Sofía se sentía ligera y feliz mientras bailaba con Armando en la pista. La música vibraba a su alrededor, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió relajarse y disfrutar del momento sin pensar en Lukas o en los problemas que la esperaban en casa.Armando resultó ser un excelente bailarín, guiándola con gracia y confianza. Sus manos en su cintura la hacían sentir segura y apreciada, algo que había anhelado desde hace mucho.—¿Te estás divirtiendo? —le preguntó Armando al oído, acercándola un poco más.—Mucho —. Gracias por esta noche, realmente lo necesitaba.Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la cercanía de Armando. Por un momento, se permitió perderse en sus ojos, notando por primera vez lo atractivo que era. —Me alegro —dijo Armando, su voz suave, pero audible sobre la música—. No sabes cuánto tiempo he esperado para tenerte así, cerca de mí.Sofía sintió que se sonrojaba, pero no se apartó. Había algo en la manera en que Armando la miraba, que la hacía sentir
En la habitación, Sofía, a pesar de su achispamiento, se le ocurrió una idea.—Armando, necesito que hagas algo por mí ¿Lo harías? —preguntó maliciosa.—Lo que tú me pidas mujer, sabes que estoy para complacerte —respondió Armando sin dejar de observarla, mientras ella sonreía con una expresión divertida.Entretanto, fuera de la habitación, el corazón de Lukas era un frenético tamborileo contra sus costillas, el ardor de los celos chamuscando todo pensamiento racional. Su oído, pegado a la fría madera de la puerta, se tensaba en busca de cualquier sonido que pudiera romper su mundo.Cada momento que pasaba era una eternidad, y las ganas de traspasar la barrera se hacían insoportables. “Ella no puede acostarse con Armando”, se dijo negándose a que la mujer de la que se había enamorado aún en contra de su voluntad, terminara estando con otro.Su conciencia lo reprochó “Pero tú sí pudiste estar con otra y allí si no pensaste en como ella pudiera sentirse, ni pensar. Entonces, tienes un p
En el momento en que la puerta se cerró tras Armando, Lukas sintió que su corazón se aceleraba. Era su oportunidad. Con determinación en sus ojos azules, tomó el teléfono y marcó un número.—Necesito dos caballos. Los mejores que tengas —, ordenó sin titubear. —Uno negro como la noche y una yegua blanca resplandeciente. Pidió alimentos, las sillas, y todo lo que necesitaba para su cuidado. Allí había unos establos, los cuales se puso a limpiar para recibir los ejemplares.Ese mismo día, en horas de la tarde, mientras trabajaba y esperaba la entrega, Lukas no podía dejar de pensar en Sofía. Recordaba vívidamente los pósteres de caballos que adornaban su habitación, la forma en que sus ojos brillaban al hablar de equitación, por eso pensó que de esa manera podía llegar a ella. —Esto tiene que funcionar —, murmuró para sí mismo. —Tengo que recuperarla, volver a ganarme su confianza —se dijo preocupado.Cuando los magníficos equinos llegaron, Lukas contuvo el aliento, imaginando la reac
Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Sofía sintió el peso de Lukas sobre ella, su respiración agitada mezclándose con la suya. Sus ojos se encontraron y, por un momento, toda la tensión y el resentimiento de los últimos días parecieron desvanecerse.Lukas no pudo contenerse más. Lentamente, acercó su rostro al de ella, sus labios a centímetros de distancia. Sofía contuvo la respiración, su corazón latiendo con fuerza. Una parte de ella quería apartarlo, recordar todas las razones por las que no debía confiar en él. Pero otra parte, una que lo había anhelado desde que tuvo uso de razón, durante mucho tiempo, ansiaba ese contactoLa mirada de Lukas se detuvo en los ojos color miel de Sofía, esos que parecían contener historias de cálidos días de verano y secretos susurrados al anochecer. La deseaba con una intensidad que rayana en la desesperación, con el corazón retumbándole en el pecho como una bestia enjaulada, desesperada por liberarse.—Sofía —, empezó, con la voz cargada
