PERSECUCIÓN.Dos días después, Elara y Natalia apenas y habían recibido noticias de Nathaniel y Julián. Sin embargo, ese día Elara tenía cita para control prenatal.― ¿Por qué mejor no esperas? ―le dijo Regina, la tensión evidente en su voz.A pesar de estar acostumbrada a tener hombres de seguridad en casa, la situación actual era inaceptable para ella; Nathaniel había dejado varios hombres de seguridad custodiando la mansión.―Suegra, todo va a estar bien, solo voy al hospital, es mi cita y finalmente sabré el sexo del bebé, no quiero perdérmelo ―respondió Elara con una mezcla de nerviosismo y emoción.Regina suspiró con la preocupación marcada en su rostro.―Pero podrías…―Yo puedo acompañarla ―interrumpió Natalia. ―Aunque todavía no es mi cita, puedo aprovechar y ver cómo está mi bebé.Elara miró a Natalia con ojos brillantes.― ¿Irías conmigo?―Sí, no me molesta ―respondió Natalia con una sonrisa tranquilizadora.Regina negó con la cabeza levemente.―Ninguna de las dos debería sa
CAUTIVERIOEn una habitación apenas iluminada por la luz mortecina que se filtraba a través de una ventana, Nathaniel y Julián esperaban en silencio. La tensión flotaba en el aire, casi tangible, mientras revisaban sus relojes cada pocos minutos. Finalmente, la puerta se abrió con un chirrido, y una figura imponente entró. Era Lucían, su presencia llenaba la estancia con una autoridad indiscutible.Nathaniel fue el primero en hablar.―Hemos acordado una reunión con alguien del círculo íntimo de Kenyi ―dijo con una voz que no delataba nada del riesgo que implicaba. ―Está interesado en hacer negocios para la venta de diamantes.Julián asintió, agregando con un tono calculador.―Y en el momento en que estemos cerrando el trato, ahí es cuando puedes intervenir y atraparlo.Lucían los miró fijamente, sus ojos escrutando cada detalle de sus rostros, buscando algún indicio de duda o engaño.― ¿Están seguros de que no sospecha nada? ―preguntó con una voz baja y peligrosa.―No hemos dejado pis
CONSECUENCIAS.Nathaniel y Julián llegaron al lugar acordado, un área desolada que parecía tragarse cualquier sonido de vida. A pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, una corriente eléctrica de nerviosismo fluía entre ellos, cargada con la anticipación de lo que estaba por venir. Julián, intentando disimular su ansiedad, se llevó una mano al bolsillo y se recostó en el capó del auto que habían rentado.―Lo lamento ―soltó de repente.Nathaniel frunció las cejas, sorprendido por la confesión.― ¿Lo lamentas?―Sí ―admitió Julián, su mirada, encontrándose con la de su hermano. ―Lamento todo lo que ha pasado entre nosotros... lo que hice. No mereces un hermano como yo.Los ojos de Nathaniel se fijaron en Julián, y por un momento, imágenes de su infancia inundaron su mente: el pequeño Julián corriendo tras él, sus risas llenando los pasillos de la mansión Cross, la sensación de ser el héroe de su hermano menor. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.― ¿Creí que ya habíamos habl
CAOS.«―Señor, encontramos a su hija ―informó uno de los hombres de Arnold.― ¿Dónde está? ¡Llévame con ella! ―La voz de Arnold era una mezcla de alivio y urgencia.―Sí, señor. La encontramos mientras hacíamos vigilancia en la mansión Cross. Llevaba un arma, suponemos que quería...Las manos de Arnold se apretaron en puños, la impaciencia se dibujaba en cada línea de su rostro.―Vamos, necesito hablar con mi hija.Cuando Arnold finalmente vio a Victoria, ella estaba vibrando con una ira apenas contenida.― ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué? ¡Déjame regresar y acabar con ella! ¡Déjame...!Arnold se acercó a su hija y la agarró firmemente de los hombros.― ¿Crees que voy a permitir que jodas tu vida así? ¿Ah, lo crees?―Ya no tengo vida, papá. No tengo nada ―respondió Victoria, su voz quebrada por la desesperación y el dolor.La mirada penetrante del fiscal se fijó en su hija.―Ellos van a pagar, eso te lo aseguro. Pero tienes que dejar todo en mis manos. Deja que sea yo quien les hag
