—Siéntate —Dante dijo firmemente, señalando una de las sillas, borrando de la nada aquella sonrisa que se había formado en su frío rostro.
Kendal obedeció y se sentó en ella.
—Preparé algo para ti, quiero que lo comas todo, ¿de acuerdo? —él pudo formar y colocar un plato con comida frente a Kendal. Le tendió un tenedor, y Kendal tímidamente lo cogió. Llenó un vaso con jugo de naranja y lo dejó junto al plato.
Kendal descubrió todo, sintiendo el olor de la comida, viendo lo bien que se vio, y notando también, como Dante tomó asiento junto a él, pero no comía, no pretendía hacerlo. Lo olio una vez mas; pan tostado, huevos revueltos, queso y mantequilla derretida sobre una pieza de pan. Eso además del jugo de dulce de naranja.
—¿Te quedarás mirando la comida y no comerás? —Dante preguntó al notar que Kendal llevaba varios minutos mirando su comida, sin probar nada. Alzó una ceja y lo cuestionó— Si lo que te preocupa es que pueda tener algún tipo de droga, no te preocupes, ¿de acuerdo? No contiene ningún tipo de medicamento. Es solo un desayuno.
Kendal asintió débilmente y tras colocar comida en su tenedor empezó a comer. Sintiéndose totalmente nervioso al sentir la mirada de Dante sobre él segundo tras segundo, masticó y se relajó. Después de quince minutos Kendal terminó y alzó la mirada para buscar aprobación en el rostro de Dante. Él seguía mirándolo. ¿Se suponía que existía una forma correcta de tomar su comida?
—¿Satisfecho? —Dante preguntó levantando una ceja.
Kendal asintió mirándole a los ojos unos segundos.
—Kendal...—él susurro su nombre, se echó hacia atrás en su silla y se estiró un poco suspirando— Seré sincero, no sé qué haré contigo —dijo de la nada y soltó un risita—, debo ir a trabajar por cinco horas, y tengo un chico secuestrado en mi casa. No puedo dejarte ir, ni quiero hacerlo. Dime Kendal, ¿qué podría hacer contigo? —él preguntó mirándole fijamente con una pequeña sonrisa, mientras se inclinaba hacia él.
Kendal alzó la mirada, y habló: —No me iré, lo prometo—dijo en tono pacífico, ese era más bien su tono estándar.
Dante comenzó repentinamente a carcajearse.
—¿Crees que soy estúpido? —él preguntó, mirando al chico a los ojos intimidándolo.
—No...—susurró y desvió la mirada de la cara ruda del sujeto.
En verdad, lo era.
—Eso creí —parpadeó perezoso y volvió a tener la expresión seria.
Se puso de pie, caminó hasta el chico y lo tomó del brazo sin llegar a ser tan brusco.
—Ven aquí...—él susurró, llevando a Kendal consigo hasta la habitación, siendo paciente. Kendal caminaba a un ritmo más lento, al tener las piernas más cortas.
Al estar en la habitación, Dante cerró la puerta sus espaldas; le indicó a Kendal que se sentará sobre la cama, y él obedeció. Dante caminó hasta su ropero y cogió de su interior tres corbatas. Una azul, una gris y una negra.
—Lo siento mucho, Kendal —murmuró acercándose al chico, llevando en sus manos las corbatas—, pero voy a atarte —continuó.
—No, por favor no, Dante —el más bajo dijo rápidamente suplicando con la mirada— Me lastiman.
—Cállate y hazme caso —amenazó sin preámbulos— No tienes porqué protestar.
—Pero, no me iré.
—Pero, cállate ¿sí?—lo amenazó con la mirada y sonrió después.
Kendal soltó un suspiro y bajó la mirada con el ceño fruncido.
Dante movió a Kendal siendo brusco, tomándolo de sus costados, levantándolo con facilidad al ser él delgado y pequeño. Para dejarlo de espaldas al respaldo de la cama.
—Las manos atrás Kendal.
Él tardó, renegando en un murmullo que Dante no escuchó previamente y obedeció sin tener otra opción.
