Qué piensa hacer con la caja?

 —Golgoroth quedará atrapado por miles de años en este místico encierro, llamado el Baúl de Sagrad. Tenemos bóvedas especiales donde resguardar este tipo de cosas.

 —¿Por qué pidió que mi amiga y yo estuviéramos en este evento?

 —Dra. Lovecraft, considero que su potencial mágico se está desperdiciando. Me alegra que haya salido de su encierro, pero hay más. Es usted la Soñadora, en cada época hay una. Una mujer de profundas capacidades psíquicas capaz de tener visiones de cualquier evento importante del pasado, presente y futuro por medio de los sueños. Su habilidad debe ser explotada para bien de la Humanidad.

 —Ha sido mi maldición desde que tengo memoria. He sufrido de pesadillas escalofriantes desde niña.

 —Puedo enseñarle a controlar su don.

 —¿En verdad? –pregunté esperanzada.

 —Deseo que usted se inicie en la Logia del Pentagrama. Una orden secreta muy importante.

 —Gracias pero ya pertenezco a una logia masónica.

 —La Logia del Pentagrama es una orden mucho más elevada que cualquier organización masónica ordinaria.

 —¿Y por qué debería yo unirme a su Logia?

 —¿Qué edad tiene?

 —34 años.

 —Y veo en sus ojos que no ha encontrado la paz. Se tiñe el cabello, ¿verdad? ¿Por qué?

 —Porque está totalmente blanco. Encanecido.

 —Usted ha sufrido toda la vida, Dra. Lovecraft. 34 años de dolor. No puedo prometerle el darle paz, ni felicidad. Pero puedo prometerle que la Iniciación le abrirá las puertas de un mundo totalmente nuevo y oculto, al cual muy pocos elegidos tenemos acceso. Lo que usted haga con el conocimiento que compartiremos con usted, será asunto suyo. Si usted fuera Eva y la Serpiente le da la manzana del conocimiento del Bien y del Mal, esa manzana de sabor amargo en la boca, pero dulce en el vientre. Usted podrá usar dicho conocimiento para convertirse en un ser luminoso lleno de sabiduría o podrá usarlo para convertirse en un ser oscuro y retorcido. La decisión es suya. Yo sólo le ofrezco la manzana.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo