Lukas trató de calmarse, porque estaba temblando de furia y temía sufrir algún accidente. La casa parecía burlarse de él, y su opulencia le recordaba las razones por las cuales esas dos mujeres se habían interesado en su padre y él.—Maldita sea —, murmuró golpeando el volante— ¿Cómo ella ha podido hacerle eso a mi padre? La sola idea de pensar en él, le provocaba una angustia profunda.—¿Cómo le voy a decir a mi papá que la mujer que ama le es infiel? —se pasó la mano por el cabello desesperado.Encendió el auto y comenzó a conducir de regreso, pensando en la manera de hacerles pagar por su engaño, porque estaba seguro que dada la confianza que tenían las dos mujeres, Sofía estaba al tanto de la traición de su madre en contra de su padre.Y eso lo enfurecía, porque ella lo llamaba padre y permitía que su mamá le hiciera eso.Sin embargo, eso no se quedaría así, la iba a seguir tratando como siempre debió hacerlo. Había cometido un error, se dejó envolver por el carisma de Sofía y te
Lukas levantó la mirada al escuchar la voz de Sofía, su expresión con una mezcla de aparente sorpresa y algo más que ella no pudo descifrar. Por un momento, pareció que iba a levantarse, pero solo acomodó a la mujer en sus piernas besándola con aparente pasión, haciendo que Sofía sintiera un profundo dolor en su pecho. Luego la miró de arriba abajo con desprecio y una sonrisa cruel curvando sus labios.—Vaya, vaya, miren quién decidió honrarnos con su presencia —dijo con sarcasmo —Bienvenida a casa, hermanastra —, agregó en tono burlón que hizo que Sofía se estremeciera. —¿Te gusta la fiesta? Pensé en darte una cálida bienvenida.Sofía sintió que el corazón se le encogía en el pecho. Todo lo que habían construido en las últimas semanas parecía haberse desvanecido como arte de magia, no sabía lo que estaba pasando, lo que había vivido con él parecía tan real, que le costaba creer que este Lukas y él que dejó al irse fueran los mismos.—¿Qué pasa, Sofía? ¿No te alegras de ver a tus viej
Sofía subió las escaleras corriendo, con lágrimas de rabia y frustración rodando por sus mejillas. Entró a su habitación y cerró la puerta de un portazo, apoyándose contra ella mientras trataba de calmar su respiración agitada.—¿Cómo pude ser tan estúpida? —, se reprendió mentalmente. —Debí haber sabido que Lukas nunca cambiaría, que solo se estaba burlando de mí.Se dejó caer en la cama, sintiéndose completamente derrotada. Todos los momentos dulces que había compartido con Lukas en las últimas semanas parecían ahora una cruel mentira. ¿Cómo pudo fingir tan bien? ¿Realmente todo había sido un engaño?Las lágrimas fluían libremente ahora, empapando la almohada. El dolor en su pecho era casi físico, como si le hubieran arrancado una parte de sí misma. Se sentía traicionada, humillada y, sobre todo, profundamente herida.—Nunca más —, se prometió a sí misma entre sollozos. —Nunca más volveré a confiar en él. Nunca más dejaré que me lastime así, jamás confiaré de nuevo en Lukas —expresó
Los días siguientes fueron una tortura para ambos, sobre todo para Lukas, porque ella lo evitaba a toda costa, cuando lo veía llegar donde estaba, se iba, se encerraba en su habitación y solo salía cuando él se había ido.Lukas, por su parte, se debatía entre la culpa y la frustración, queriendo hablar con ella, verla, saber cómo pensaba, quizás era un tonto, pero haberse acostado con Fabi, no había cambiado para nada lo que sentía por Sofía.A decir verdad, haber estado con Fabi, solo le había dejado una sensación de vacío, ni siquiera había sentido placer, y en algún momento, debió imaginarse que se trataba de Sofía.Lo que había provocado era una distancia más grande entre ellos, y ese abismo parecía insalvable y no tenía la mínima idea de cómo acercarse.“Eres un idiota, tanto que te costó convencerla y hacerle bajar la guardia ¿Qué culpa tiene ella que su madre le sea infiel a tu padre?”, recriminó su conciencia.—¿Y qué querías que siguiera con ella? Seguro sabe lo que hizo su m
