ADIÓS.

ADIÓS.

―Esta es un arma pequeña, perfecta para guardarla en la cartera. ―explicó el hombre de la tienda de armas con una voz que denotaba tanto conocimiento como una pizca de orgullo por su mercancía.

Victoria observó la pistola en el mostrador. Su diseño compacto y elegante le confería un aire de discreción letal.

―Me la llevo. ―dijo con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

―Bien, señorita, pero primero tendrá que llenar este formulario, no le… ―comenzó a decir el vendedor, extendiendo un documento hacia ella.

Y Antes de que pudiera terminar la frase, Victoria sacó otro fajo de dólares y los depositó sobre el mostrador con un movimiento suave pero firme.

―Llénelo usted por mí. ―dijo, y su tono dejaba claro que no era una sugerencia.

El hombre tragó saliva, visiblemente nervioso, pero también tentado por la oferta.

―S… sí… con gusto. ―balbuceó, tomando el dinero y comenzando a rellenar el formulario rápidamente.

Media hora más tarde, Victoria deslizó el arma en su bolso con
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