Mis preciosas con el maratón que viene, cerramos esta historia. Dime, ¿qué te ha parecido hasta ahora? XOXO.
ALIANZAS Nathaniel apagó el auto frente a la casa de Elara, sintiendo cómo su corazón golpeaba su pecho con una fuerza que amenazaba con romperle las costillas. La respiración agitada y el sudor frío en su frente eran testigos de su nerviosismo. Estaba decidido, sí, pero el miedo a lo desconocido le hacía temblar las manos. Justo cuando iba a abrir la puerta del auto, su teléfono se iluminó con la urgencia de una llamada entrante. Un número desconocido. ― ¿Bueno? Del otro lado, una voz distorsionada le lanzó una advertencia como un puñal al viento. ―Esta es nuestra única y última advertencia, no sigas metiendo tus narices donde no debes. La llamada terminó abruptamente, dejando a Nathaniel con un zumbido en los oídos y una confusión que se enredaba como hiedra venenosa en su mente. Antes de que pudiera procesar la amenaza, un mensaje llegó a su bandeja de entrada. Con dedos que apenas obedecían, abrió el correo electrónico. Eran fotos de Elara y Rose, en la casa, en el hospital, e
QUIERO DIVORCIARME. En la oficina de la empresa, Nathaniel miraba los papeles del divorcio con odio y desdén. La noche anterior había sido un infierno. Al llegar a casa, se comunicó con Jonathan, quien dijo que empezaría una investigación. Sin embargo, Nathaniel no quería poner en riesgo a Elara o a Rose; había llegado a la conclusión de que esto se trataba de él y la empresa. Era evidente, solo un idiota no se daría cuenta. Pero, aun así, se preguntaba: ¿por qué? ¿Qué era eso que no querían que descubriera? Cerró los ojos y dejó caer la cabeza contra el respaldo de su silla. La determinación y la felicidad que había sentido la noche anterior ahora se habían convertido en miedo y desesperación. Tal vez él y Elara no estaban destinados a estar juntos después de todo. ―Señor, tiene una visita ―informó Margarita desde el intercomunicador. ―Se trata de su esposa. Nathaniel abrió los ojos rápidamente y su corazón se agitó sin control. ― ¿Elara está aquí? ―Sí, señor, le dije que pasa
ERES EL HOMBRE DE MI VIDA.Por un momento, Elara sintió que sus esperanzas se desmoronaban, que el sueño de felicidad se le escapaba de las manos. Pero entonces, como si un interruptor se hubiera activado dentro de ella, la determinación se apoderó de su ser. El deseo de luchar por su felicidad, de construir un hogar junto al hombre que amaba y que estaba segura, la amaba a ella, la llenó por completo.Por primera vez, se negó a ceder ante aquello que pretendía arrebatarle su alegría. Y con un acto de rebeldía, tomó el acuerdo de divorcio y lo rasgó en dos pedazos. Sus ojos se transformaron en dos pozos de determinación y lucha.―Mírame ―le ordenó a Nathaniel, pero él no obedeció, aunque su corazón latía en total descontrol. ― ¡Que me mires! Mírame a la cara y dime que ya no sientes nada por mí, que no me amas y que de verdad quieres que esté lejos de tu vida.Nathaniel mantenía sus ojos fijos en los documentos rotos. Siendo un hombre que siempre había sido seguro de sí mismo, en ese m
HOLA, CUÑADA. Elara estaba en estado de shock, incapaz de creer lo que Nathaniel le acababa de revelar. ― ¿Cielo, me estás diciendo que Julián va a tener un hijo? ―Sí, al parecer mi hermano también cayó en los encantos de su asistente ―dijo Nathaniel con una sonrisa, dándole un beso. ―Te equivocas en eso ―replicó ella con cariño, acariciando su pecho desnudo. ―Caíste en los encantos de tu amante. Me entregaste tu corazón mucho antes de convertirme en tu asistente. La risa de Nathaniel llenó la habitación y Elara sintió esa familiar sensación de mariposas en su estómago. ― ¿Cómo se porta mi hijo? ―preguntó él acariciando su vientre suavemente. ―Hasta el momento es un buen chico o chica, todavía no sabemos el sexo, pero… ―Elara levantó la cabeza para mirarlo directamente a los ojos ―estarás presente en la próxima ecografía, ¿verdad? ―No me lo perdería por nada, mi amor. ―Eso espero esposo. Nathaniel suspiró y la apretó contra él. Había cedido a la tentación y ahora estaban desn
