Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, humedeciendo sus frías mejillas mientras muchos sollozos se escapaban de su boca.
Se cubrió con aquella sábana al sentir frío en sus piernas y al sentirse tan indefenso en aquel lugar, suponiendo de inmediato que podría ocurrirle cualquier cosa.
Calló sus sollozos hundiendo su rostro en aquella almohada y se refugió bajo la sábana, sintiendo que aquella esposa que estaba alrededor de su mano lo lastimaba.
—¿Por qué mi vida debe ser así? ¿Por qué deben pasarme estas cosas? M*****a sea... —él se hizo aquella pregunta en voz baja y siguió llorando, con mucho dolor en su pecho. Sollozó desconsolado y tembló— ¿Por qué nunca existió alguien que me ame y me cuide? —él se preguntó por último y sollozó fuerte, con el sentimiento más profundo y doloroso que no sentía desde hace mucho.
Pronto su cabeza dolía de tanto llanto y pensamientos tristes y suicidas. Se sintió mareado y agotado. Así se quedó dormido, sobre las sábanas y la extraña calidez de la cama de aquel hombre del cual era rehén. Temblando y llorando en sus sueños.
¿Alguien me buscará?
¿Me buscarán siquiera? —entre dormido y despierto se preguntó.
[...]
Miércoles 23 de septiembre.
13 horas después de haber sido secuestrado.
—¡Despierta! —Dante exclamó, y golpeó el hombro de Kendal. Eran las seis con treinta de la mañana; y si por un momento creyó que todo fue una pesadilla, al despertar y mirar aquellos ojos verdes, cayó en su nueva realidad.
Kendal dio un respingo y abrió sus ojos de presto, se sentó ante la brusquedad del golpe y gimió confundido. Al hacer aquello lastimó su mano atada tras tirar de la esposa de hierro que lo ataba a la cama.
Parpadeó repetidas veces y frotó sus ojos de inmediato. Sintió como Dante retiraba la esposa de su mano, y seguido de ello lo tomó del brazo y lo llevó consigo casi a rastras al baño. Kendal había caído la noche anterior en un sueño tan profundo, que se sentía sumamente confundido. Incluso tenía la visión aún borrosa.
La mano de Dante ceñida a su brazo, lo hizo despertar del todo
.
—Pero... ¿Qué haces?—preguntó, mientras sostenía sus pantalones, los cuales caían. El rizado no respondió, simplemente mantenía su actitud pesada y el ceño fruncido.
Cuando ya se encontraban juntos, dentro del baño, Dante habló:
—Lava tu fea cara, Kendal—él espetó y señaló el lavabo.
Kendal soltó un suspiro con la mirada triste, y obedeció de inmediato. Hizo un nudo en la cinturilla de sus pantalones, para que no se cayeran, y prosiguió a lavar su rostro, con aquella agua que estaba malditamente fría.
Hasta pensó que lo del agua fría, era algo que Dante hacía a propósito.
Dante observó cada una de sus acciones, observando su cuerpo más de lo debido, notando que tenía una cintura tan pequeña y una figura esbelta y malditamente adorable; se quedó observando cada gesto del chico, lo frágiles que lucían sus delgados brazos de porcelana, lo lacio y desordenado que lucía su cabello y al girarse, Dante observó sus ojos azules, los cuales parecían zafiros. Su nariz pequeña y sus labios delgados de un color rosa demasiado pálido. Le gustó, muy en el fondo hasta creyó que algo así no debería morir.
Era bajo de estatura, no es que fuera un chico de un metro con cincuenta centímetros, pero para ser inglés era muy bajito.
Algunas gotitas de agua caían del rostro del chico. No había rastro de vellos en su rostro, seguramente se había afeitado el día que fue secuestrado. Dante notó como empezó a actuar extraño, bajó la mirada, se abrazó a sí mismo y empezó un jugueteo con sus dedos. Un jugueteo incontrolable para Kendal, sólo lo hacía.
La mirada baja, el jugueteo de sus dedos, acompañado de una baja estatura y un cuerpo frágil y hermoso, resultaba ser... el nuevo fetiche de Dante.
Dante supo de inmediato, que lo miraba demasiado y preguntó:
—¿Tienes hambre? —sus gestos lucían más relajados y Kendal frunció el ceño aún cabizbajo. —¿Quieres comer o no? —Dante preguntó tras no obtener respuesta. Se acercó a él, e hizo que lo mirara a los ojos, no fue agresivo. Kendal era bastante pacífico, supo que no era necesario ser agresivo— Habla, ¿Quieres? —le exigió y acabó sonriéndole de lado.
—Sí —Kendal apenas susurró.
—Bien —Dante murmuró aliviado, y se alejó de él.
—Coge un cepillo de dientes nuevo, que está en ese cajón—indicó señalándolo— Lava tus dientes y baja para comer. ¿De acuerdo? —él propuso con naturalidad y Kendal asintió débilmente.
Dante salió del baño, le echó un último vistazo y tranquilamente bajó a la cocina.
Abrió el refrigerador y sacó de este lo que necesitaría para preparar un desayuno para él y Kendal.
Incluso se tomó el tiempo de lavarse muy bien las manos.
Sacó los platos, y ordenó la mesa.
Cocinó todo tan tranquilamente, no preocupándose de nada y terminó, rápido, no fueron más de doce minutos. Colocó platos sobre la mesa y justo cuando empezaba a servir todo, se quedó quieto y pensó:
"Secuestré a un chico, lo he dejado solo en una habitación, no está atado. Hay dos ventanas en la habitación, y una en el baño, podría escapar por una, podría gritar y pedir ayuda, y yo simplemente estoy cocinando para él" el pensamiento lo golpeó como suele golpearle a alguien los recuerdos de un amor perdido, de pronto, sin razón, sin pensarlo apenas.
Soy un idiota, no, más bien un inmenso pendejo.
Dejó caer lo que sostenía, y corrió desesperadamente escaleras arriba tropezando en una. Su corazón había empezado a latir con fuerza, al pensar en lo peor, solo en lo peor m****a. ¿Cómo pudo pensar en dejarlo solo? ¿Cómo pudo ser tan estúpido?
Quizá había caído en su ingenuidad. Sólo eso.
Si Kendal ya no estaba ahí, todo estaría arruinado, absolutamente todo. Y tenía toda la m*****a culpa de acabar en una celda. Estaba seguro que él deseaba escapar, aún con lo tétricamente ingenuo que era.
Y lo aceptaba, nadie desea ser rehén de alguien, eso lo convertiría en un enfermo mental crítico.
Llegó a la habitación, y abrió la puerta de un golpe demasiado brusco. Lo primero que sus ojos vieron, y le dieron cierto alivio, fue ver las ventanas cerradas, incluso la que él, estúpidamente había dejado abierta.
Sus ojos viajaron por la habitación, y Kendal estaba ahí, sentado sobre sus talones, cerca de su ropero, sosteniendo en sus manos una camiseta. Por dios, aquella escena lo alivió tanto.
Estaba ahí... hurgando en su ropa.
¿No se le habrá ocurrido que pudo haber pedido ayuda y escapar? M****a, se la puse tan fácil... —pensó después del alivio.
—Lo siento, en verdad lo siento, no volveré a tocar nada... Solo quería algo que me quedara, lo lamento, no lo haré de nuevo, lo siento... —él dijo poniéndose de pie, disculpándose una y otra vez, dejando aquella prenda en su lugar.
Dante estaba perplejo.
¿Por qué no intentó escapar? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? El chico está loco. M*****a sea, no le interesa su propia vida —aquello último fue su conclusión final.
Se preguntó miles de cosas más, y una inmensa sonrisa creció en su interior.
Kendal tuvo una gran oportunidad, una oportunidad que su ingenua mente despreció. La que nunca volverá a tener.
Tras el susto tremendo, y la sorpresa de verlo ahí, Dante solo soltó un suspiro y observó a Kendal hacer exactamente lo mismo que hizo en el baño, bajar la mirada, y entrelazar sus dedos uno con otro nerviosamente.
¿Cómo podría él, matar a alguien así? No causaba problemas, no intentaba escapar. ¿Qué debía hacer? Quizá sólo conservarlo como un muñeco, o quizás esperar a ser traicionado por él, dándole la oportunidad de que se marche.
Dante caminó hasta el ropero y cogió aquella camiseta. Lo miró con una sonrisa a medias.