ALIMENTAR A LOS PECES. ― ¿A dónde nos llevan? ¿Quiénes son? Elara ya no podía más con los nervios. Hace un momento estaba atada a una silla, haciendo un video en contra de su voluntad, y un segundo después, había disparos. Ahora estaba en una camioneta custodiada por hombres que no conocía. Natalia no estaba con ella; se la habían llevado en otra camioneta. Los hombres, de aspecto extranjero, no decían una palabra, simplemente se limitaban a manejar y ocupar sus puestos. ― ¿Están sordos? ¿Quiénes son? ¿A dónde me llevan? ¡¿Dónde está Natalia?! ―preguntó Elara, su voz quebrada por el miedo y la confusión. Uno de los hombres se giró y la miró levemente. ―Mi nombre es Alexei, señora Cross, y puede estar tranquila. La estamos llevando de regreso a su casa. ― ¿Qué? ―Los ojos de Elara se abrieron de par en par. ―Las órdenes fueron precisas: ir por ustedes y llevarlas de vuelta a su casa, y eso es lo que estamos haciendo ―explicó Alexei con calma. Elara no sabía si sentirse feliz o pr
NO HA TERMINADO.La puerta de la habitación donde se encontraba Elara se abrió lentamente, Nathaniel, que acababa de llegar, subió rápidamente a verla. Estaba dormida, quizás el miedo, el estrés al que había estado sometida o simplemente el cansancio la habían vencido. Se acercó a la cama lentamente, sus ojos empapándose de ella, y su corazón latiendo de agradecimiento porque estaba a salvo. Se sentó suavemente, cuidando de no despertarla, y extendió su mano para acariciar su mejilla.Elara murmuró algunas palabras y pronunció su nombre.―Nathaniel...―Sí, mi amor, aquí estoy, contigo... ―susurró él en respuesta.Elara no abrió los ojos; dentro de todo, supuso que se trataría de un sueño.―No te vayas nuevamente...Él sonrió.―Lo prometo ―dijo, antes de inclinarse y besar sus labios.Elara sintió la calidez de estos y abrió los ojos lentamente, solo para encontrarse con su sonrisa. Su pecho se agitó y una especie de felicidad infinita se apoderó de ella.―Nat...―Aquí estoy, amor ―dij
LA SALVACIÓN DE EMPRESAS CROSS―Señor, alguien quiere verlo ―informó Margarita, asomando la cabeza desde la puerta.Nathaniel estaba organizando unos documentos mientras se rompía la cabeza tratando de encontrar una solución para la empresa. Después del escándalo de Arnold, fue inevitable que la empresa fuera arrastrada y ahora nadie quería invertir en empresas Croos. Suspiró y levantó la cabeza.―¿Quién es?―El señor Al-Rashid, señor.Las cejas de Nathaniel se fruncieron.―¿Zayd?―Sí.―¿Te dijo qué quería?―No, señor ―la mujer se alzó de hombros. ―Solo dijo que quería hablar con usted y vino acompañado de una mujer.Nathaniel se puso de pie cerrando la chaqueta de su traje.―Hazlo pasar a la sala de juntas, estaré allí de inmediato.―Sí.Margarita iba a darse la vuelta cuando le dio otra orden.―Llama a Elara, dile que iré por ella después de atender a Zayd.Margarita sonrió, todos en la empresa sabían lo emocionado que estaba el jefe con el próximo nacimiento de su hija y que no se
LA PEQUEÑA OLIVIATomando la decisión, Elara se puso de pie y enfocó sus ojos marrones en Catherine, avanzó con determinación hacia ellos, pero las palabras de Elara murieron cuando vio a Zayd salir de la oficina, y de inmediato su cara fue de confusión.―¿Zayd?Él le dio una amplia sonrisa y caminó hacia ella, para luego besar el dorso de su mano deliberadamente.―Hola, Elara, tan bella como siempre.Nathaniel se aclaró la garganta y caminó hacia su esposa.―Cariño, ¿por qué no esperaste que fuera por ti?Ella miró nuevamente a Catherine y luego a Zayd.―Yo… quería venir a la empresa. Margarita me dijo que estabas en una reunión, no quería molestarte, así que…―No ―dijo interrumpiéndola Nathaniel. ―Nada, ni nadie, es más importante que tú. Debiste llamar; tú eres lo primero.El corazón de Elara se agitó y le dio una sonrisa.―Déjame presentarte a Catherine James ―continuo Nathaniel y miró a la mujer.Catherine sonrió y dio un paso extendiendo su mano.―Es un gusto conocerla, señora C