LEJOS DE MI MUJER.«―Señor Julián, hay un hombre y dos más buscando a su hermano ―informó la empleada.― ¿Te dijeron quiénes son?―No, señor, solo dijeron que estaban buscando al señor Nathaniel, parecen… parecen ser de la ley.Julián se puso alerta de inmediato y bajó al salón para ver de quién se trataba. Cuando llegó, encontró a tres hombres con trajes formales y uno vestido con ropa táctica, quien miraba a su alrededor como buscando algo.― ¿Puedo ayudarlos, caballeros? ―preguntó con una mezcla de cortesía y cautela.Los tres se giraron y clavaron sus ojos en Julián. El primero en presentarse fue el hombre de mediana edad, quien extendió su mano en un gesto amable.―Soy el oficial Cadena y él es mi compañero Simmons, y él…Su voz se interrumpió cuando una voz suave se escuchó desde la escalera.― ¿LucíanLa sorpresa era evidente en la voz de Natalia, que bajaba por las escaleras mirando fijamente al hombre vestido con ropa táctica. Julián se giró solo para confirmar que Natalia es
UNA MISIÓN ENCUBIERTA.― ¿Arreglaste las cosas con él? ―preguntó Sara mientras ayudaba a su amiga a empacar.―Sí, quiero dejarlo todo atrás, Sara. Olvidar el pasado y solo mirar el presente.La chica sonrió y abrazó a su amiga.―Y yo estoy feliz por ti, si hasta te cambió la cara.Elara se sonrojó.― ¡Elara, ya estoy lista! ―la pequeña Rose llegó a la habitación con su maleta rosa y acompañada de Rocco. Tanto Sara como Elara rieron.―Parece que alguien tiene demasiadas ganas de volver a la mansión Cross.―Sí, quiero ver a Regina, ¡y a Sandra y a Nathaniel! ―Los ojos de la pequeña brillaban.―Y lo harás, cariño ―dijo Elara acercándose a su hermana y apretando su nariz.La pequeña corrió de regreso a su habitación y Sara aprovechó para preguntar.―Entonces… ¿El hermano ahora es bueno?Elara suspiró y cerró la maleta.―Nathaniel ha decidido darle una oportunidad, sin embargo, yo aún tengo mis reservas.― ¿Y qué hay de lo segundo?Sara tomó la maleta y la bajó, era un acto de ayuda hacia
UNA DECISIÓN TOMADA.―No, ¡me niego! ―Elara miraba a Nathaniel con ojos furiosos. ― ¿Es que perdiste la razón? ¿Qué vas a hacer tú con ellos? Nathaniel, no vayas, no quiero… eso es peligroso… ¿Por qué tienes que ir?Él caminó hacia su esposa y la abrazó.―Mi amor, primero es mi empresa y segundo… Arnold y yo tenemos que ajustar cuentas. ―Nathaniel acunó su cara y le sonrió. ―No puedo perdonarle todo el daño que ha hecho, y… estoy seguro de que él tuvo que ver con la muerte de tu padre.Elara negó con la cabeza una y otra vez.―No me importa, ya no. Si vas, podrías… ―Ella se apartó y lo miró a la cara con determinación. ―Si te atreves a ir, Nathaniel, no te lo voy a perdonar, ¿entiendes? ¡Nunca!Él no se sintió intimidado, sabía perfectamente que Elara lo estaba haciendo para persuadirlo.―Sé que me perdonarás, porque me amas como yo a ti, amor. Esto te lo debo. Arnold… ha hecho mucho daño y quiero estar cara a cara con él cuando lo atrapen. Lucían me lo permitirá, y es lo menos que me
PERSECUCIÓN.Dos días después, Elara y Natalia apenas y habían recibido noticias de Nathaniel y Julián. Sin embargo, ese día Elara tenía cita para control prenatal.― ¿Por qué mejor no esperas? ―le dijo Regina, la tensión evidente en su voz.A pesar de estar acostumbrada a tener hombres de seguridad en casa, la situación actual era inaceptable para ella; Nathaniel había dejado varios hombres de seguridad custodiando la mansión.―Suegra, todo va a estar bien, solo voy al hospital, es mi cita y finalmente sabré el sexo del bebé, no quiero perdérmelo ―respondió Elara con una mezcla de nerviosismo y emoción.Regina suspiró con la preocupación marcada en su rostro.―Pero podrías…―Yo puedo acompañarla ―interrumpió Natalia. ―Aunque todavía no es mi cita, puedo aprovechar y ver cómo está mi bebé.Elara miró a Natalia con ojos brillantes.― ¿Irías conmigo?―Sí, no me molesta ―respondió Natalia con una sonrisa tranquilizadora.Regina negó con la cabeza levemente.―Ninguna de las dos debería sa