Cuando Sofía abrió los ojos, su boca se abrió en una expresión de asombro. Frente a ella, brillando bajo la luz del garaje, estaba un hermoso auto deportivo color rojo.—¡Oh, por Dios! —exclamó Sofía, llevándose las manos a la boca—. ¿Es... es para mí?Danilo asintió, su rostro iluminado por una sonrisa de orgullo y amor.—Así es, mi niña. Es todo tuyo. Sé que has estado trabajando muy duro y que se te hace difícil movilizarte, mereces tener tu propio auto.—No, papá, no puedo aceptar eso, es demasiado. Yo puedo comprarme uno usado…Él la interrumpió.—Nunca has sido una chica interesada y siempre has estado allí, dándome todo su cariño, y sabes cuánto te amo, no podía amarte más ni aunque fueras mi hija de sangre, tú y tu madre, vinieron a complementar mi felicidad —dijo conmovido y ella se lanzó a los brazos de su padre sus ojos brillando de emoción.—Gracias, sabías que eres el mejor padre de todo —pronunció ella con una sonrisa.Se acercó al auto, pasando sus manos suavemente por
Sofía sintió que el corazón le daba un vuelco al escuchar que Armando ya había llegado. Se miró rápidamente en el espejo, arreglándose el cabello y el maquillaje.—Bueno, supongo que es hora de irme —dijo, tratando de ocultar su nerviosismo—. No me esperen, porque de allí me voy a la mansión.—No es tarde para irte a esa hora —replicó preocupado Danilo.—Todo estará bien —les dijo dándole un beso a cada uno y saliendo con rapidez.—Ten cuidado, mi amor —le dijo Marleni, dándole un beso en la mejilla—. Y diviértete.Danilo, por su parte, la miró con una mezcla de preocupación y cariño, luego se centró en Armando.—Recuerda Armando, que soy un padre policía —bromeó, aunque había un toque de seriedad en su expresión.—No se preocupe, que estará muy bien cuidada.Cuando salieron, ella caminó a su auto, mientras sacaba las llaves, y Armado abrió los ojos sorprendidos.—¿No te vienes conmigo? —Es que quiero continuar estrenándome el coche que me dio mi padre —respondió ella.—Está muy lind
Sofía se sentía ligera y feliz mientras bailaba con Armando en la pista. La música vibraba a su alrededor, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió relajarse y disfrutar del momento sin pensar en Lukas o en los problemas que la esperaban en casa.Armando resultó ser un excelente bailarín, guiándola con gracia y confianza. Sus manos en su cintura la hacían sentir segura y apreciada, algo que había anhelado desde hace mucho.—¿Te estás divirtiendo? —le preguntó Armando al oído, acercándola un poco más.—Mucho —. Gracias por esta noche, realmente lo necesitaba.Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la cercanía de Armando. Por un momento, se permitió perderse en sus ojos, notando por primera vez lo atractivo que era. —Me alegro —dijo Armando, su voz suave, pero audible sobre la música—. No sabes cuánto tiempo he esperado para tenerte así, cerca de mí.Sofía sintió que se sonrojaba, pero no se apartó. Había algo en la manera en que Armando la miraba, que la hacía sentir
En la habitación, Sofía, a pesar de su achispamiento, se le ocurrió una idea.—Armando, necesito que hagas algo por mí ¿Lo harías? —preguntó maliciosa.—Lo que tú me pidas mujer, sabes que estoy para complacerte —respondió Armando sin dejar de observarla, mientras ella sonreía con una expresión divertida.Entretanto, fuera de la habitación, el corazón de Lukas era un frenético tamborileo contra sus costillas, el ardor de los celos chamuscando todo pensamiento racional. Su oído, pegado a la fría madera de la puerta, se tensaba en busca de cualquier sonido que pudiera romper su mundo.Cada momento que pasaba era una eternidad, y las ganas de traspasar la barrera se hacían insoportables. “Ella no puede acostarse con Armando”, se dijo negándose a que la mujer de la que se había enamorado aún en contra de su voluntad, terminara estando con otro.Su conciencia lo reprochó “Pero tú sí pudiste estar con otra y allí si no pensaste en como ella pudiera sentirse, ni pensar. Entonces, tienes un p