CAPÍTULO 25

Cerrando sus portátiles, guardando sus documentos y todas las notas que habían tomado durante la reunión, las puertas de la sala de reuniones se abrieron al salir el personal.

Finalmente, Diego tuvo la oportunidad de respirar. Todo se había complicado un poco más desde aquella noche en la que vio desesperación en el rostro de Cameron y no hizo nada. Ya no podía concentrarse como antes, la forma de llevar sus reuniones ya no era la misma. Incluso tuvo que pedir ayuda a su secretaria.

Con la mente llena de pensamientos que no podía leer con claridad, Diego se sentó en su sillón de cuero. El personal ya se había marchado.

Diego se había convertido en quien juró no ser.

Apoyando la cabeza en su mano derecha, preocupado y exasperado, cerró los ojos.

Una vez más Cameron aparecía en sus sueños. Era como una maldición. No podía estar solo. No podía cerrar los ojos para recomponerse sólo un par de segundos. Tenía que seguir haciendo algo o, de lo contrario, Cameron parecía acudir a él como su
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