CAPÍTULO 18

Zahar se bajó de la máquina de correr y se agachó tratando de controlar su respiración. Se hizo una coleta alta, y luego tomó de la botella de agua.

Caminó rumbo a su habitación, y se quitó la ropa para meterse en la regadera, pero antes de ello, se frenó al verse en el espejo.

Sus vellos se levantaron como una ola seguida cuando sus ojos repararon en sus marcas. Marcas profundas en su clavícula, en su cuello. Sus pechos tenían también las succiones de Kereem, así como su cintura.

Pero en vez de provocarle aversión, como cuando su maestro a veces la tocaba para adiestrarla, estas levantaban todo tipo de emoción dentro de su cuerpo.

Zahar pasó un trago acercándose al espejo y llevó sus dedos a su clavícula, y luego miró sus propios ojos.

Los cerró con fuerza cuando abrió su boca y las imágenes, sonidos, y jadeos, vinieron a ella como un gran golpe.

“Nunca pierdas la cabeza”

Sacudió sus pensamientos y abrió la regadera con fuerza. Había hecho ejercicios por dos horas continuas, y tenía
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