Dante cogió la primera corbata, la azul y la ató alrededor de sus muñecas, para después atar lo restante a uno de los barrotes de hierro. Hizo un nudo que se juró, Kendal no desataría. Se alejó de Kendal para coger la otra corbata, y lo demostró. ¿Por qué tenía que ser tan indefenso? ¡Dios! Hacia todo tan fácil que su motivada agresividad, ira y violencia natural, probablemente esconderse por ahí, y dejar salir a aquellos sentimientos frágiles y náuseasbundos.
Tenía la mirada baja, y las piernas encogidas. Dante sonrió de la nada. Tomó los tobillos de Kendal, y tiró de ellos para dejar sus piernas rectas. Luego tiró de aquel pantalón de pijamas enorme que traía puesto, y lo dejó así, desnudo de la cintura hacia abajo.
Kendal dio un respingo. —¿¡Qué es lo que haces!? — preguntó en un grito, mientras su rostro empezaba a enrojecerse. Cruzó sus piernas para cubrirse un poco, y forcejeó al estar atado de manos. No pudo deshacer aquel nudo ni un poco, más bien, lo aferró aún más a sus muñecas.
Dante rió. —Créeme, no lograrás deshacer ese nudo.
—¿Piensas dejarme desnudo? —Kendal preguntó, de pronto exaltado y desesperado.
—No, tendrás frío—se levantó para ir hasta su ropero nuevamente. Cogió un par de calzoncillos y caminó de nuevo hasta el chico, se sentó al borde de la cama, estiró las piernas de Kendal y las abrió un poco, sintiendo un leve forcejeó de su parte.
—¡No! —gimoteó a punto de echarse a llorar.
Dante fue aún más fuerte ignorándolo por completo, y cuando estaban las piernas de Kendal separadas, deslizó la prenda por sus piernas, colocándola. —Sólo quería ponerte ropa interior—aclaró luego.
Dicho aquello, tomó la otra corbata, unió los tobillos rápidamente del chico y los ató muy bien. Hecho acto seguido, caminó hasta la mesa de noche, abrió un cajón y sacó de este un rollo de cinta adhesiva color negra. Despegó un poco y corto un trozo.
—Dante, no...—lo oyó susurrar y gimió casi echándose a llorar.
Se acercó, le arrancaron con delicadeza el cabello y le acarició la mejilla. —Por si acaso—le guiñó un ojo, y le colocó el trozo de cinta sobre la boca.
—Esta la usaré yo—Dante dijo alzando la otra corbata, sonriendo extensamente, remarcando sus hoyuelos.
—¿Serás un buen chico? —Dante preguntó y se acercó a él, acercando su rostro demasiado al del asustadizo chico, y le tomó el mentón.
Kendal lo miró a los ojos unos segundos y asintió débilmente.
—Eres un buen chico, Kendal—Dante susurró contra su rostro, y en un movimiento rápido, lo besó en la mejilla derecha. Se reincorporó y se marchó de la habitación.
[...]
Cuando era la una con treinta, hubo ruido de nuevo en la casa. Dante entró rápidamente, dejó tirado su maletín y sus llaves en el sofá, y se apresuró a llegar a su habitación, en la cual Kendal aguardaba atado. Su día de trabajo fue un martirio, se comió las uñas, hizo las cosas mal varias veces y apenas y almorzó, pensando en lo que ocurriría, si es que llegaba a casa y el chico no estaba ahí.
Abrió la puerta e inmediatamente un par de ojos azules lo miraron, él se sintió aliviado, y más que ello, feliz. Moriría si él no estuviera ahí.
Camino hasta él, se sentó al borde de la cama, y le quitó la cinta de los labios con mucho cuidado. Lo oyó suspirar y notó como mojaba su labio inferior con saliva. Tan sutil y entretenido le resultó. Empezó a desatar sus pies y Kendal lucia más relajada. Quizás el sí notó la felicidad de la mirada de Dante, al verlo ahí. —¿Tienes hambre, Kendal? — Mientras pensaba seguía desatándolo con delicadeza.