—Úsala —él ofreció, como recompensa al ver que Kendal era un chico bueno.
Y Kendal tras levantar la mirada la tomó.
—Vamos úsala —Dante dijo, al ver que Kendal simplemente no hacía nada— Seguramente te quedará grande, pero supongo que será cómoda —se recostó en el closet.
Kendal se sentó sobre la cama, se quitó el suéter que traía, el cual era demasiado grande para su cuerpo y se colocó la camiseta. Hecho aquello, Dante lo cogió del brazo siendo menos brusco, y lo llevó consigo. Tirar de aquel flacucho brazo, era su nuevo entretenimiento.
Al bajar, Dante notó que los pantalones que Kendal traía estaban a punto de caer, y rodó los ojos divertido.
—¿Por qué tienes que ser tan delgado, Kendal? ¿En casa no comías? —él preguntó y se inclinó sobre el chico, aún sosteniendo su brazo.
Kendal no iba a responder.
Se hincó frente a él, y deshizo el nudo de la cinturilla de sus pantalones, estos cayeron de inmediato y Dante se carcajeó un poco.
Las mejillas de Kendal tomaron color, y los subió de inmediato sosteniéndolos. —No hagas eso...—murmuró apenas.
Dante se puso de pie, y rodó los ojos. —Quédate quieto, solucionaré eso—él dijo caminando hasta un mueble, y sacando de este una engrapadora.
Se acercó a él, ajustó sus pantalones y colocó dos grapas en lo restante.
—¿Mejor? —él preguntó con gracia, sonriendo ampliamente.
Kendal asintió, deteniéndose a mirar los detalles del rostro de Dante. Incluso sonriendo así, con hoyuelos y todo, era encantador.
—Tienes suerte de que el último rostro que verás antes de morir sea uno tan hermoso—el sujeto habló, y sonrió."
Kendal recordó aquello mientras lo observaba, y quizás, él tenía razón.
—Siéntate —Dante dijo firmemente, señalando una de las sillas, borrando de la nada aquella sonrisa que se había formado en su frío rostro. Kendal obedeció y se sentó en ella.—Preparé algo para ti, quiero que lo comas todo, ¿de acuerdo? —él pudo formar y colocar un plato con comida frente a Kendal. Le tendió un tenedor, y Kendal tímidamente lo cogió. Llenó un vaso con jugo de naranja y lo dejó junto al plato. Kendal descubrió todo, sintiendo el olor de la comida, viendo lo bien que se vio, y notando también, como Dante tomó asiento junto a él, pero no comía, no pretendía hacerlo. Lo olio una vez mas; pan tostado, huevos revueltos, queso y mantequilla derretida sobre una pieza de pan. Eso además del jugo de dulce de naranja.—¿Te quedarás mirando la comida y no comerás? —Dante preguntó al notar que Kendal llevaba varios minutos mirando su comida, sin probar nada. Alzó una ceja y lo cuestionó— Si lo que te preocupa es que pueda tener algún tipo de droga, no te preocupes, ¿de acuerdo?