Lukas se quedó atónito ante la reacción de Sofía. Esperaba indignación, negación, incluso lágrimas. Pero no esto. No esta risa amarga que parecía burlarse de su revelación.—¿De qué te ríes? —preguntó, confundido y frustrado—. ¿Acaso no me crees?Sofía dejó de reír abruptamente, sus ojos brillando con una mezcla de ira y decepción en la penumbra.—¿Crees que creeré eso de mi madre? Ya sé que siempre las has odiado, por más que intentó acercarse a ti, nunca se lo permitiste, cuando ella trataba de hacerlo, la herías, la insultabas y le decías que tarde o temprano se iba a ir, le colocabas animales a los que les tenía miedo y nunca te acusó con tu padre, porque no quería romper la relación entre los dos. Y a pesar del tiempo, sigues queriendo alejarla de tu padre —dijo molesta, sintiéndose muy decepcionada de él.—¿No me crees? Nadie me lo contó, yo lo vi —espetó furioso.—¡Eso mentira, mi madre sería incapaz de serle infiel a mi padre! Seguramente viste algo que interpretaste como una
El silencio que siguió a la salida de Marleni era denso, cargado de tensión. Sofía miraba a Lukas con una mezcla de incredulidad y furia, mientras él mantenía la vista fija en la puerta por la que había salido Marleni.—¿Cómo pudiste? —siseó Sofía finalmente, rompiendo el silencio—. ¿Cómo te atreves a acusar así a mi madre?Lukas se volvió hacia ella, sus ojos ardiendo con una intensidad que la hizo retroceder instintivamente.—¡Porque es la verdad! —espetó mirándola a los ojos—. La vi, Sofía. La escuché en esta misma casa follando en la misma habitación de mi padre con otro hombre.—¿Tú la viste? ¿Dime era ella? ¿Y quién es el hombre? —preguntó ella desesperada.—Si era ella, su voz, al hombre solo escuché su susurro… pero no me atreví a abrir la puerta, porque si lo hacía era capaz de matarlos en ese mismo momento —sentenció apretando las manos en puños.—Entonces si no la viste no puedes dar por hecho eso… yo confío en mi madre, siempre ha sido una mujer de principios y la creo inc
El chirrido de la puerta resonó en la habitación en penumbra cuando Sofía y Lukas se quedaron con la boca abierta en el umbral. Allí, en una maraña de miembros y estaban Marleni y Danilo, sus padres, atrapados en un abrazo íntimo. La escena que tenían ante ellos parecía el fotograma congelado de una película atrevida: Danilo, vestido como un severo agente de policía, con el sombrero torcido; Marleni, vestida a rayas como una presidiaria, con las mejillas sonrojadas por algo más que el esfuerzo.—¿Por qué están vestidos así, de policía y reo? —A Sofía le tembló la voz, entre confusa y mortificada. Sus ojos se movieron entre la comprometida posición de sus padres y sus escandalosos atuendos.El rostro de Danilo adquirió un tono carmesí intenso mientras intentaba cubrir a Marleni con una manta cercana. La vergüenza de Marleni era palpable, su respiración se entrecortaba mientras intentaba serenarse bajo el brazo protector de su marido.Lukas, sintiendo un malestar que parecía constreñi
Lukas se quedó paralizado en el pasillo, viendo cómo Sofía desaparecía tras la puerta de su habitación. El eco de sus pasos resonaba en su mente, mezclándose con el torbellino de emociones que lo invadía. Vergüenza, arrepentimiento y una profunda sensación de pérdida que se arremolinaba en su interior. Caminó lentamente hacia su propia habitación, cada paso pesado como si llevara el mundo sobre sus hombros. Al cerrar la puerta tras de sí, se desplomó sobre la cama, hundiendo el rostro entre las manos. —¿Cómo pude ser tan estúpido? —, se reprochó en un murmullo. Las imágenes de los últimos días pasaban por su mente como una película repetida, causándole una mayor angustia. Lukas se revolvió en la cama, prisionero de sus recuerdos, en ese momento tan turbulentos. Cada vez que respiraba entrecortadamente, se le oprimía el pecho al recordar los acontecimientos, las duras palabras que le había dirigido a Marleni y, lo peor de todo, el daño que le había causado a Sofía llevando a otra m