CAPÍTULO 36. Lo sientoEn una fracción de segundo lo único que había quedado de Grayson Blackwell en aquella cocina era el rastro de su maldito perfume. Apenas eran unos metros, la piscina estaba cerca y él solo quiso que la tierra se abriera bajo sus pies cuando escuchó aquel grito en medio de los chapoteos.Ni siquiera se molestó en quitarse nada. El salto fue preciso, largo y poderoso, y para cuando volvió a sacar la cabeza ya llevaba por delante el cuerpo de Meli, que manoteaba asustada. Grayson no encontraba palabras para decirle que se calmara, solo alcanzó la orilla lo más rápido que pudo y la sentó en el borde, golpeando su espaldita mientras la nena escupía y soplaba toda el agua, antes de echarse a llorar del susto.Y para ser honesto él no estaba mucho mejor, sentía el corazón en la garganta, como si el miedo estuviera apretándosela a cada segundo, y cuando miró por encima del hombro de Meli, vio cómo Serena resbalaba contra el marco de la puerta, sentándose en el piso con
CAPÍTULO 37. Exceso de demoniosEra simplemente insoportable. Podía culparla, eso sin dudas era más fácil, pero todavía no existía la mujer que fuera ni medianamente seductora con los ojos hinchados, la nariz roja y un pequeño rastro de mocos justo debajo. No había mujer en la Tierra en aquel estado que hubiera podido despertarle una erección a Grayson Blackwell, excepto esa que la vida le mandaba para desmentirlo.Serena estaba todavía temblorosa, tenía los labios rojos e hinchados de tanto apretarlos, y los de Grayson estaban a punto de ponerse así de tanto mordérselos... porque era eso o besarla. Ni siquiera tenía sentido que lo negara, no había una versión de Serena Radcliffe que no le provocara eso, que no lo llenara de deseo, que no lo hiciera querer estrecharla, besarla, devorarla.Abrió los botones del vestido uno a uno y le bajó los tirantes hasta que la prenda cayó alrededor de las caderas de la muchacha sobre el lavabo. Había un rastro de sangre sobre la herida lastimada y
CAPÍTULO 38. Apoyo emocionalSerena apretó los labios porque lo que había dicho simplemente se le había salido sin pensar, y por supuesto que eso era malo porque Grayson Blackwell no era la clase de persona con la que pudiera darse el lujo de relajarse. Sin embargo también estaba segura de que intentar ocultárselo solo lo haría sentir mucha más curiosidad por eso.—Mi hermana y yo —respondió con la mayor calma que pudo acumular.—No sabía que tuvieras una hermana —murmuró él.—La perdí hace tiempo —contestó Serena tomando el vaso de su mano y bebiendo todo lo que quedaba—. No vale la pena hablar de eso —murmuró levantándose—. Será mejor que consigas la botella completa.Sin embargo antes de que pudiera marcharse Grayson la retuvo por el brazo.—De verdad lamento lo que pasó hoy. Te prometo que para mañana la piscina va a estar asegurada.Solo la vio hacer un gesto leve de asentimiento con la cabeza, y Serena entró a la casa mientras él se quedaba pensando en cómo demonios iba a cumpli
CAPÍTULO 39. El problema era él.No se podía negar: Meli lo estaba disfrutando. Por supuesto que Serena no tenía cómo mantener una mascota, pero cuando todo aquello terminara, al menos sabía que su hija tendría a aquel perro para apoyarl… aunque su nombre le recordara demasiado al otro perro.Y tampoco se podía negar que ver aquellas dos cabezas asomadas en la puerta de la cocina era gracioso, así que solo se cruzó de brazos.—¿Cuál de los dos?—Llamé al más bonito —respondió ella y Grayson hizo una mueca.—Amigo, ahí te llaman —dijo palmeándole la cabeza alejándose mientras Serena le servía de cenar a Gray.Y si alguien dudaba de la inmensa conexión de un niño con su perro, baste decir que para cuando Serena se fue a dormir esa noche, se encontró con que su lugar en la cama ya estaba ocupado, y Meli abrazaba a Gray toda despatarrada.—Cuídamela bien, ¿de acuerdo? —le pidió y el animalito le lamió una mano con cariño.Serena respiró con cierto alivio y no le molestó en absoluto acurru
