LA CAÍDA DE JULIÁN (II) ― ¿No vas a decir nada? ¿No vas a negarlo? Julián no pudo sostener la mirada acusadora; su voz, cuando finalmente habló, era apenas un susurro. ―Es cierto… yo estuve involucrado en el incendio. La confesión cayó sobre la sala como una bomba. Nathaniel no dejó pasar el momento y arremetió aún más. ― ¿Y qué más, Julián? ¿No les dirás que también por las protestas? ¿Qué estás involucrado en los medicamentos adulterados? Cada pregunta era como un clavo en el ataúd de la reputación de Julián. La vergüenza era evidente en su rostro. Pero las acusaciones siguieron fluyendo como flechas envenenadas. ―Y por si no lo sabían… ―Nathaniel apretó el hombro de Julián ―mi querido hermano vendió información confidencial a la competencia e inculpó a mi esposa. Los ojos de los accionistas se abrieron con más incredulidad de la que podían. Pero el golpe final vino con las siguientes palabras. ―Y todo ello fue orquestado en complicidad con Víctor Burgan. Regina se llevó un
FELIZ DE SER ABUELO. ―¡No voy a dejarlo, papá! ―la voz de Natalia era firme, un faro de determinación en medio de la tormenta que se desataba en la sala. Su padre, el señor Rinaldi, era una estatua de ira contenida, sus manos apretadas en un esfuerzo por mantener el control. ―Definitivamente, no aprendes la lección, Natalia. Primero fue tu obsesión por Lucían Landong y ahora te metes con este criminal. ¡Qué demonios he hecho para que mi única hija tenga tan mal juicio! ―¡Julián no es un criminal! ―insistió la chica, con la esperanza brillando en su mirada. ―Tiene que haber una explicación para todo, él… él… ―¿Explicación? No seas ingenua, hija. Ese muchacho no vale nada. ¿Qué explicación hay para traicionar a tu propia familia y encima involucrarte con la prometida de tu hermano? ―El padre negaba con severidad. ―No hay nada que excuse eso, hija. Y lo lamento, pero no voy a aceptar en mi familia a un hombre de esa calaña. La impotencia crecía en Natalia a cada segundo; aunque esta
HECHOS PASADOS.La pantalla se llenó de imágenes frenéticas, luces intermitentes de vehículos policiales y flashes de cámaras mientras la voz del presentador narraba con urgencia los últimos acontecimientos."Víctor Burgan, el destacado ejecutivo de Empresas Cross, ha sido detenido en lo que se está describiendo como un escándalo corporativo de proporciones sin precedentes."El noticiero mostraba ahora la fachada imponente del edificio de Cross, con periodistas y curiosos congregados en las afueras."Las acusaciones contra Burgan incluyen sabotaje, fraude y una serie de irregularidades financieras que han sacudido los cimientos del mundo empresarial."La cámara cortó a un reportero en el lugar, quien continuaba. "La detención se llevó a cabo esta mañana, después de una investigación meticulosa. Fuentes cercanas al caso indican que podría haber más implicados en el caso…"En su despacho, Arnold apagó el televisor con un movimiento brusco. La noticia sobre Víctor y el escándalo en Empr
SECRETOS QUE MANTENER OCULTOS. «―Julián… Julián… mis pastillas ―el padre extendió su mano con un gesto desesperado, como si de alguna manera pudiera alcanzar el alivio que necesitaba. Julián, de pie frente a él, le dio una mirada cargada de agravios acumulados y una tristeza profunda. ―Qué lástima, papá ―dijo con una voz que destilaba ironía amarga. ―Dices que no sirvo para nada, ya ves, ni siquiera para darte tus pastillas. La cara del padre palideció aún más, el dolor en su pecho se intensificaba con cada segundo que pasaba. ―Julián… por favor… ―alcanzó a decir antes de que su hijo continuara. ―Dale saludos al diablo y recuerda obedecer a papá ―pronunció con un tono definitivo. Luego, sin más, se dio la vuelta y salió del estudio. Al cerrar la puerta, sus ojos estaban rojos y las lágrimas amenazaban con derramarse. Se obligó a esconder sus emociones, a no sentir compasión, pero incluso para él, era algo imposible. En ese momento, una de las empleadas se dirigía hacia el estudi
UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD. Una semana después, en el estudio de la mansión Cross, los hermanos Nathaniel y Julián estaban sumergidos en un mar de balances y proyecciones financieras. Tras los recientes acontecimientos con Víctor y la impactante confesión de su madre Regina, Nathaniel había decidido tender un puente hacia su hermano. Convencer a la junta de accionistas había sido un desafío, pero Nathaniel estaba hecho de la misma fibra inquebrantable que los pilares de su mansión; con la promesa de llenar sus cuentas bancarias, había logrado abrir las puertas a Julián en la empresa familiar. ―Joder, me duele la cabeza de tantos números ―se quejó Julián, soltando la carpeta sobre el escritorio con un gesto de frustración. Nathaniel le lanzó una mirada de reojo. ―No te he dado permiso para terminar, así que sigue sacando cuentas. Julián rodó los ojos e hizo una mueca. ―Esto se llama abuso de poder, ¿sabes? Tengo derecho a descansar. Nathaniel dejó los papeles y curvó los labios con u
ALIANZAS Nathaniel apagó el auto frente a la casa de Elara, sintiendo cómo su corazón golpeaba su pecho con una fuerza que amenazaba con romperle las costillas. La respiración agitada y el sudor frío en su frente eran testigos de su nerviosismo. Estaba decidido, sí, pero el miedo a lo desconocido le hacía temblar las manos. Justo cuando iba a abrir la puerta del auto, su teléfono se iluminó con la urgencia de una llamada entrante. Un número desconocido. ― ¿Bueno? Del otro lado, una voz distorsionada le lanzó una advertencia como un puñal al viento. ―Esta es nuestra única y última advertencia, no sigas metiendo tus narices donde no debes. La llamada terminó abruptamente, dejando a Nathaniel con un zumbido en los oídos y una confusión que se enredaba como hiedra venenosa en su mente. Antes de que pudiera procesar la amenaza, un mensaje llegó a su bandeja de entrada. Con dedos que apenas obedecían, abrió el correo electrónico. Eran fotos de Elara y Rose, en la casa, en el hospital, e
QUIERO DIVORCIARME. En la oficina de la empresa, Nathaniel miraba los papeles del divorcio con odio y desdén. La noche anterior había sido un infierno. Al llegar a casa, se comunicó con Jonathan, quien dijo que empezaría una investigación. Sin embargo, Nathaniel no quería poner en riesgo a Elara o a Rose; había llegado a la conclusión de que esto se trataba de él y la empresa. Era evidente, solo un idiota no se daría cuenta. Pero, aun así, se preguntaba: ¿por qué? ¿Qué era eso que no querían que descubriera? Cerró los ojos y dejó caer la cabeza contra el respaldo de su silla. La determinación y la felicidad que había sentido la noche anterior ahora se habían convertido en miedo y desesperación. Tal vez él y Elara no estaban destinados a estar juntos después de todo. ―Señor, tiene una visita ―informó Margarita desde el intercomunicador. ―Se trata de su esposa. Nathaniel abrió los ojos rápidamente y su corazón se agitó sin control. ― ¿Elara está aquí? ―Sí, señor, le dije que pasa
ERES EL HOMBRE DE MI VIDA.Por un momento, Elara sintió que sus esperanzas se desmoronaban, que el sueño de felicidad se le escapaba de las manos. Pero entonces, como si un interruptor se hubiera activado dentro de ella, la determinación se apoderó de su ser. El deseo de luchar por su felicidad, de construir un hogar junto al hombre que amaba y que estaba segura, la amaba a ella, la llenó por completo.Por primera vez, se negó a ceder ante aquello que pretendía arrebatarle su alegría. Y con un acto de rebeldía, tomó el acuerdo de divorcio y lo rasgó en dos pedazos. Sus ojos se transformaron en dos pozos de determinación y lucha.―Mírame ―le ordenó a Nathaniel, pero él no obedeció, aunque su corazón latía en total descontrol. ― ¡Que me mires! Mírame a la cara y dime que ya no sientes nada por mí, que no me amas y que de verdad quieres que esté lejos de tu vida.Nathaniel mantenía sus ojos fijos en los documentos rotos. Siendo un hombre que siempre había sido seguro de sí mismo, en ese m