Kendal estaba totalmente inmovilizado. Podía sentir la respiración tibia y el aliento de Dante sobre su cuerpo. Aún tenía las manos atadas y no podría quitárselo de encima.—Por favor aléjate, Dante—Kendal suplicó tratando de no entrar en pánico, para después tragar saliva.Dante rió y se alejó por completo poniéndose nuevamente de pie. —No lo haré ahora, porque tengo mucho que hacer, pero prometo que lo haré, y tú...—dijo señalando al chico que aún estaba atado. —, rogarás por más. Es una promesa, yo no soy un violador, soy más bien un buen amante.Kendal sólo cogió aire y se mantuvo cabizbajo.Dante se acercó nuevamente a él y desató sus manos. Kendal sintió su sangre fluir tranquilamente y sintió total alivio al poder mover todo su cuerpo nuevamente. Si algo ocurría luego, podría defenderse de una u otra forma. Frotó sus muñecas adormecidas y sólo se quedó sentado esperando a que Dante hiciera o dijera algo. ¿Qué más podría hacer él? Era una indefensa y pacifica víctima junto a D
Kendal se quedó sentado en aquella cama por más de treinta minutos. Su mente y su cuerpo se habían acostumbrado a las reglas de Dante. ¿Qué se supone que debía hacer, ahora que su mente se había acostumbrado a la sumisión?Logró reaccionar, caer en su maldita realidad y supo lo que debía hacer, aún si con la mente enferma no quería hacerlo. Debía escapar, escapar en sí, de los buenos tratos, de un hogar, y de Dante. Y fingiendo demencia, él sabía que no lo quería. Se puso de pie y estaba por salir de la habitación cuando pensó."Dante podría estar afuera, esperando a que yo intente escapar, para así atraparme y castigarme, sí, claro, un castigo"Kendal se quedó frente a la puerta, observó la habitación y tras suspirar volvió a pasos lentos hasta la cama y se sentó sobre la cama. ¿Por qué debía ser tan estúpido? —No quiero volver...—él susurró para sí mismo, y sus ojos se cristalizaron. —, no quiero volver a eso.Se recostó en la cama y hundió su rostro en la almohada. Lloró apenas
Martes 22 de septiembre, 2011. Birmingham, Inglaterra. Eran más de la cinco de la tarde, la universidad estaba casi vacía, y Kendal estaba por salir. Estaba cansado, estresado y sobre todo hambriento. Sostuvo su mochila vieja de los tirantes, la cual tenía algunos agujeros, y tiritando al sentir el frío viento rozar sus pálidas mejillas. No tenía ni un sólo centavo en el bolsillo y no comería hasta llegar a su casa, y poder comer algún pedazo de pan o beber una taza de té barato.Su padre era el único que trabaja en casa, a veces, y su sueldo resultaba escaso por gastar más de la mitad de éste en alcohol y prostitutas. Y eso afectaba directamente a Kendal quién no podía trabajar debido a su enorme carga académica. Se mentalizó a que la miseria acabaría pronto. Luego estaba su madre que no trabajaba, y si lograba obtener un empleo, no duraba más de una semana, gracias a su drogadicción la cual simplemente crecía y no tenía intención de acabar, de hecho, Kendal se convenció de que el
—Vendrás conmigo entonces —él murmuró dándose por vencido— Soy Dante —dijo segundos después, presentándose. —Te acostumbrarás a mí Kendal, te conservaré —él parecía más aliviado con lo que estaba diciendo. Después se acercó al chico, lo cargó y llevó hasta su auto nuevamente, mientras él aún estaba inmóvil temblando y sin comprender que acababa de pasar. Temblaba quizá de frío, quizá de miedo, o ambos.Seguía sollozando bajito y tratando de recobrar la normalidad de su respiración.Lo dejó en los asientos de atrás como si se tratara de un objeto, y volvió a la casa para cerrar las puertas y dejar todo en orden. Antes de subir y cerrar las puertas de atrás, advirtió severamente al chico: —Si haces algo estúpido, o te comportas mal, voy a hacerte daño y esta vez asesinarte —él dijo señalándolo con su dedo índice. Kendal intentó desatarse, fallando una y otra vez, así que sólo se dio por vencido y se quedó inmóvil nuevamente, la falta de alimento desde hace horas hacía finalmente efe
—Bien...—Kendal accedió y soltó un suspiro.Se quitó la camiseta y desabotonó sus pantalones, bajándolos lentamente, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo entero cuando el hombre extraño lo mirada burlón. Lo miraba con el derecho de hacerle lo que se le pasara por la mente. Se sacó los zapatos, y alzó la mirada luego. Se sentía humillado y frágil.—Toda la ropa, Kendal—Dante ordenó.—Pero... ¡Claro que no!—Kendal se negó, diciendo aquello en un tono más alto.—¿Quieres que lo haga yo? —Dante preguntó sin rodeos y alzó una ceja— No me interesa ver tus... dimensiones—se burló—, tampoco voy a abusar de ti. Te quiero limpio, nada más.Kendal quiso llorar. Se sentía frágil y expuesto a toda maldad. —No quiero hacerlo...—susurró sintiéndose indefenso y a punto de llorar.—¿Crees que a mí me importa, si quieres hacerlo o no? —Dante preguntó cínicamente— Estás para obedecer, yo te perdoné la vida.—Por favor, Dante —Kendal rogó y mordió la parte interna de su labio. Que lo llamara por