CAPÍTULO 39. El problema era él.No se podía negar: Meli lo estaba disfrutando. Por supuesto que Serena no tenía cómo mantener una mascota, pero cuando todo aquello terminara, al menos sabía que su hija tendría a aquel perro para apoyarl… aunque su nombre le recordara demasiado al otro perro.Y tampoco se podía negar que ver aquellas dos cabezas asomadas en la puerta de la cocina era gracioso, así que solo se cruzó de brazos.—¿Cuál de los dos?—Llamé al más bonito —respondió ella y Grayson hizo una mueca.—Amigo, ahí te llaman —dijo palmeándole la cabeza alejándose mientras Serena le servía de cenar a Gray.Y si alguien dudaba de la inmensa conexión de un niño con su perro, baste decir que para cuando Serena se fue a dormir esa noche, se encontró con que su lugar en la cama ya estaba ocupado, y Meli abrazaba a Gray toda despatarrada.—Cuídamela bien, ¿de acuerdo? —le pidió y el animalito le lamió una mano con cariño.Serena respiró con cierto alivio y no le molestó en absoluto acurru
CAPÍTULO 40. MaîtresseSerena no podía contener el miedo, no era extraño, simplemente no podía decirle por qué.—¡Eres un...! —Pero el agua estaba en su cintura—. ¡Eres un...!—Dame dos minutos —le pidió él mientras se hundían hasta el pecho y Serena ahogaba un jadeo.—¡Grayson!—Solo dejaré de cumplir con mi palabra por dos minutos... te lo prometo... —jadeó con una ansiedad en la voz que dejó a la muchacha impresionada y un segundo después aquella boca estaba sobre la suya.Podía resistirse, pero también podía hundirse. Podía morderlo... pero su cuerpo estaba tan rígido que era como si nada en ella respondiera, nada excepto sus labios.Aquello era horrible, terrible, peligroso, y aun así la resistencia de Serena murió en cuando aquella lengua se hundió en su boca, reclamando cada beso como si de verdad le pertenecieran. Sintió la pared de la piscina contra su espalda y la forma inquieta en que Grayson se apretaba contra ella.La había besado antes, o mejor dicho: la había castigado
CAPÍTULO 41. PerdónameLlevaba el corazón oscuro y la mente nublada. Serena no podía negarlo. Después de tanto tiempo y de tantos golpes, aún seguía siendo tan estúpida como para creer en la parte buena de la gente.Aquella frase decía: "No creas en las palabras, cree en los actos", pero quien fuera que lo había dicho también se equivocaba, porque a veces los mejores actos de una persona tenían un trasfondo de malas intenciones. Y resultaba más que evidente que todo lo que Grayson estaba haciendo por ella y por su hija no era más que una farsa, una forma de ganarse su confianza para que ella hiciera de buena gana lo que él quería que hiciera.—Serena, espera... —intentó detenerla, tratando de no alzar la voz porque lo último que quería era hacer un escándalo—. ¡Como un demonio, mujer!, ¿me dejas hablar? —gruñó, sujetándola por un brazo.Pero en el mismo instante en que la vio darse la vuelta, la única respuesta que obtuvo fue el eco de aquella bofetada en todo el corredor.Las pupilas
CAPÍTULO 42. Una trabajadora socialHabía algo odioso, dulce y terrible en tomar su boca como si no tuviera derecho a ella, porque no lo tenía; en apretar su cuerpo contra el suyo como si ella no pudiera resistirse, porque realmente no podía; en sentarla sobre aquella encimera y meterse entre sus piernas, dejando que toda la marea de malos sentimientos, de emociones oscuras y salvajes, de dolor ininterrumpido y de innegable deseo saliera todo por la misma puerta, en el mismo instante, todo por su boca mientras devoraba la de Serena con ese instinto elemental, animal, más básico: el que le gritaba que aquella mujer era suya.O quizás era al revés.Quizás él había sido suyo desde el primer instante, pero ese no era un pensamiento racional que pudiera alentarlo o detenerlo en aquel momento. Porque no había racionalidad allí, solo una necesidad profunda de tenerla en sus brazos, de sentir la forma en que se estremecía aun involuntariamente, de perderse en el sabor de sus labios...Y para
