57

Nos quedamos allí hasta que el fuego finalmente se extinguió, y con él, la oscuridad de la noche dio paso a la fría luz de la mañana. Kieran aún estaba mal, pero la esperanza de su supervivencia estaba allí, tenue, pero presente. Mientras tanto, Viggo permanecía a un lado, sentado en el suelo, mirando al vacío como si el mundo ya no tuviera sentido para él.

—¿Dónde están mi madre y mi hermana? —me preguntó, su voz cargada de desesperación.

—No lo sé. Ulfric las tiene —respondí, con tono cansado, la lucha de las últimas horas agotando hasta la última gota de mi energía. Ahora no quería pelear, no más. Solo quería dormir y no despertar nunca.

Viggo me miró, y pude ver la incredulidad en sus ojos, como si todo a su alrededor fuera un rompecabezas imposible de resolver.

—¿Eso qué dijo el qué significa? —me preguntó.

Sabía a qué se refería, pero no estaba con el ánimo de explicarle nada.

Viggo se levantó bruscamente, caminó hacia mí y, sin previo aviso, me agarró del brazo, levantándome de
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