18 Reclamo.

Kalila giro justo para ser tomada por las grandes manos de Nuriel, mientras Declan se congelaba ante aquella imagen, el hombre, si así se lo podía llamar, media más de dos metros, ahora al menos comprendía porque Ikigaí había hecho la casa de techos tan altos, el cabello rojo caía por sus hombros, más corto que el de la quimera, pero mucho más largo que el de Kalila, las trenzas que decoraban su melena, estaban adornadas con cuencas de oro, y sus manos de piel trigueña se aferraban a la pequeña cintura de la cazadora.

— La lastimara. — dijo Ukara sin poder contenerse, ya que las manos de Nuriel eran tan grandes que fácilmente podrían partir a Kalila a la mitad.

— No lo hará, vivimos por y para ella. — los ojos de Ikigaí estaban violetas y el agarre que ejercía sobre los tres hombres con su cabello poco a poco se fue debilitando.

— Nuriel, realmente estas aquí. — la voz de la pelinegra los hicieron verla, la forma en la que acariciaba su rostro y como el gigante cerraba sus ojos, disfr
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