—Yo creo que sí—Kendal dijo tímidamente, sintiéndose de una u otra forma, intimidado por el más alto. Dante lo miró por varios segundos, observando sus piernas, eran muy blancas. Tuvo el deseo de tocarlas, y lo hizo, estaban frías. Miró su tierno rostro. Y sólo se perdió en pensamientos, no congruentes.
—¿Tienes frío Kendal? — preguntó, y empezó a deslizar sus manos desde los tobillos hasta los muslos del chico.
—Sí, pero... sólo no me toca —dijo alzando la mirada. Moviendo sus piernas para que Dante deje de tocarlo.
—¿Por qué, no? —Dante preguntó en un susurro, lo iba a tentar. Llevó sus manos más arriba y ya estaban en las caderas de chico.
—¡No me toques! ¡Aléjate! —Kendal exclamó enfadado, tratando de patear a Dante.
—Tranquilo... —él murmuró cerca de su rostro, tras colocar una de sus manos sobre la boca del chico para callarlo.
Lo miró a los ojos y dejó su mano. Dejando sus manos a los costados de Kendal, sobre la cama, sosteniéndose, al estar unos pocos centímetros de su rostro.
—Me fui por la mañana, pensando en dos cosas...—él empezó a hablar.
—La primera fue que, estaba preocupada ya que podría escapar, delatarme y arruinar mi vida. Y la segunda fue que, pensé mucho en que podría...—él se detuvo, se acercó a Kendal y susurró cerca de su rostro—, en que podría tener sexo contigo, mientas estas así como ahora, indefenso e inmóvil. De esta forma podria tomarte como yo quiero, Kendal.
En ese instante, Kendal sintió sus mejillas arder, aún cuando por dentro el terror creció.
Kendal estaba totalmente inmovilizado. Podía sentir la respiración tibia y el aliento de Dante sobre su cuerpo. Aún tenía las manos atadas y no podría quitárselo de encima.—Por favor aléjate, Dante—Kendal suplicó tratando de no entrar en pánico, para después tragar saliva.Dante rió y se alejó por completo poniéndose nuevamente de pie. —No lo haré ahora, porque tengo mucho que hacer, pero prometo que lo haré, y tú...—dijo señalando al chico que aún estaba atado. —, rogarás por más. Es una promesa, yo no soy un violador, soy más bien un buen amante.Kendal sólo cogió aire y se mantuvo cabizbajo.Dante se acercó nuevamente a él y desató sus manos. Kendal sintió su sangre fluir tranquilamente y sintió total alivio al poder mover todo su cuerpo nuevamente. Si algo ocurría luego, podría defenderse de una u otra forma. Frotó sus muñecas adormecidas y sólo se quedó sentado esperando a que Dante hiciera o dijera algo. ¿Qué más podría hacer él? Era una indefensa y pacifica víctima junto a D
Kendal se quedó sentado en aquella cama por más de treinta minutos. Su mente y su cuerpo se habían acostumbrado a las reglas de Dante. ¿Qué se supone que debía hacer, ahora que su mente se había acostumbrado a la sumisión?Logró reaccionar, caer en su maldita realidad y supo lo que debía hacer, aún si con la mente enferma no quería hacerlo. Debía escapar, escapar en sí, de los buenos tratos, de un hogar, y de Dante. Y fingiendo demencia, él sabía que no lo quería. Se puso de pie y estaba por salir de la habitación cuando pensó."Dante podría estar afuera, esperando a que yo intente escapar, para así atraparme y castigarme, sí, claro, un castigo"Kendal se quedó frente a la puerta, observó la habitación y tras suspirar volvió a pasos lentos hasta la cama y se sentó sobre la cama. ¿Por qué debía ser tan estúpido? —No quiero volver...—él susurró para sí mismo, y sus ojos se cristalizaron. —, no quiero volver a eso.Se recostó en la cama y hundió su rostro en la almohada. Lloró apenas