CAPÍTULO 40. MaîtresseSerena no podía contener el miedo, no era extraño, simplemente no podía decirle por qué.—¡Eres un...! —Pero el agua estaba en su cintura—. ¡Eres un...!—Dame dos minutos —le pidió él mientras se hundían hasta el pecho y Serena ahogaba un jadeo.—¡Grayson!—Solo dejaré de cumplir con mi palabra por dos minutos... te lo prometo... —jadeó con una ansiedad en la voz que dejó a la muchacha impresionada y un segundo después aquella boca estaba sobre la suya.Podía resistirse, pero también podía hundirse. Podía morderlo... pero su cuerpo estaba tan rígido que era como si nada en ella respondiera, nada excepto sus labios.Aquello era horrible, terrible, peligroso, y aun así la resistencia de Serena murió en cuando aquella lengua se hundió en su boca, reclamando cada beso como si de verdad le pertenecieran. Sintió la pared de la piscina contra su espalda y la forma inquieta en que Grayson se apretaba contra ella.La había besado antes, o mejor dicho: la había castigado
CAPÍTULO 41. PerdónameLlevaba el corazón oscuro y la mente nublada. Serena no podía negarlo. Después de tanto tiempo y de tantos golpes, aún seguía siendo tan estúpida como para creer en la parte buena de la gente.Aquella frase decía: "No creas en las palabras, cree en los actos", pero quien fuera que lo había dicho también se equivocaba, porque a veces los mejores actos de una persona tenían un trasfondo de malas intenciones. Y resultaba más que evidente que todo lo que Grayson estaba haciendo por ella y por su hija no era más que una farsa, una forma de ganarse su confianza para que ella hiciera de buena gana lo que él quería que hiciera.—Serena, espera... —intentó detenerla, tratando de no alzar la voz porque lo último que quería era hacer un escándalo—. ¡Como un demonio, mujer!, ¿me dejas hablar? —gruñó, sujetándola por un brazo.Pero en el mismo instante en que la vio darse la vuelta, la única respuesta que obtuvo fue el eco de aquella bofetada en todo el corredor.Las pupilas
CAPÍTULO 42. Una trabajadora socialHabía algo odioso, dulce y terrible en tomar su boca como si no tuviera derecho a ella, porque no lo tenía; en apretar su cuerpo contra el suyo como si ella no pudiera resistirse, porque realmente no podía; en sentarla sobre aquella encimera y meterse entre sus piernas, dejando que toda la marea de malos sentimientos, de emociones oscuras y salvajes, de dolor ininterrumpido y de innegable deseo saliera todo por la misma puerta, en el mismo instante, todo por su boca mientras devoraba la de Serena con ese instinto elemental, animal, más básico: el que le gritaba que aquella mujer era suya.O quizás era al revés.Quizás él había sido suyo desde el primer instante, pero ese no era un pensamiento racional que pudiera alentarlo o detenerlo en aquel momento. Porque no había racionalidad allí, solo una necesidad profunda de tenerla en sus brazos, de sentir la forma en que se estremecía aun involuntariamente, de perderse en el sabor de sus labios...Y para
CAPÍTULO 43. Una promesaSerena se sentó en aquella butaca, con la mitad de su expresión sorprendida y la otra aterrada. No entendía nada de lo que estaban hablando, solo sabía que Edith Sacks había sido la maestra de Meli en la guardería.—No entiendo... —murmuró mientras sus ojos viajaban entre la trabajadora social y Grayson—. ¿Qué fue lo que pasó con la maestra de Meli?Lydia Baptiste miró a Grayson con curiosidad, y él se sentó en otra de las butacas de la sala.—No le he comentado nada a Serena sobre el asunto —explicó para las dos—. En el momento en que las cosas sucedieron, ella estaba recién operada, muy delicada, y me pareció que lo último que necesitaba en ese momento era saber que algo tan grave había sucedido con Meli en la guardería.La trabajadora social esbozó un gesto de absoluta comprensión mientras el rostro de Serena se ponía lívido y se giraba hacia Grayson.—¿Qué fue lo que pasó con Meli en la guardería? ¡Yo no la llevé más porque los niños la molestaban! —exclam