Emiliano se quedó hasta que Elizabeth le abrió la puerta a ese desconocido y lo hizo pasar. “¿Qué carajos estaba pasando?, estas no son horas de visitar a una mujer que vive sola. ¿Quién cojones era ese?, ¿por qué visita a mi esposa tan tarde?” Se debatía entre sus ganas de devolverse para averiguar quién era ese hombre y su deseo de centrarse solo en su hija hasta convencerla de que sus intenciones son sinceras.Apretó los puños y decidió que esperaría a ver cuánto tiempo se tardaba ese hombre en el apartamento de Elizabeth. Bajó y mientras esperaba a Max, caminó de un lado a otro frente al edificio muriéndose por las ganas de devolverse adentro.Llegó Max y subió al auto, pero le dijo que se quedarían allí y que apagara el motor, quería verificar algo. –¿Qué esperamos señor? –Un hombre llegó al apartamento de Elizabeth después que yo salí, quiero saber cuánto tiempo se queda allí, ella no debería recibir visitas masculinas a esta hora, ni a ninguna hora del d
La secretaria de la directora salió al pasillo para apresurarla y ella le pidió 15 minutos, prometiéndole que la solución al caso que las ocupaba estaba en camino.Elizabeth se mantenía en el pasillo mirando por una ventana hacia la entrada, cuando vio a Emiliano ingresar al colegio, aunque no vestía traje y corbata, lucía muy elegante y su porte magnífico le daba un aura de poder que la hizo suspirar.Se mantuvo observándolo estoicamente, mientras se aproximaba a ella, al estar a su altura se saludaron con cortesía y ella lo invitó a entrar a la Dirección. –Señora directora, maestra y licenciada, quiero presentarles al señor Emiliano Riva, el padre de Orlena.Elizabeth lamentó no haber preparado la cámara de su celular para capturar el momento, las expresiones de esas tres mujeres pasaban de asombro a admiración y a coquetería, lo recorrían con su vista de pies a cabeza y ninguna pronunciaba palabra, tampoco mantenían la boca cerrada. –Buenos días, ¿quién de u
Emiliano estaba por entrar al automóvil cuando vio llegar al que ahora sabía que se llama Adrián, se detuvo de inmediato y vio a su hija correr al encuentro del hombre, casi enseguida sintió la mirada de Elizabeth, así que simplemente se encaminó hacia ellos. –Papito, él es mi pediatra Adrián. –Me parece que lo he visto antes –dijo Adrián. –Sí, anoche en el pasillo fuera del apartamento de Elizabeth. –Entonces, eres el padre de mi princesa, ¿a qué se debe el milagro? –Adrián no es momento –señaló Elizabeth. –No, déjalo, parece que tiene mucho que decirme. –En realidad sí, pero como dice Elizabeth, no es momento.Orlena pasó de los brazos de Adrián a los de su padre, quien ingresó con ella al edificio. –¿No te ibas? –le preguntó Elizabeth, mirándolo con una ceja enarcada. –Decidí pasar un rato más con ustedes –le respondió con una media sonrisa. –Venía a buscarlas par
A la mañana siguiente y tal como lo había prometido Austin llegó muy temprano a la puerta del apartamento. Brooke estaba lista, pero Orlena se mantenía somnolienta, su padre la cargó cual princesa y así la llevó al automóvil.La niña se despertó cuando llegaron al embarcadero y se emocionó mucho ya que sería su primera vez navegando. Subieron al barco, saludaron a la tripulación y dieron inicio al paseo, tenían un guía que les describía con detalle cada tramo interesante del trayecto, llegaron a una isla donde se detendrían por un buen rato, por lo que podrían comer y disfrutar del agua aparte de tomar el sol.Elizabeth preparó a la niña con protector solar bajo una lucha constante por tranquilizarla ya que esta se encontraba ansiosa por entrar al agua.Emiliano se quedó en bañador tipo bermuda, haciendo que los colores cubrieran el rostro de Elizabeth, quien sintió que su garganta se secó ante la fabulosa figura masculina que tenía frente a ella.Padre e hija entraron al agua, bajo l