CAPÍTULO 43. Una promesaSerena se sentó en aquella butaca, con la mitad de su expresión sorprendida y la otra aterrada. No entendía nada de lo que estaban hablando, solo sabía que Edith Sacks había sido la maestra de Meli en la guardería.—No entiendo... —murmuró mientras sus ojos viajaban entre la trabajadora social y Grayson—. ¿Qué fue lo que pasó con la maestra de Meli?Lydia Baptiste miró a Grayson con curiosidad, y él se sentó en otra de las butacas de la sala.—No le he comentado nada a Serena sobre el asunto —explicó para las dos—. En el momento en que las cosas sucedieron, ella estaba recién operada, muy delicada, y me pareció que lo último que necesitaba en ese momento era saber que algo tan grave había sucedido con Meli en la guardería.La trabajadora social esbozó un gesto de absoluta comprensión mientras el rostro de Serena se ponía lívido y se giraba hacia Grayson.—¿Qué fue lo que pasó con Meli en la guardería? ¡Yo no la llevé más porque los niños la molestaban! —exclam
CAPÍTULO 44. Preguntas incómodasEn cualquier otro momento Grayson lo habría disfrutado. Juraba que unas semanas antes habría sentido una satisfacción enorme por el simple hecho de verla emplazada en medio de todos aquellos abogados y, sobre todo, de cara a su hermana. Sin embargo, en aquel instante todo era diferente.Kenneth y Karina habían llegado a la mansión para quedarse con Meli esa mañana, mientras Grayson llevaba a Serena al despacho de los abogados. Ella iba tan silenciosa que parecía una estatua, y si era honesto, él ni siquiera sabía qué decirle. Así que solo abrió aquella puerta para ella y vio cómo las dos mujeres en la habitación se miraban con expresiones muy distintas. En el rostro de Serena solo había una profunda tristeza, y en el de su hermana, un odio inimaginable.—¿Y a esta zorra por qué la traes tú? —gruñó Annabelle de inmediato, y Grayson no cometió el error de decirle que la muchacha estaba viviendo con él.—Annabelle, por favor, compórtate —le pidió con el t
CAPÍTULO 45. Una prueba de infidelidadLo mismo el abogado que Grayson la miraron con el ceño fruncido, pero solo uno de ellos sintió el corazón latiéndole en los oídos ante aquella respuesta.—Señora Radcliffe, por favor entienda que el abogado del señor Huxley no descansará hasta que la obligue a revelar esta información —le recriminó el abogado.—Y puede intentar obligarme todo lo que quiera, pero la verdad es que no puedo decirles lo que no sé. No me acuerdo de nada, estaba pasada de tragos y no me acuerdo de nada —declaró Serena con voz vacía porque hacía cuatro años le había hecho la misma pregunta a Brooke una y otra vez, y una y otra vez, pero Brooke le había contestado siempre lo mismo: no sabía, no se acordaba, estaba demasiado bebida.—Entonces, ¿cómo puede afirmar que se acostó con el señor Huxley?—Porque con él me desperté al otro día —murmuró Serena.—Lo siento, pero eso no va a ser suficiente. Tiene que haber algo más, alguna prueba... —insistió el abogado, y los ojos
CAPÍTULO 46. No la puedes salvarLa mitad de la historia que había contado era verdad, y la otra mitad era una verdad ajena. Era cierto que Serena había conocido a Jerry en el casting de aquella película de la cual había sido protagonista durante medio año. Y también era cierto que en esa misma filmación había sido donde Jerry había conocido a su hermana, y donde a Brooke se le había metido en la cabeza aquella idea de que también quería ser actriz. Después de todo, estaba viendo el éxito de su hermana mayor, ¿por qué no podía aspirar a lo mismo?Por suerte o por desgracia, cuando Serena había entrado en aquella industria, había sido lo suficientemente madura para evadir los problemas. A fin de cuentas, ella tenía una hermanita pequeña que cuidar. Sin embargo, Brooke no estaba en la misma posición; ella solo quería brillar, ser grande, famosa y reconocida. No tenía idea de lo caro que podía costarle la fama en Hollywood a las chicas lindas.Cada fragmento de aquella conversación volví