Martes 22 de septiembre, 2011. Birmingham, Inglaterra. Eran más de la cinco de la tarde, la universidad estaba casi vacía, y Kendal estaba por salir. Estaba cansado, estresado y sobre todo hambriento. Sostuvo su mochila vieja de los tirantes, la cual tenía algunos agujeros, y tiritando al sentir el frío viento rozar sus pálidas mejillas. No tenía ni un sólo centavo en el bolsillo y no comería hasta llegar a su casa, y poder comer algún pedazo de pan o beber una taza de té barato.Su padre era el único que trabaja en casa, a veces, y su sueldo resultaba escaso por gastar más de la mitad de éste en alcohol y prostitutas. Y eso afectaba directamente a Kendal quién no podía trabajar debido a su enorme carga académica. Se mentalizó a que la miseria acabaría pronto. Luego estaba su madre que no trabajaba, y si lograba obtener un empleo, no duraba más de una semana, gracias a su drogadicción la cual simplemente crecía y no tenía intención de acabar, de hecho, Kendal se convenció de que el
—Vendrás conmigo entonces —él murmuró dándose por vencido— Soy Dante —dijo segundos después, presentándose. —Te acostumbrarás a mí Kendal, te conservaré —él parecía más aliviado con lo que estaba diciendo. Después se acercó al chico, lo cargó y llevó hasta su auto nuevamente, mientras él aún estaba inmóvil temblando y sin comprender que acababa de pasar. Temblaba quizá de frío, quizá de miedo, o ambos.Seguía sollozando bajito y tratando de recobrar la normalidad de su respiración.Lo dejó en los asientos de atrás como si se tratara de un objeto, y volvió a la casa para cerrar las puertas y dejar todo en orden. Antes de subir y cerrar las puertas de atrás, advirtió severamente al chico: —Si haces algo estúpido, o te comportas mal, voy a hacerte daño y esta vez asesinarte —él dijo señalándolo con su dedo índice. Kendal intentó desatarse, fallando una y otra vez, así que sólo se dio por vencido y se quedó inmóvil nuevamente, la falta de alimento desde hace horas hacía finalmente efe
—Bien...—Kendal accedió y soltó un suspiro.Se quitó la camiseta y desabotonó sus pantalones, bajándolos lentamente, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo entero cuando el hombre extraño lo mirada burlón. Lo miraba con el derecho de hacerle lo que se le pasara por la mente. Se sacó los zapatos, y alzó la mirada luego. Se sentía humillado y frágil.—Toda la ropa, Kendal—Dante ordenó.—Pero... ¡Claro que no!—Kendal se negó, diciendo aquello en un tono más alto.—¿Quieres que lo haga yo? —Dante preguntó sin rodeos y alzó una ceja— No me interesa ver tus... dimensiones—se burló—, tampoco voy a abusar de ti. Te quiero limpio, nada más.Kendal quiso llorar. Se sentía frágil y expuesto a toda maldad. —No quiero hacerlo...—susurró sintiéndose indefenso y a punto de llorar.—¿Crees que a mí me importa, si quieres hacerlo o no? —Dante preguntó cínicamente— Estás para obedecer, yo te perdoné la vida.—Por favor, Dante —Kendal rogó y mordió la parte interna de su labio. Que lo llamara por
Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, humedeciendo sus frías mejillas mientras muchos sollozos se escapaban de su boca. Se cubrió con aquella sábana al sentir frío en sus piernas y al sentirse tan indefenso en aquel lugar, suponiendo de inmediato que podría ocurrirle cualquier cosa. Calló sus sollozos hundiendo su rostro en aquella almohada y se refugió bajo la sábana, sintiendo que aquella esposa que estaba alrededor de su mano lo lastimaba. —¿Por qué mi vida debe ser así? ¿Por qué deben pasarme estas cosas? Maldita sea... —él se hizo aquella pregunta en voz baja y siguió llorando, con mucho dolor en su pecho. Sollozó desconsolado y tembló— ¿Por qué nunca existió alguien que me ame y me cuide? —él se preguntó por último y sollozó fuerte, con el sentimiento más profundo y doloroso que no sentía desde hace mucho.Pronto su cabeza dolía de tanto llanto y pensamientos tristes y suicidas. Se sintió mareado y agotado. Así se quedó dormido, sobre las sábanas y la extraña calidez de