Padre e hijo se unieron en un cálido y cariñoso abrazo apenas estuvieron juntos. Subieron al automóvil y comenzaron una amena conversación: –¿Dónde está Max? –En un paseo de fin de semana con su esposa que llegó el viernes a visitarlo. –¿Qué?, ¿desde cuando permites que tu asistente tenga vida propia? –Papá me haces sentir como un jefe malvado. –Lo has sido hijo mío. Ahora háblame de mi nieta, ¿qué edad tiene?, ¿cómo es? –Tiene 5 años, es preciosa con unos brillantes rizos marrones y los ojos como los nuestros, aunque con muchos rasgos y gestos de Elizabeth. Además, debo decirte que es extraordinariamente inteligente, habla varios idiomas, lee y escribe muy bien, también toca diversos instrumentos musicales. De verdad, tiene momentos infantiles, pero la mayor parte del tiempo tienes que estar a su altura para seguirle la conversación. –¡Dios mío! Tenemos una pequeña intelectual entonces. –E
Luego de la deliciosa y suculenta comida, la niña les interpretó una alegre canción en la guitarra, invitándolos a acompañarla con las palmas y haciéndole coros.Don Leonardo, internamente, solo quería prolongar el tiempo, de vez en cuando observaba su reloj deseando que los minutos no hubieran avanzado, pero inexplicablemente, los momentos que más se disfrutan parecieran que pasan más rápido. –¿Sabes?, cuando veníamos para acá mi hijo me advirtió del cambio en tu apariencia, pero voy a ser muy imprudente porque no puedo evitar comentar lo extraordinario del color en tus ojos, es precioso ese violeta. –Muchísimas gracias, pero no se imagina los inconvenientes que me causó esta imagen en la preparatoria, todos querían tomarme fotos y me hacían sentir realmente incómoda, así que decidí que no soportaría lo mismo en la universidad por lo que teñí mi cabello y comencé a utilizar lentillas oscuras. –Papá, hay algo que no sabes y es que Elizabe
Al día siguiente Elizabeth recibió la visita sorpresa de Jessia, se saludaron efusivamente ya que tenían tiempo sin verse ni hablarse, pero el cariño entre ambas amigas se mantenía intacto. –¿Cómo has estado mi tesoro? –preguntó dulcemente Elizabeth. –Muy bien, he venido porque tengo noticias y no tendría emoción si no te lo digo en persona, pero antes te informo que el mujeriego innombrable está desaparecido de Italia, por lo que supongo que andará de juerga con alguna zorra que habrá sacado de quién sabe dónde. Ay perdona cariño, te juro que en el camino para acá me propuse no decirte nada, pero te veo tan bien, que es mejor que sepas en qué anda y continues con tu vida.Elizabeth la escuchó en silencio, se debatía mentalmente si le decía que Emiliano estaba en Estocolmo o no, se daba cuenta que la animosidad que su amiga sentía contra él la hacía hasta inventar cosas. Por el momento solo se limitó a instarla a que le dijera el motivo de su visita.
A la hora anunciada Elizabeth, acompañada de una malencarada Jessia, salía del edificio en el que trabajaba. Su amiga había tratado de convencerla para que se fueran por su cuenta sin la desagradable presencia –según le dijo– del mujeriego pervertido, pero no logró su propósito.Elizabeth lo saludó cortésmente y Jessia solo gruñó. Las amigas subieron a la parte trasera del vehículo y Emiliano se sentó adelante junto al chofer, quien lo miró extrañado, pero se limitó a continuar camino hasta el colegio de la niña.Al llegar Emiliano se bajó y abrió la puerta para extenderle la mano a Elizabeth y ayudarla a descender, sin preocuparse por la amiga de esta que venía justo detrás.Cuando la niña salió corrió hacia su padre con una gran sonrisa en su rostro, Jessia la miraba molesta por ese comportamiento, luego de besarlo repetidamente, se giró hacia su madre para saludarla también muy entusiasmada, finalmente reparó en Jessia y le dijo: –Tía Jes, qué bueno verte, ¿cuándo llega